Capítulo 12: Palabras vacías.

25.7K 2.4K 519
                                    

Si comentan mucho no me enojo🥹🩵

Sasha

Lo había arruinado y era consciente de eso.

Erin había salido por esa puerta y una parte de su confianza en mí lo hizo con ella.

Sabría lidiar con las consecuencias, siempre lo hacía, pero me jodía no haber evitado que se enterara, se suponía que por ello le di mi silencio y mi ausencia, porque cada vez que la tenía enfrente quería soltarle toda la verdad. Y no era así como debía suceder, necesitaba más margen para refutar las palabras de Mara y no tener que lidiar con explicaciones incomodas.

En un movimiento esperado, Markov pasó por mi lado y sostuvo el cuerpo pálido y trémulo de su madre, las heridas podrían causarle la muerte si no las atendía. Joder. Hubiera deseado que Erin le diera en la cabeza, nos habría hecho un favor a todos al matarla, hacerme cargo de su hijo sería un asunto más fácil.

—Mi madre necesita un médico —espetó con rabia. No me inmuté, podría dejarla morir sin sentir remordimiento.

—¿Y acaso yo soy uno? —Me miró con odio.

—La próxima vez que esa puta loca venga aquí...

—Mucho cuidado con la manera en la que te refieres a mi esposa, Mara, porque si de putas hablamos, tú encabezas la lista —escupí con indiferencia.

—No se atreva a ofender a mi madre —salió a defenderla Markov, no lo culpaba por eso—, mejor controle a su esposa, mire todo lo que ha provocado.

Los miré alternadamente, por amor al demonio que solo sentía asco al verlos. No me causaban nada más que repulsión, eran como unos parásitos a los que quería quemar hasta volverlos cenizas.

No podía creerme esa mierda de que este niñato fuera mi hijo. Simplemente era absurdo, porque hasta los delincuentes más ruines eran capaces de sentir el llamado de la sangre de sus bastardos y aquí no había ni un esbozo de eso.

—Si Erin quiere llenar de balas el cuerpo de Mara, yo mismo le daré el arma para que lo haga —sentencié sin titubear. Se enderezó y me sostuvo la mirada, mostrándose irascible.

—Entonces seré yo quien vaya por su cabeza —sentenció tajante, Mara le dio un apretón en el brazo, pidiéndole en silencio que se callara, pero al parecer el chico era estúpido, como ella.

—El impulso suicida jamás estuvo en la sangre de un Kozlov —dije con desdén—, tal parece que lo heredaste de tu madre.

Les di la espalda sin darles más importancia, tenía otras cosas de las cuales hacerme cargo, mi prioridad ahora era Erin, así que me dirigí hacia casa, el rastreador que le coloqué señalaba su ubicación; tomé nota de colocarle el suyo a Dasha, habría querido hacerlo desde hacía tiempo, pero Erin se negaba a eso. Ahora no había forma de que intercediera y me detuviera, le pondría el jodido rastreador sí o sí. Ninguna de las dos estaría fuera de mi alcance.

Mientras conducía, pensaba en las palabras correctas que utilizaría con Erin, no quería echarlo a perder aún más, necesitaba apaciguar su ira y calmar el dolor que le provocó la noticia, que todo volviera a la normalidad lo más pronto posible.

Mi paciencia no era infinita y aunque los años habían pasado y las circunstancias entre mi muñequita y yo cambiaron, el hombre que la secuestró seguía existiendo, a la espera de la menor provocación para salir.

Si quería irse de mi lado, la forzaría a quedarse.

Si me odiaba, volvería a beberme sus lágrimas.

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora