Sasha
Cenaba junto a Erin antes de irme a trabajar, desde lo ocurrido con Mara hacia dos días y consciente de que todo se había ido a la mierda, decidí dejar de evadir a mi muñequita y quedarme a su lado, incluso cuando las cosas se encontraban tensas entre los dos.
Al menos con Dasha todo estaba medianamente resuelto, pero lo importante era que, ella volvía a comportarse como la niña de mis ojos, no había más rencores y temores en medio de nosotros; a pesar de que todavía tenía contacto con el pequeño bastardo que provocó todo en primer lugar, sería una situación de la que me encargaría pronto, por el momento, lo haría con su padre.
Su cercanía con Erin la detestaba, sin embargo, lo que me enfurecía más, era la estúpida valentía que Blackwell tenía para cortejar a mi esposa. A cualquier otro lo hubiera matado sin pensarlo, pero hacerlo ahora significaría más problemas con mi esposa, así que, él debería agradecerle a Erin que su tiempo de vida estuviera alargándose, mas no contaba con la seguridad de que sería por mucho.
Había momentos donde mi lado egoísta salía a la superficie y solo le importaban sus propios intereses, si yo fuera Blackwell, estaría rezando para que eso no sucediera.
Terminé el último trozo de carne al mismo tiempo que Erin. Cociné uno de sus platillos favoritos en un intento por calmar las cosas, al parecer no funcionó del todo, ya que, no me dirijo una sola palabra durante la cena y en seguida que terminó, se incorporó de su asiento. Parecía desesperada por querer huir de mí y cada conversación pendiente entre nosotros, mal para ella que yo echara abajo sus planes.
En cuanto pasó por mi lado, mis dedos se aferraron a la delicada muñeca, el hueso presionó mi palma y Erin se quedó quieta. Limpié mi boca con la servilleta, ella tenía sus ojos puestos en mí, yo no la miré ni un segundo.
—¿Has dejado los anticonceptivos? —La pregunta sonó exigente y ruda, no era lo que buscaba transmitir, pero difícilmente podía ser dulce.
El estremecimiento que la azotó, fue palpado por mis yemas, tan nítido como el cambio en su respiración y el enojo vibrante en su mirada que se sintió pesada.
—Suéltame —demandó en el mismo tono rudo que usé.
—Te hice una pregunta —persistí sin mirarla.
Se esforzó por retirarse, creyente de que iba a soltarla en el primer intento que hizo de apartar la mano, al cual no cedí, sino que, solidifiqué aún más mi toque.
—¿Acaso crees que un bebé va a reparar lo que has roto, Sasha?
Sus palabras me supieron a ácido, las asimilé y luego las tragué, digiriéndolas para posteriormente regurgitarlas mezcladas con el enojo. Me puse de pie, enfrentándome a su metro con cincuenta y cinco, ella en definitiva no se amedrentó ante mi postura violenta y dominante. Comúnmente no lo hacía cuando se hallaba enojada y hoy lo estaba, bastante a decir verdad.
—Mi hijo no es un objeto que pienso utilizar y me enerva que siquiera lo contemples —espeté entre dientes—. Ahora respóndeme: ¿dejaste los putos anticonceptivos?
—Has adoptado la manía de comportarte como un imbécil a menudo. —La atraje a mi pecho, sosteniéndola de ambos brazos.
—Mal para ti que ames cualquier versión de mí, ¿cierto?
La acorralé contra la mesa del comedor, mi figura cerniéndose sobre la suya, consumiéndola sin esfuerzo, la agitación de su pecho provocaba un roce con el mío que acrecentó la excitación que ya sentía desde el instante en que ella comenzó a pelear conmigo.
Esa parte jodida de mi cerebro amaba cuando Erin luchaba, simple y sencillamente porque me era satisfactorio someterla; ella contaba con la facilidad para hacer resurgir al sádico primitivo y bestial que reposaba en mi interior, siempre a la espera de cualquier indicio de lucha.

ESTÁS LEYENDO
Despiadado ©
Romance[TERCER LIBRO SAGA AZUL] La vida siempre fue cruel, probablemente debía estar acostumbrado a sufrir, pero ¿por qué después de tantos años de felicidad, el destino y la vida volvían a conspirar para acabar con lo que tanto esfuerzo logré construir? V...