¿Ezra?

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Han pasado cuatro días desde que Mike cayó en cama a causa de una fuerte gripe. Mamá me había pedido que me quedara con él, dado que tenemos una excelente relación de hermanos, y además, así mis padres podrían salir sin tener que preocuparse por nosotros.

Por más que si me quedaba, no podría ver a Ezra, igual lo hice. No podía dejar a Mike sólo estando enfermo y sintiéndose mal.

Le conté a Ezra que había venido a Italia con mi hermano, y que él no se sentía bien, por lo que me quedaría con él hasta que se recuperara.

-Aria?.. - escuché la voz de mi hermano desde su habitación, y enseguida me encontraba allí.
-Si?
-Creo que me está subiendo la fiebre. Podrías ir a comprarme un medicamento?
-Todo para mi hermanito- dije sonriendo y tomándole un cachete con mi mano, como una tía abuela pesada.

Tomé dinero que nos había dejado papá, y salí en busca de un antifebril, o algo que sirviera. Caminando unas cuantas cuadras, ya llegando al centro de la ciudad, encontré una farmacia, en la cual entre y rápidamente me atendieron, y me dieron lo que buscaba.

Poco minutos después salí, y me dispuse a volver hacia la casa, pero algo me impidió hacerlo en ese preciso momento..
La imagen de Ezra apareció frente a mi. Me propuse ir a saludarlo pero...
Pero él no estaba sólo. Estaba con otra.

Los celos me estaban carcomiendo. A poco de morir de la furia, intenté tranquilizarme, y pensar.. Que quizás no era lo que estaba imaginando. Quizás es sólo una amiga. O una hermana. O una prima. O algo parecido. No debía actuar de esta forma tan ridícula si nada estaba ocurriendo. No es eso cierto? Digo.. A mi me parece que debe ser así porque.. Acaba de besarlo? Ezra?

-Ezra?

No puedo seguir viendo esto. Doy media vuelta y sigo mi camino, con las lágrimas cayendo por mis mejillas, indicándome lo idiota que soy por sentirme de esta manera por alguien que no es nada mio. Yo sabía que era imposible que alguien como él se fijase en alguien como yo. Soy una niña. Una niña tonta que eligió sentirse destruida en el momento en que empecé a sentir algo por alguien mayor, sabiendo que algo de esto podría pasar. Llegué, e intentando secarme las lágrimas, dejé rápidamente los medicamentos en la mesa de luz de la habitación de Mike, junto a un vaso con agua, y me dirigí a la mía.

Sólo tengo ganas de estar en mi cama, abrazando mi almohada, desahogandome con mi llanto. No quiero hablar con nadie. No quiero estar con nadie.

Me hiciste sentir tan idiota, Ezra..

El Chico de VeneziaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora