Capítulo 10: Lección.

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Empezamos el año con capítulo cortito de mis niños, espero hayan tenido un fin de año maravilloso y que este nuevo sea mucho mejor🩵

Sasha

Cuando salimos del almacén, Yaroslav esperaba a un costado de la camioneta donde estaban Dasha y Nathan. No me sostuvo la mirada, consciente de su error, tampoco se disculpó, sabía que eso de nada le valía. Errores de este tipo no los dejaba pasar, si les permitía equivocarse una vez sin consecuencias, lo volverían a hacer, y no estaba para ser el blandengue de nadie, no con mi puesto.

Me apresuré a llegar a la camioneta y enseguida abrí la puerta trasera, con una seña les indiqué a mi hija y al pequeño bastardo que bajaran. Nathan era solo un año mayor que Dasha, pero ya media un metro con sesenta y cinco, era bastante delgado, rubio y de ojos verdes, del mismo verde que su padre. No dejaba de verlo como alguien insuficiente, no digno de mi hija. Mierda. Ningún hijo de puta lo sería.

—Piensas que puedes desobedecerme y que no habrá consecuencias —dije hacia Dasha. Alzó el mentón, altanera y confiada del amor que sentía por ella.

Era la niña de mis ojos y lo más valioso que tenía en la vida, además de su madre, sin embargo, me hallaba bastante furioso con su actitud y las estúpidas decisiones que tomó.

—Si vas a castigarme, hazlo, papá, pero debes saber que no me arrepiento. Me asfixia que no me dejes vivir, usas la excusa de mi edad cuando todos sabemos que es una gran mentira. No importa si tengo doce o treinta, no me dejarás estar con nadie y... yo quiero a Nathan —lo miró un momento y me encargué de respirar hondo—, haré que lo entiendas.

Tenía a Erin a mi derecha, se mantuvo en silencio, estaba atenta a lo que haría mientras Dasha gesticulaba tonterías. Mis hombres nos rodeaban, Yaroslav se mantenía a mi lado izquierdo, nadie decía nada. Desenfundé el arma que cargaba en mi espalda baja y quité el seguro ante la atenta mirada de Dasha, por primera vez en la noche vi el temor en sus ojos y no me importó.

Quizá pensaba que le metería un tiro a Nathan, y puedo decir que por un momento la idea cruzó por mi cabeza, siendo tan malditamente satisfactoria.

—Yo no soy un payaso, ni tampoco un pelele al que le puedes hablar como quieres, soy tu jodido padre —hablé fuerte, me dirigí a ella de la misma forma en la que lo hacía con mi gente—, ¿crees tener la edad para hacer lo que se te dé la gana?

—Sasha —trató de intervenir Erin, la miré.

—No —la detuve de inmediato—, quiere jugar a ser grande, entonces jugaremos.

—Deme la oportunidad de demostrarle que quiero a su hija —habló Nathan, lo observé como la cucaracha que para mí era—, le doy mi palabra de que no le fallaré.

La ira se volvió más espesa en mis venas, mis sienes palpitaban a causa de la rabia que me atenazaba con dureza.

—¿Por qué coño estás hablándome? —Increpé, posándome a unos centímetros de distancia de él. Quería torcerle el cuello y arrancarle la piel. Joder, sería feliz en estos momentos si lo hacía.

—Papá, basta —se interpuso Dasha—, detente ya.

La ignoré, retrocedí antes de que cometería una estupidez de la que iba a arrepentirme solo los primeros cinco segundos; luego, sin siquiera mirar a Yaroslav, le metí un tiro en la pierna, el sonido del arma siendo accionada retumbó en el silencio de la noche. Dasha soltó un grito y Erin no se inmutó, mientras que el niñato se puso pálido, seguro era la primera vez que presenciaba una situación como esta.

—No voy a castigarte, ni hacerte daño, Dasha, pero sí lastimaré a las personas que comprometas cada vez que hagas algo tan estúpido como lo de hoy.

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora