Un capítulo largo por la tardanza🩵
Sasha
Gemidos lastimeros eran amortiguados por las gruesas prendas que cubrían uno de los rostros de los suicidas que atentaron contra la vida de mi esposa. Otro de ellos presenciaba como Adrik cortaba con una motosierra los miembros de su cómplice aún con vida para después arrojarlos a la trituradora. Las heridas salpicaban líquido a presión en todas las direcciones y el olor se volvió denso e insoportable para algunos, mas no para mí. Los gritos hacían eco dentro de las paredes, uniéndose a otros más, la sangre empapaba los suelos y se impregnaba como una ofrenda más de mis víctimas.
Un aro de humo flotó frente a mi cara, me mantenía imperturbable, con solo una leve sonrisa tirando de uno de los bordes de mis labios. Disfrutaba del dolor de otros, y este significaba más cuando era potencializado por un motivo poderoso.
Ellos tocaron a mi esposa.
Los haría desear estar en el infierno, e incluso cuando los enviara allí, los encontraría de nueva cuenta para seguir torturándolos.
—Dame un nombre, o las próximas extremidades que Adrik corte, serán las tuyas —advertí con una calma mortal.
El sujeto vaciló, a pesar de estar en unas circunstancias poco favorables, el hijo de perra se daba el lujo de vacilar.
—Solo queríamos dinero —titubeó, sorbiendo los mocos que resbalaban por los orificios de su nariz y se mezclaban con la sangre de las heridas que Carlos había hecho.
Por supuesto, mi suegro estaba conmigo, apenas se enteró de lo sucedido con su hija, acudió a mí y sin pedir permiso, tomó uno de los lugares de mis muchachos para castigar a los culpables. No repliqué, mi momento llegaría, paulatinamente.
Le hice una seña a Carlos, hundió los dedos en el pelo grasoso y negro del sujeto antes de estrellarle la cara contra el reposabrazos de madera de la silla. El crujir de los huesos de su nariz, se escuchó por encima del alarido de dolor que escapó de sus labios destrozados.
—¡Estoy diciendo la verdad! —Se mantuvo firme. Parecía que la tortura psicológica tampoco funcionó.
Le eché una mirada a Adrik, comprendió que era momento de continuar con el valiente de la nariz rota. Su compañero seguía recibiendo agua en su cara mientras otro de mis voyeviki casi le susurraba al oído lo que le esperaba en cuanto esa tortura terminara.
—Rómpele los dedos primero, uno por uno —ordené y expulsé el humo antes de proseguir—, luego córtalos.
Dirigí mi mirada al sujeto, el pánico se convirtió en histeria y aprecié el momento en el que mojó sus pantalones.
—A ti vamos diseccionarte muy lentamente, quiero descubrir con cual parte de tu cuerpo empezarás a decirme lo que quiero —murmuré impasible—, porque lo harás.
La orina le empapó los pantalones mientras Adrik disminuía la distancia entre ellos con la motosierra encendida. El ruido solo acrecentaba su miedo y mi sadismo. No llevaba a cabo los actos, pero dirigir el escenario también me complacía.
—¡No, se lo suplico, no estoy mintiendo!
Mi rostro solo expresó aburrimiento, pero por dentro, me hallaba en plena ebullición, mi pecho ardía ante la nauseabunda idea de los ojos de Erin apagándose para siempre a través de una bala y una acción de un imbécil que ahora suplicaba piedad. Se me retorcieron las entrañas de aversión y un vibrar asesinó cobró vida debajo mi piel.
—Quiero todos los nombres, incluso de aquellos que solo escucharon la conversación —dije, dándole la última calada a mi cigarrillo mientras Adrik estaba más cerca de cortar de un tajo los dedos de la rata.
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Despiadado ©
Romance[TERCER LIBRO SAGA AZUL] La vida siempre fue cruel, probablemente debía estar acostumbrado a sufrir, pero ¿por qué después de tantos años de felicidad, el destino y la vida volvían a conspirar para acabar con lo que tanto esfuerzo logré construir? V...