Erin
Terminé de cepillar mi cabello y lo recogí en un moño alto.
Seguía pensativa y preocupada por la confesión de Dasha. Mi niña era muy joven, aunque no podía reprenderla, sería hipócrita de mi parte cuando yo conocí a Sasha a la misma edad que ella, sin tener una noción de lo que era el amor y con los cuentos de princesas como única referencia.
Estaba consciente de que las circunstancias no eran las mismas y que las cosas no debían suceder tal y como lo hicieron conmigo; Dasha contaba con nosotros para guiarla y aconsejarla, trataría de sobrellevar bien el tema y esperaba no fallar, ese era una de mis temores más grande como madre: fallarle a mi hija.
Siendo franca, no esperé que pusiera su atención en los chicos a esta edad. Dios. Aún era mi niña y me mortificaba la situación, bien podría prohibírselo, pues no sabía si hacía bien en permitírselo, pero no quería que comenzara a ocultarme cosas o las llegara a hacer solo porque lo tenía prohibido. La confianza que tenía en mí no debía perderse; así que optaría por hablar con ella seriamente.
La reacción de Sasha continuaba poniéndome nerviosa. Él no lo aceptaría. Ni siquiera estaba segura de sí lo haría cuando ella tuviera la edad.
Sacudí la cabeza sin detenerme a pensar más en eso y abandoné mi habitación, enseguida pasé a la de Dasha, siempre mantenía su puerta abierta, cuando me miró, una sonrisa angelical relució en sus labios.
—Volveré en una hora, ¿segura que no quieres acompañarme? —Pregunté desde el umbral.
Pocas veces la dejábamos sola en casa, aunque en realidad sola nunca se encontraba, siempre teníamos seguridad; Yaroslav era el encargado y la persona que se mantenía cerca de nosotras cuando Sasha no estaba, fue el hombre que reemplazó a Andrey, quien se fue cuando Dasha cumplió cuatro años.
—No, mamá, tengo tarea pendiente —dijo aún con esa sonrisa.
—De acuerdo, cualquier cosa llámame al móvil.
—Tranquila, mamá, dudo que algo malo pase con tanta gente allá afuera —murmuró con diversión. De verdad esperaba que sí, en todos estos años estuvimos en paz y quería que siguiera así.
Asentí y continué mi camino hacia la planta baja. Por más que me esforzaba para no pensar, no podía parar, buscaba la manera correcta para abordar a Sasha con la situación de nuestra hija, tenía que buscar el momento para decírselo, pero no sabía si podría encontrarlo. Quizá debía guardármelo, probablemente ellos nunca llegarían a nada más que un simple gusto. Sin embargo, si llegaban a algo, si ellos aun siendo tan jóvenes se enamoraban, todo sería más complicado.
Solté un suspiro rezumante de frustración y cogí los planos, mi bolso y la portátil, además de las llaves. Me colgué el bolso en el hombro y salí de la casa recibiendo el frío de Moscú y los rayos cálidos del sol que no hacían un cambio brusco en la temperatura.
—¿Va a algún lado, señora Kozlova?
Me encontré con la penetrante mirada negra de Yaroslav, el hombre, ex militar de la Spetsnaz, era un caparazón de hielo con una apariencia minuciosamente controlada, escondiendo debajo de esa calma su verdadera naturaleza. Sabía que era alguien letal, como todos los hombres y mujeres que Sasha permitía que se acercaran a nosotras. En otro momento me habría intimidado, pero después de tantos años junto a Sasha y de haber conocido a Andrey, los hombres con aura oscura e instintos bestiales, no me aterrorizaban más.
—Sí, iré a dejar unos planos a la oficina, ¿podrías estar al pendiente de mi hija? Se negó a acompañarme —cerré la puerta del copiloto y miré la hora en mi reloj—, Sasha no demora en llegar.
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Despiadado ©
Romance[TERCER LIBRO SAGA AZUL] La vida siempre fue cruel, probablemente debía estar acostumbrado a sufrir, pero ¿por qué después de tantos años de felicidad, el destino y la vida volvían a conspirar para acabar con lo que tanto esfuerzo logré construir? V...