DRAGÓNE

TREINTA Y OCHO

                  

Dragóne

Verla tan destruida, me afecta más a mí que a ella, sinceramente. Desde que hemos regresado de Suecia en donde debimos quedarnos una semana en el hospital, ―debido a mí―, veo a otra Madelaine. Se lo mucho por lo que ha pasado y creo que el secuestro y la violación de Alan han sido lo que la han hecho perder su fuerza. No demuestra nada, ni siquiera llora frente a mí, trata de mantenerse calmada, pero noto lo mal que esta. Una vez que llegamos a Richmond, lo primero que quiso fue ir a la habitación. Su excusa fue estar cansada, pero sé que quería alejarse de mi por un momento y lo entiendo, pero sé que en cualquier momento explotara y no sabré que hacer.

Los siguientes tres días, la obligue a comer porque no quería y por lo único que se levantaba del sofá era para ir a vaciar el cenicero. Hasta que por fin luego de dos días, decidió que era hora para ir a hacerse el examen de sangre, así que fuimos, la devolví a casa para que se tranquilizara y ahora estoy en camino para buscar el resultado.

Ni siquiera puedo ser optimista al respecto, sé que las posibilidades de que Mad este embarazada son muy altas y detesto que deba pasar por un aborto, en realidad lo detesto. Suspiro y boto el cigarrillo, bajándome del auto. Entro al laboratorio, extremadamente nervioso y me dirijo a recepción.

―He venido a retirar un examen de sangre, Madelaine Arundell. ―digo y la chica al notar quien soy, me mira con terror, como si no me hubiese visto antes. Asiente rápidamente y me lo entrega en menos de cinco minutos. Solo muevo mi cabeza en señal de agradecimiento y al llegar al auto, lo abro. Por supuesto que Madelaine está consciente de esto, me ha pedido que lo viera primero antes que ella, de alguna forma aquello la tranquilizaría más, o no sé.

Suelto una gran respiración y me alivio al momento que leo que es negativo. Por primera vez en tanto tiempo hay una buena noticia para ella. Con una sonrisa paso por un restaurante tailandés y compro comida para celebrar, quisiera llevarla a un restaurante, pero sé que aún no quiere salir del apartamento.

La sonrisa se esfuma de mi rostro al momento que abro al apartamento y lo encuentro un completo desastre, miro a mi alrededor y me pongo alerta al darme cuenta que posiblemente nos han robado y que algo le ha sucedido a Madelaine. Pero luego la veo, recostada en una pared, tirada en el suelo, llorando y dejo las cosas a un lado para correr hacia ella.

― ¿Mad? ¿Qué ha sucedido? ―cuestiono con la respiración agitada. Levanta su cabeza y me mira sin parar de sollozar, entonces entiendo que ella es la que ha tirado todas las cosas, porque no podía aguantar esto más. ―Dios, princesita, ven acá. ―la tomo entre mis brazos y le doy un beso en la parte superior de la cabeza. Espero a que se tranquilice un poco durante unos cuantos minutos y la tomo su rostro entre mis manos obligándola a mirarme. ―No estas embarazada.

Su rostro se alivia, aunque las lágrimas no paren de salir y me mira sorprendida por esa noticia. Sonrío limpiándole las lágrimas y le doy un casto beso.

― ¿Estás hablando en serio? ―murmura muy suave. Asiento. ― ¿Tengo alguna enfermedad sexual?

―No Mad, no tienes nada.

Y solo me abraza fuerte. No se si ahora llora por felicidad o porque acaba de asimilar por todo lo que ha pasado. Me recuesto a la pared durante un largo tiempo sin decir nada hasta que finalmente ella se queda dormida encima de mí, no sé cuánto tiempo tiene sin dormir, pero sé que luego de esta noticia ella estará mucho mejor.

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Todo sucede como lo predije, luego de una semana veo que la vieja Mad está volviendo, o al menos una parte de ella. Es extraño, pero no me he alejado ni un segundo de ella e intento hacer todo lo posible por verla sonreír. Tenía años sin comprarle unas rosas a una mujer o llevarla a cenar, en público. Pero lo he hecho y aquello le ha dado ánimos. Sé que debo ir a hablar con papá, pero nunca hemos tenido una buena comunicación y no puedo ir a agradecerle.