Capítulo 17: Un nuevo comienzo.

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Ya saben que si comentan mucho no me enojo🩵

Sasha

A diferencia de otros días, hoy fue una buena mañana.

Después de haberle hecho el amor a mi mujer durante casi toda la noche, las cosas parecieron volver a la normalidad, incluso cuando ese pendiente seguía entre nosotros, la fractura que provocó, estaba siendo reparada. No habría perfección, no podía pedirlo así, siempre iba a quedar una marca, visible o no, estaría ahí para recordarnos los obstáculos que logramos atravesar.

Me detuve en un semáforo, por instinto, mi vista iba de un extremo a otro, verificaba mi entorno, incluso cuando mi gente nos seguía y la ciudad era segura, jamás daba por sentado las cosas. Ese instinto siempre prevalecía en mí y era ya como un reflejo.

Volví la vista a mi esposa, sostenía un labial dorado con el que pintaba sus labios mientras veía su reflejo en un pequeño espejo. Llevaba las uñas con un esmalte rosa pálido, los anillos de compromiso y matrimonio brillaban en su dedo, el diamante azul lanzó un destello que me hizo mirar sus ojos, eran preciosos, jamás me cansaría de decir lo hermosos que eran.

Sus labios gesticulaban algo, sonreía, pero no era capaz de descifrarlo, estaba inmerso en su mirada, en su sonrisa, en el amor que me profesaba a través de ellos.

—¿Sasha? ¿Por qué me miras así? —Inquirió sonriéndome más. Negué y Dasha se inclinó hacia al frente entre ambos asientos.

—¿Enamorado? Mamá, él siempre te mira así —intervino Dasha. Sonreí y retomé el camino cuando el semáforo cambió.

—¿Está todo bien, cariño? —Persistió Erin. Entrelacé nuestros dedos, dándole un beso en el dorso.

—¿Qué podría ir mal si las tengo a ustedes conmigo? —Murmuré, sonriéndole.

Dasha depositó un beso en mi mejilla, luego Erin hizo lo mismo. No podía sentirme más completo que cuando las tenía a mi lado, felices y plenas, viviendo en paz como se los prometí. Hasta el momento había mantenido mi palabra, pero si mi promesa llegara a romperse, iba a repararlo de la manera que fuera.

Minutos más tarde llegué al colegio de Dasha, detuve el auto y bajé, posteriormente le abrí la puerta a mi hija, hoy lucía más hermosa y radiante que nunca y eso tenía mucho que ver con la tranquilidad que había en nuestra casa. El ánimo se reflejaba en nosotros físicamente y podía darme cuenta de ello ahora.

—¿Vendrás por mí? —Preguntó Dasha, caminábamos juntos hacia la entrada, ella me sostenía de la mano, siempre lo hacía.

—Sí—me detuve frente a la puerta y la tomé de los hombros—, estaré esperándote a tiempo, ¿de acuerdo? —Asintió, regalándome una sonrisa que le iluminó más la mirada.

—Te amo, papá, te amo mucho —susurró. Posé mis labios en su frente, ella era lo más valioso de mi vida.

—Te amo más, kroshka —dije de vuelta—, cuídate, eres mi corazón, no lo olvides.

Me dio un beso en la mejilla y la vi marcharse, me mantuve ahí hasta que estuvo dentro del colegio. Di la vuelta y visualicé a los voyeviki que la cuidaban. Todo el edificio se hallaba en constante vigilancia, había anillos de seguridad, ningún desconocido se acercaría sin que yo no lo supiera.

Volví al auto con Erin, su aroma a vainilla me hizo suspirar. Amaba su adictivo olor, tanto como la amaba a ella.

—Quiero tener una cita esta noche —dijo de pronto, curvé la comisura de mis labios hacia arriba.

—¿Una cita? ¿Flores, cena y sexo? —Tenté. Se mordió el labio inferior.

—Hace mucho que no tenemos una, pero solo omitiría las flores —susurró esto último. Yo sabía que no le gustaban, el ser consciente de que se marchitaban, le molestaba y prefería que siguiera cuidando el jardín que teníamos en casa.

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora