Capítulo 16: Nikolai.

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Sasha

Llevaba más de una semana sin tener noticias de Mara.

La suka se largó a Italia, convencida de que estando a kilómetros de distancia de mí podría estar a salvo. Si a ella le valía ese esbozo de fingida tranquilidad, la dejaría disfrutarla por el momento, pero su vida tenía fecha de caducidad y esta ya casi llegaba.

Tanto Mara como su hijo y entre otras personas, como las que yacían temblorosas delante de mí, habían olvidado lo que el Pakhan de la Bratvá era capaz de hacer, quizá dedujeron que debido a mi actual estilo de vida como padre de familia, el monstruo sádico quedó en el olvido.

No podrían estar más lejos de la realidad.

Mi sed de sangre continuaba incrementándose con los años, el poder corrompía y destruía si perdías el piso, se necesitaba una disciplina que gracias al bastardo de Sergey obtuve; encontré la manera de encadenar mis necesidades enfermizas y solo liberarlas cuando fuera necesario. Mantenerse cuerdo era un trabajo arduo después de matar y emplear el sadismo en cientos de personas.

—Ninguno de nosotros puso la droga adulterada en las calles —habló Néstor, uno de los encargados de la sección C de la ciudad—, conocemos las consecuencias, señor Kozlov.

Le lancé una mirada de hastío. Estaba sentado delante de mí en compañía de Pavel, el encargado de la sección D. Hubo cinco muertes por intoxicación y sobredosis debido a la droga adulterada que consumieron. Eran cinco personas jóvenes, dos estudiantes y tres empleados del gobierno. Lo que menos necesitaba ahora era estar enemistado con la PICD, no se entrometían en mi camino mientras yo mantuviera el orden de mi gente y mi producto.

Estas muertes fueron noticia en las televisoras y le abrían paso a las células del gobierno que estaban por encima de la PICD, entonces los tendría aquí, jodiéndome en las calles y alzando una guerra que no le convenía a nadie.

Y todo por la ineptitud de estos imbéciles.

—Entonces, ¿quieren explicarme cómo llegó esa droga a manos de esos jóvenes que estaban en mi maldita club, un club situado en los territorios que ustedes tienen a cargo? —Mi voz cargada de dureza, Igor se mantenía a mi derecha, sus grandes manos apretadas hacían crujir los huesos de sus dedos, una manera de intimidación y de impartir miedo.

Néstor se limpió el sudor de la frente con un pañuelo, el cabello rubio brillaba por exceso de gel en él.

—Quizás alguien las introdujo sin que nos diéramos cuenta, ellos mismos pudieron haberlas traído —alegó.

—No quiero suposiciones, quiero certezas —mi puño se estrelló en la mesa—, tienes dos putas horas para traerme a los culpables, o serán sus cabezas las que termine cortando.

Se incorporaron de prisa y salieron con urgencia de mi oficina. Joder. Estaba rodeado de imbéciles. Se suponía que obtuvieron el puesto que tenían porque eran de los mejores, y siempre acababa obteniendo ratas asustadizas. O tal vez era yo el jodido problema, cada vez que los traían a verme, parecía que iban de visita a ver al diablo, se me acobardaban y no había nada que me molestara más que eso.

—Asegúrate de que los encuentren —ordené hacia Igor, levantándome de mi silla—, cuando lo hagan, mátalos. Lo que no me sirve, se va a la mierda.

—Sí, señor Kozlov.

—Sí, señor Kozlov

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Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora