XII

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—James...

Aún perpleja me ayuda a subir y pone ambas manos en mis mejillas.

—Antes de que te pongas a chillar, quiero explicar ciertas cosas —dice con esa voz que me eriza la piel.

¿Qué estoy haciendo? Niego y trato de alejarme de él de todas la formas posibles. James me captura por la cintura y me arrastra más adentro del barco o lo que sea.

—¡Suéltame! —golpeo su pecho y él ni se inmuta.

—Por favor, Mabell —gruñe y toma mis manos—. ¿Por qué estas tan molesta?

—Yo no estoy molesta —replico y eleva sus cejas.

—No me digas... Yo debería de estar molesto después de ver como ése imbécil toco lo que es mío.

—Yo no soy tuya.

Noto como su mandíbula se tensa y sus labios son una línea. Lo miro con la respiración acelerada y tras ver detrás de mi maldigo una vez más. Attis ya no está, tan poco la lancha.

—¿Qué es lo que te pone furiosa? Pareces una pequeña fiera ¿o acaso quieres que te demuestre que eres solo mía una vez más?

¡Por favor! ¡Si! Pero ¿que...?

—No.

Entorna los ojos y suelto un grito ahogado cuando me sube en su hombro. Golpeo su espalda, lo muerdo, araño y grito a todo pulmón que me suelte. Una pequeña parte de mi esta feliz de tenerlo cerca, de sentir su calor, los leves gruñidos que lanza y tener sus manos en mi piel desnuda. Ese calor tan familiar ya esta sobre mi, intente o no es imposible quitarlo.

James me arroja sobre un asiento y me mira furioso, con las manos formadas en puños.

—Te vas a quedar calladita por cinco minutos mientras hablo. No abriras tu bonita boca, si lo haces te voy a follar ese precioso culo tuyo a lo bestia y déjame decirte qué el que va a disfrutar seré yo y no tú —dice con tanta suavidad y tan bajo que me estremezco.

Carajo, esta hablando en serio.

Observo como camina de un lado a otro y me toma por sorpresa cuando se arrodilla frente a mi y toma mis manos. Muerdo la punta de mi lengua y siento preocupación de inmediato. Descarto lo que mi estúpida mente me susurra, definitivamente eso no puede ser. Sus ojos se ven de un color miel intenso que me hace decir que son dorados.

—Me esta costando un infierno esto, Mabell, tenme un poco de paciencia —me pide y respiro profundo.

Juega con mis dedos y veo con curiosidad su pulsera roja que tiene un ala color bronce. A la que le está costando no gritarle soy yo, se supone que esta casado con Aphril. Se supone que debo de alejarme de esto, igual que lo hice con Bruce.

—Yo... Tú... Mabell...—balbucea y oculto una sonrisa.

¿James Gilbert, el magnate millonario, le cuesta hablar con una mujer?

—Mabell... Mierda... —dice entre dientes y blasfemia, mientras pellizca mis nudillos—. Yo...

Suspiro y lado la cabeza, sigue concentrado en mis dedos.

—James... —lo llamo con suavidad y me fulmino, me quedo callada.

Quiero irme, a la vez si y a la vez no. Mierda, ni yo sé lo que quiero. Escucho que dice algo entre dientes y me mira.

—Carajo, el punto es que me importas, maldita sea.

¿Qué...?

—Me importas demasiado, me estaba volviendo loco cuando él te beso y si no le rompí la cara a lo bestia fue porque Ame estaba ahí —brama y frunce el ceño.

JAMES (sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora