Capítulo 19: Ojos claros.

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Vine rápido, así que espero leerlos mucho💙

Dasha

Deposité un beso en la frente de mamá. Tuvieron que administrarle un tranquilizante, no podíamos calmarla con nada, era entendible, había perdido a su alma gemela y lidiar con eso sería casi imposible.

No sabía cómo ayudarla, no cuando yo misma me hallaba en el mismo agujero, sin embargo, lograba mantenerme en pie por ella, si me dejaba vencer, ninguna podría volver a levantarse.

Salí de la habitación sin mirar la chaqueta de papá que yacía sobre el mueble, se me rompía el corazón cada vez que pensaba en su ausencia. Él no volvería a casa con nosotras y me parecía la más grande injusticia. Estaba devastada, mis ojos rojos de tanto llorar, e incluso así, las lágrimas continuaban saliendo una detrás de otra.

Apoyé la espalda contra la puerta y tomé un largo respiro. Era demasiado joven para estar viviendo esto, ni siquiera entraba a la adolescencia y ya había perdido a mi padre. Había tantas cosas por hacer, tantas cosas por aprender y él no estaría aquí para enseñármelas. Contraje los dedos de las manos y presioné fuertemente mis labios para no gritar de frustración. Debía mantener la calma y ayudar a mis abuelos y a mamá, ella no soportaría planear un funeral, yo tampoco podía, no obstante, lo haría.

Di otro respiro profundo y fui en dirección a la sala, ahí encontré a Nathan acompañado de su padre, parecía que acababan de llegar. Mis ojos solo se centraron en Nathan, olvidándome de todos los demás; así que, fui a sus brazos, refugiándome en ellos mientras estallaba en llanto y él trataba de darme reconforte, acariciándome y susurrándome al oído que se encontraba aquí, conmigo, y no me dejaría sola.

Agradecí su presencia, su abrazo, su apoyo. Me brindaba cierta fortaleza, la misma que necesitaría para lo que se nos vendría encima.

—Gracias por estar aquí —me aparté de él y miré a su padre—, a ambos.

—Estamos aquí para apoyarlas en lo que necesiten —dijo Liam, incluía a mamá, quien era su socia. Solo atiné a asentir y entonces miré a mi abuelo.

—¿Y sus restos? —Balbuceé, mi voz se quebró y no lo pude evitar.

—Van a cremarlo —un sollozo brotó de mis labios ante la realidad—, entiendes el porqué. —Asentí, agarrándome más fuerte de la mano de Nathan, no podía sopesar cómo fue su final.

—No quiero un funeral, no quiero que esto sea más doloroso para mamá —pedí. No sabía si hacia lo correcto, pero tenía una corazonada de que debía ser así.

Mi abuela se acercó y me abrazó, incluso así, Nathan jamás me soltó y yo lo agradecí.

—Mi niña, eres tan pequeña para tener que lidiar con esto —susurró contra el inicio de mi cabello.

—Los tengo a todos ustedes, abuela —rodeé su cintura con mi brazo libre—, voy a poder, lo haré —añadí con seguridad, a pesar de que sentía que en algún momento me rompería en pedazos.

Luego, mi abuelo se retiró para hacerse cargo de todo, no podía imaginar su nivel de fortaleza y el dolor tan grande con el que lidiaba, papá era como un hijo para él, estuvo a su lado desde que era un niño y ahora lo había perdido.

Tomé asiento en compañía de Nathan, su padre entablaba una conversación con mi abuela y yo solo podía ver las fotografías que adornaban el borde de la chimenea, en todas se hallaba papá, y sonreía, sonreía como siempre lo hacia cuando se encontraba con nosotras. Gimoteé, derramando más llanto.

—Llora, mi amor —musitó Nathan—, no te reprimas.

—Duele —admití—, jamás imaginé que podría experimentar tanto dolor.

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora