#8 James

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Marzo, 2010.
Alemania, Múnich.
21 años.

Me hierbe la sangre.

—Alex, relájate.

Bufo y Ame estruja mis hombros aun más. ¿Por qué me pide algo tan estúpido?

—Ame, ese idiota tuvo la mayor parte de la culpa —vocifero molesto y me levanto de la cama.

La sonrisa de Björn me descompone y me dejo caer de nuevo en la cama. Él... Él murió hace el veinticuatro, hace menos de cuatro días y lo único que me mantuvo tranquilo fue Ame. A llorado todos los días desde entonces y se suelta a llorar más al recordar que los regalos de navidad que siempre nos hacia, cosas sencillas. El regalo de Björn al llegar a Moscú fue una cadena simple de plata que le devolví y hace como dos años me la devolvió, prometí jamás quitármela y la atesoro como mi mayor regalo de todos.

—Lo sé, hermanito, lo sé...

Tiro de mi cabello y tomo aire.

—¿Quieres ir ya? —le pregunto y veo como se pega la urna al pecho.

—Sipi —asiente y me tiende una mano.

La toma y entrelaza nuestros dedos. Beso su cabeza y salimos de la habitación, para luego hacerlo de la casa. Hay nieve por doquier, me pone melancólico recordar que yo llegue a Moscú cuando todo era blanco y que él me esperaba.

Conduzco mientras suena Lacrimosa Ame hace un fallido intento de cantarla, pero no llega tan demasiado alto como lo hace la canción y en estos momentos es la que me hace sonreír. Recuerdo cuando le dije el nombre que me gustaba, Americus, es poco común y...ortodoxo, pero ¿Y qué? Ame le encantó y eso me hace feliz. Muy pocas cosas me hacen feliz ahora.

Detengo el auto y se pega a mi en busca de calor mientras maldice al frío de la ciudad. Y rio al escucharla soltar palabras en diferentes idiomas.

—Oh, ya no te rías, no es gracioso.

—Lo siento, pero para mi lo es.

Refunfuña hasta que llegamos al puente del que sinceramente no recuerdo su nombre. Las veces que vengo es solo para estar con Ame y otras cosas. Nos detenemos en medio del puente y la ayuda a quitar el seguro.

—¿Bien?

Asiente y ambos metemos una mano para sacar un puño de las cenizas.

—Esta bien, a la cuenta de tres ¿Ok? —asiento y nos acercamos más a la barandilla—. Uno...dos...tres.

Abro mi mano y la ventisca se lleva las cenizas cuando están a punto de llegar al agua congelada. Lo extrañaré, extrañaré a mi carcelero, ese hombre que me cuido como su propio hijo por años... Venga, Alexander, cuando yo muera, deja y lo pienso...quiero que me quemen, si, que me quemen. Luego que tu y Americus tiren mis cenizas en ese punto por el que tanto me gusta pasear. Recuerdo que le pregunte que si tenia alguien más, rara vez hablaba sobre su vida personal y si quería que alguien estuviera allí. Claro que hablábamos en futuro, para dentro de diez años y no para un año después. Pero su respuesta fue rápida y sencilla: ustedes son mi familia. No volví a preguntar más.

Rodeo los delgados hombros de Ame y la pego a mi mientras la escucho sollozar por lo bajo. No puedo llorar, quiero hacerlo, pero no puedo ¿Por qué?

—¿James?

—¿Si? —murmuro y se gira aun con mis brazos sobre ella.

Ame no es bajita como algunas mujeres, es alta y hermosa.

—Quiero seguir modelando hasta cumplir veintiuno.

Entorno los ojos negando. Es modelo de una pequeña revista, pero no quiero que siga en eso, le han ofrecido contratos que ambos hemos negado por el simple hecho de que queremos dejar su pasado atrás y al ser una modelo reconocida el pasado sale a la luz.

JAMES (sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora