IV

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—Que seas mi amante.

¿Qué?

Miro el dorado de sus ojos y sigo sin creerlo.

—¿Está bromeando? —le pregunto con la garganta seca.

Un alivio me llena el alma al ver como una blanca sonrisa se extiende por su rostro y ladea la cabeza.

—Claro que estoy bromeando, Mabell. ¿Puedo llamarla así?  —pregunta aun con su rostro ladeado.

Los mechones de su cabello están perfectamente peinados ahora, pero sinceramente solo puedo mirar sus caros zapatos italianos. ¿Como se supone que lo veré al rostro ahora?
Asiento aun con la cabeza gacha y veo como sus zapatos se acercan un paso.

—Me gusta ver a las personas cuando hablan, Mabell.

Levanto poco a poco la cabeza y sus ojos dorados siguen puestos en mí. A esta distancia puedo asegurar que sus ojos están bañados de un dorado intenso. Mis ojos son de un gris oscuro, envidio sus ojos.

—Si... Puede decirme a si —musito y él me mira.

Aparto el mechón de cabello que se atraviesa por mi ojo y lo meto detrás de mi oreja.

—¿Qué hará ahora, Mabell?

¿Se supone que también tengo que tutearlo?

—Yo...

Demonios, se supone que estaba a punto de pedir mi renuncia.

—Voy a recursos humanos a verificar un documento —miento.

El señor Gilbert me mira por segundos sin decir nada y solo asiente.

—La espero aquí.

¿En serio? Con mis labios pegados camino hasta las oficinas y en todo mi trayecto siento sus ojos puestos sobre lo mi. 

—¿En que te puedo ayudar?

De lejos veo a Rick y esquivo su mirada para ver a la secretaria.

—Quiero pedir mi renuncia.

La verdad me esperaba más papeleo, pero no. Mi renuncia tiene que ser firmada por mi jefa y listo. Ahora tengo que pensar en conseguir un nuevo empleo, pero por ahora me voy a concentrar en el hombre de traje que me espera fuera. De solo recordar la suavidad de sus labios mi piel hormiguea y ni hablar de la cuerda invisible que me llevó a besarlo. En serio que a sido la mayor estupidez de mi vida, ni sé cómo va a reaccionar Rene, y ni hablar de Jessie.

Respiro muy hondo antes de salir con el señor Gilbert y encontrarlo donde mismo. Sus dorados ojos se posan sobre los míos y evito a toda costa rascar mi brazo.

—¿Has terminado? —asiento y él mira la hora en el reloj de la pared—. ¿Dispones de tiempo?

Vuelvo a asentir y hace un gesto con su mano para que yo pase primero. Pongo mi mano sobre la zona en la que me comienza a salir un salpullido de los nervios. No sé a donde diablos vamos, solo camino hacia el elevador y él entra. Veo como un largo y delgado dedo índice oprime el botón de la última planta y también veo un anillo.

—¿Has comido?

Me toma por sorpresa su pregunta.

—Solo desayuno —respondo y clavo mis ojos en su espalda.

Es muy ancha...

—¿Te molesta si te invito a comer?

Abro la boca y la cierro un par de veces; ¿estoy soñando?

JAMES (sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora