#1 James

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Moscú, Rusia.
Diciembre, 1995.


Un auto conducía por un camino solitario mientras la nieve caía a su alrededor.

—Ya casi llegamos, James.

Le dijo el hombre que estaba vestido de traje, a su lado un pequeño de siete años miraba sin expresión alguna los árboles sin hojas y llenos de nieve. Todo era blanco, pero lo único que el niño recordaba a la perfección eran las llamas del fuego y los gritos de dolor.

—¿Puedo bajar la ventanilla? -murmuró con voz baja y miró al hombre.

Le habían dicho que él lo llevaría a un internado, un lugar donde los niños viven y es como una escuela.

—No, James. Hace mucho frío ahí afuera, te hará mal y no puedes estar enfermo.

James se pegó más a la puerta y mordisqueo la manga de su camisa. No quería estar ahí, pero tan poco quería volver a América y extrañaba mucho a su familia, a pesar de tener una corta edad ya sabía lo que había sucedido en su casa y no podía llorar aun que quisiera.

»Al menos tengo a mi violín«

Pensó y bajó la mirada al instrumento. Fue un regalo de cuando cumplió cinco, su padre lo mando a hacer al tamaño correcto para él y Camilla le había gravado su nombre al reverso. Extrañaba a Christin, Camilla y a Dafne, también a sus padres.

—Mira, James.

James levanto la mirada y miro de forma detenida las paredes grandes, largas y de color gris. ¿Eso era la escuela? Le recordó a una cárcel, como de las películas que veía con Dafne luego de llegar de la escuela. Tenía altos edificios, con picos en los más alto y en el final de las torres estaban las banderas rusas.

Las grandes rejas negras se abrieron y entraron con unas palabras bruscas del idioma de parte del guardia. El auto se detuvo y bajaron en el mismo silencio.

—¿Qué te parece?

—Que es una cárcel.

James solo se preguntaba que tipo de niños estaban allí. Malos, pensó. 

Un hombre de gran estatura se puso a la altura de él y James no se sintió amenazado a comparación del hombre que lo había llevado al lugar, este estaba nervioso al ver a tal hombre que al parecer con una simple bofetada mataría al niño.

—Bienvenido a Rostropovich.

Dijo el hombre con un muy marcado acento ruso. James no pestañeo y solo miró hacia arriba un momento antes de mirar a los ojos al hombre.

—¿Tú eres mi carcelero? -le preguntó.

El hombre sonrió y puso una gran mano en la cabeza rubia de James.

—Me agrada, señor Gilbert.

JAMES (sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora