Dasha
Hacía un rato escuché a papá llegar, creí que vendría a buscarme, pero se encerró en la habitación con mamá, y ya que se hallaba insonorizada, no podía saber de lo que hablaban.
Me sorprendió verlo a esta hora en casa, cuando toda la semana se mantuvo ausente. Ignoraba la razón, pero me daba cuenta como le afectaba a mamá, y no quería pensar en la posibilidad de que estuviera lastimándola de algún modo.
No, papá no sería capaz de herirla.
Alejé esas absurdas ideas y continué vagando a través del bosque, conocía el territorio porque venía seguido, papá me enseñó como andar por él sin perderme, además, la vigilancia se extendía en todos los alrededores. Era como si fuéramos dueños del bosque que colindaba con nuestra casa. No había vecinos cerca, solo animales salvajes que de vez en cuando me encontraba y huían de mí, aunque en algunas ocasiones pude acercarme a un lobo pequeño, momentos antes de que sus padres aparecieran y los voyeviki tuvieran que intervenir para que no me lastimaran.
Nunca me sentí en peligro al andar sola, incluso si no tuviera a una docena de hombres vigilando cada paso que daba, en el bosque me sentía protegida.
No le encontraba sentido a esa sensación, pero ahí estaba. A veces me preguntaba si mucho de lo que se arraigaba en mi cabeza tenía que ver con mis antepasados, más concretamente con mi abuelo fallecido. Papá nunca hablaba de él y su nombre estaba prohibido, ni siquiera ahora me atrevía a decirlo en mi mente.
Ese hombre seguiría siendo un misterio para mí.
Encontré el tronco donde siempre solía sentarme, la nieve lo tenía cubierto, así que la sacudí de encima, mis guantes se humedecieron un poco y mi trasero resintió solo un gramo del hielo en él. La ropa térmica era parte de mi guardarropa del diario, pero además de eso, me hallaba impuesta al clima gélido de Moscú.
Me deshice de uno de los guantes y saqué mi teléfono, el mismo que Nathan me compró para poder mantener comunicación. Justo cuando el reloj marcó las ocho, el nombre de Nathan alumbró la pantalla y sintiendo mariposas en el estómago, respondí.
—Hola —saludé, sonrojándome, a pesar de que él no podía verme.
—Moya devochka —mi niña, susurró—, el tiempo que te veo en el colegio no es suficiente. Te extraño.
Atrapé mi labio inferior entre mis dientes. Papá avisó a todo el personal de mi colegio que Nathan y yo teníamos prohibido compartir cualquier espacio juntos, ellos se tomaron la orden al pie de la letra, nadie en su sano juicio quería estar mal con él, no lo decían, pero todos sabían lo que hacía y le tenían miedo.
Sin embargo, nos las arreglábamos para vernos a escondidas al menos unos minutos, y esos minutos eran los que me mantenían feliz, y por supuesto, estas llamadas diarias.
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Despiadado ©
Romance[TERCER LIBRO SAGA AZUL] La vida siempre fue cruel, probablemente debía estar acostumbrado a sufrir, pero ¿por qué después de tantos años de felicidad, el destino y la vida volvían a conspirar para acabar con lo que tanto esfuerzo logré construir? V...