Capitulo 18: Lucifer

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-Kath tienes que esconderte-Gabriel me agarró del brazo con intención de llevarme a algún ligar seguro.
-¡Gabriel, no!- y a pesar de mis intentos por soltarme, el ángel solo me apretaba aún más el brazo.
-Si no te escondes Lucifer te obligará ha abrir las puertas, y eso no será malo solo para ti, si abres esas puertas destruirás el mundo.
-Pero...- me giré hacia la puerta tras la cual estaban mi hermano y Sam.-No puedo dejarles, no otra vez.-mis ojos se volvieron vidriosos, me contuve para no llorar.
-Despídete de ellos, no se cuanto tiempo será, solo hasta que derrotemos a Lucifer.- no intente negárselo, si las puertas se abrían, la Apocalipsis se desataría y ellos no lograrían sobrevivir.
-Voy, dame diez minutos o así.
Entré en la habitación, sentia un agujero en el pecho, era como si mis cuerdas vocales se hubiesen congelado, ni una sola palabra podía salir de mi boca, ¿Cono les diría a las dos personas a las que más quería en el mundo que no las vería hasta que derrotasen a Lucifer? Puede que no si quiera lo consiguiesen, no quería pensar en la posibilidad de que podrían morir en el intento, pero ahora, esta idea se hacía más tangible que nunca.
-¿Qué pasa?- preguntó Sam levantándose de la cama, seguramente había entrado con la tristeza y preocupación plasmadas en mi rostro.
-Eeh...- baje la cabeza para que no viese las lágrimas caer por mis mejillas, sin embargo él se acercó y me obligó ha mirar a sus verdes ojos, me secó las lágrimas con su pulgar y volvió ha preguntar.
-¿Que pasa Kath?- mi hermano se levantó también de la cama, dado que teníamos un conexión mental, enseguida supo que era lo que ocurría.
-Se va.-anunció dirigiéndose a Sam.-Y no sabe durante cuánto.
Sam se apartó de mí para mirarle frunciendo el ceño y luego volvió ha mirarme a mí.
-¿En serio?-me mordí el labio inferior asintiendo con la cabeza, cerré los ojos. No quería ver su reacción, no quería leer sus mentes, no quería verles tristes bi pensar en lo que seguramente les iba ha pasar, era inevitable, un ángel caído, no se podía derrotar a un ángel caído, yo lo sabia y ellos también.
Sentí como una mano pasaba un mechón de pelo por detrás de mi oreja, me acarició la mejilla, abrí los ojos y vi los de mi hermano, inmediatamente pasé mis brazos alrededor de su cuello para abrazarle, él no tardó en corresponderme y durante unos segundos me sentí segura, como si no hubiese Apocalipsis que evitar, como si no tuviésemos que derrotar a Lucifer.
-Gracias Adam.-susurré.
-Tranquila pequeña, está bien, nos volveremos ha ver.
-No quiero irme, no quiero dejaros-con pesar me aparté de él, me costaba respirar, como si el hecho de estar a punto de perderles significase perder una gran parte de mí misma, porque en realidad lo era.
-Tranquila, estaremos bien.-le di un beso en la mejilla e intenté sonreír, aunque solo conseguí volver ha llorar. Miré a Sam, sabía como despedirme, pero no quería hacerlo. En su mente solo se veía lo devastado que estaba, ne acerqué a él y le abracé, creí que no me respondería, pero un par de segundos después pude sentir sus manos alrededor de mi cintura.
-Te quiero, Sammy.
-Y yo.-me separé un poco de él y le besé durante un par de segundos. Me dirigí hacia la puerta y salí acompañada de ellos dos. Gabriel nos esperaba a un par de metros.
-Ya estamos Gabriel.-Él miraba hacía abajo.
-Matarás a mucha gente, pero por lo menos, tú te salvaras.-levanto la mirada y vi sus ojos llenos de lágrimas, los ojos de un ángel. No entendía nada y no podía leer su mente.
De la nada apareció un hombre.
-Pero que...- susurró mi hermano mientras agarraba mi mano y me colocaba detrás de él.
Yo enseguida reconocí a esa persona, o mejor dicho, demonio.
-Lucifer-dije con la voz llena de terror, una cosa era un sueño, y otra bien distinta es verlo en persona. Tomé las manos de los dos chicos e intente echar ha correr, Gabriel podría apañárselas solo, y si no podía, tampoco importaba, acababa de aceptar un chantaje de Lucifer y había vendido a Adam, a Sam y al resto de la humanidad.
-No no bruja- el demonio movió ligeramente su mano y me paralizó.
-Te necesito, además, estoy seguro de que no quieres perder a tus dos hombretones.-ambos cayeron al suelo, se estaban ahogando-La hora de la verdad si no aceptas, ellos mueren. ¿Katherine, me harás el demonio más feliz del averno abriendo las doscientas puertas para mí?- se creía muy gracioso, sin embargo yo estaba en un apuro, en efecto, si no aceptaba ellos morían, pero si lo hacia probablemente también lo harían, junto a el resto del mundo.
-Vale, vale pero para. ¡Por favor!- con otro movimiento de su mano los chicos dejaron de retorcerse y de agarrar sus gargantas intentando desesperadamente coger aire.
-Ven aquí, bruja.-me tendió la mano, y justo cuando iba ha agarrarla mi hermano dijo.
-No la llames así, capullo.-apenas podía hablar, todavía estaba intentando reponer sus pulmones de oxígeno.
Fruncí el ceño, no quería hacerlo, no quería agarrar esa mano, ya que hacerlo significaría sentenciar a todo lo que quiero y conozco.
Alcé la mano izquierda mientras mis ojos se volvían rojos.
-Vaya, veo que no te apetece venir conmigo, que bonito, te vas ha sacrificar.-perfecto, Lucifer había creído que era de furia, sin embargo no era por eso, era porque en mi mano derecha estaba concentrando la mayor cantidad de energía posible. Rápidamente saqué mi mano de detrás de mi espalda y lance u la energía comprimida a su pecho, salió volando y yo aproveché para levantar a Sam y a Adam. Cuando levanté la vista Gabriel estaba tirado en el suelo y Lucifer me apuntaba con un cuchillo.
-¿Sabes que si me matas no podré abrir las puertas?- le miré a los ojos, eran de color rojo oscuro, tan despiadados y fríos.
-Oh, ya lo se, por eso, mataré a lo que más quieres.
Apenas pude reaccionar, el cuchillo se hundió en el lugar donde se suponía que estaba el corazón, el corazón de mi hermano, Lucifer agarró a Sam y desapareció, de la herida empezó ha brotar sangre, pero cuando yo me agaché sobre su cuerpo con las lágrimas bajando por mis mejillas, ya era tarde. Abracé su cuerpo inerte y grité lo más fuerte que pude por el dolor que estaba sintiendo, por primera vez, me sentí verdaderamente vacía, verdaderamente sola. Dejé escapar toda la energía que tenía en mí provocando una honda roja que se extendía destrozando todo a su paso, después me desmayé junto a mi gemelo.

Memorias de un ángel. #AllInAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora