¿Un aviso?

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Pasaron ya tres días desde aquella llamada que atendí por equivocación, en la cual le pedí un tiempo a Ezra para poder pensar.

Mike ya se curó completamente, y estaba agradecida por eso, ya que verlo mal no me gustaba nada. Y ahora podía concentrarme pura y exclusivamente en lo que me pasaba, en Ezra.

No sabía qué pensar, qué decir, o qué hacer. Por lo general un café me ayudaba a concentrarme, pero no hubo caso esta vez. Motivo por el cual decidí ir a dar una vuelta, tomar aire fresco, despejar la mente, quizás eso me ayudaría un poco.

Tomé mi bolso y salí. No sabía muy bien a dónde me estaba dirigiendo, simplemente caminaba, hasta que me di cuenta de adonde había llegado. Nada más ni nada menos que aquel banco con vista al canal en el cual nos habíamos encontrado. Genial.

Para mi sorpresa, el banco no se encontraba vacío, alguien estaba allí sentado. Adivinen.. No, no era Ezra.
Jenna.

Un escalofrío me recorrió la espalda. No podía creer que en verdad hubiese venido hasta aquí. ¿Qué tramaba? ¿Por qué estaba ella aquí también? ¿Cómo sabía de ese banco?

No estaba de humor para estas cosas.

-¿Que estás haciendo aquí, Jenna?- Me acerqué bruscamente y con un tono enojado. Maldita zorra Jenna, debería decir.

-¿Aria?¿Eres tu? -  Ja, cómo si ser ciega alguna vez le hubiese impedido reconocernos, acecharnos, molestarnos y maltratarnos.

-Oh, no. Soy tu conciencia. Querida, estás muy llena de malos pensamientos. Debes redimirte.- Dije irónica.

Sonriendo dice -Wow, muchas gracias conciencia. Lo tendré en cuenta. Pero habla con la conciencia de Aria para que la ayude del mismo modo, ya que no está funcionando. Ella se comporta como una perra.

Había pasado por mucho, no podía seguir soportando más. Fue la gota que rebalsó el vaso. La ira me invadió, mi cuerpo actuó de forma independiente a mi cerebro. Simplemente me tiré a pegarle. Furiosa. Así me encontré, furiosa.

No es propio de mi, aunque se lo merecía, a decir verdad. Yo no le había hecho nada, y ella me persigue en mis vacaciones, me espera en mi banca especial, me insulta. Agh, Maldita perra.

Auto control. Sé que lo que hice está mal. Por eso me detuve. Pero aún estaba molesta, y me hice la maldita.

-Esto es sólo un aviso. Deja de molestarme o vas a conocerme en realidad, perra.- le dije mientras ella se encontraba tirada en el piso. ¿Lo era? ¿Acaso era aquello un aviso? ¿Yo era así? ¿Podría ser aún peor?

Enojada, di media vuelta y me retiré inmediatamente del lugar, y fui a buscar un café. En cuanto lo compré, no pasaron ni dos minutos y ya lo había terminado. Dios mio, cómo lo necesitaba.

El Chico de VeneziaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora