Capítulo 11: Verdades que duelen.

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Erin

Una semana pasó.

Una semana que se me hizo eterna.

Una semana desde que Sasha y yo no hablábamos. No fue necesario que yo durmiera en otra habitación, porque él simplemente no llegaba a casa a dormir, solo venía en el día un par de horas, suponía que su corta presencia solo se debía a su rutina de cerciorarse de que estuviéramos bien.

No hubo un esfuerzo de su parte por arreglar la situación y tampoco lo hubo de la mía. No nos dirigíamos la palabra para nada y Dasha apenas le respondía con monosílabas, aún estaba dolida con él e ignoraba cuanto tiempo le tomaría a mi hija asimilar lo que pasó. No sabía si seguía viendo a Nathan en el colegio, lo tenía prohibido, pero cuando queríamos algo, nos aferrábamos a eso e ideábamos el modo de seguir manteniéndolo.

Decir que no me dolía toda esta situación, sería mentir. El dolor y los celos estaban volviéndome loca, permitía que el trabajo me consumiera para no pensar en Sasha y Mara juntos, porque él seguía viéndola, percibía su maldito perfume en su ropa, por mucho que se esforzara en disimularlo, es como si lo llevara anclado a la piel. Me lastimaba enormemente que la haya elegido, que prefiriera seguir a su lado sin importar el abismo que se estaba abriendo entre nosotros.

No podía asegurar cuánto tiempo más soportaría así. No dejaba de pensar en cómo Mara se reía de mí cada vez que Sasha llegaba a su lado, los escenarios de ellos dos juntos me provocaban náuseas y ganas de llorar. Confiaba en que Sasha no me sería infiel, mi corazón me pedía confiar y no hacerme ideas erróneas en la cabeza gracias a mis celos, pero ¿qué más podía imaginarme si él no me explicaba nada? Y no lo hacía porque no quería, me ocultaba cosas y le daba igual herirme en el proceso.

¿Qué era tan fuerte para impedirle una explicación y castigarme con este silencio?

Sasha estaba fallándome y jamás se lo iba a perdonar.

Detuve el flujo de mis pensamientos cuando Liam ingresó a la sala de reuniones. Hoy Emmet y Mark no iban a acompañarnos, pero ya los había puesto al corriente con los avances del centro, la construcción aun no comenzaba, apenas me hacía cargo de los planos, demoraría, pero la idea de al fin hacer de esto algo real, me animaba demasiado.

Quería ayudar a muchas personas y aunque llevaba tiempo en esto, hasta ahora tuve la oportunidad de llevar a cabo uno de mis sueños, construir casas y edificios ya lo había hecho, le tocaba el turno a otra meta más. Y esto lo haría con mi dinero, mis ganancias y mi esfuerzo

—Buenos días, señora Kozlova —saludó un poco menos borde que la primera vez.

—Buenos días, señor Blackwell, tome asiente, hoy solo seremos nosotros dos —dije mientras preparaba todo para mostrarle mi idea más detalladamente.

Pese a que, ya habíamos hablado sobre todo lo que conllevaba la construcción del centro, esta vez podría profundizar sin mostrarme reticente en el proceso.

Al iniciar, él me escuchó atento, parecía que de su parte también estaba menos a la defensiva, me hacía preguntas cuando tenía dudas y me emocionaba explicándole parte por parte, fascinada con mi trabajo, lo mejor fue notar como me miraba con admiración, sin perderse un solo instante de todo lo que decía. Y por un segundo me inquirí sobre cuándo fue la última vez que Sasha me preguntó algo acerca de mi profesión o siquiera quiso escucharme. Era como si todo entre nosotros estuviera enfriándose y ninguno de los dos se había dado cuenta de ello porque no prestábamos atención a los detalles.

La tristeza me embargó de pronto, porque amaba a ese hombre, lo amaba más de lo que creí amar a alguien alguna una vez, y todo lo que pasaba entre nosotros me afectaba más de lo que quería admitir. Nunca nos peleamos y distanciamos de esta manera, no quería seguir así.

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora