TREINTA Y DOS

3.9K 324 42
                                    

                  

Debido a que no me siento cómoda en la habitación salgo a la sala poder llorar todo lo que he ocultado durante estas horas. Por supuesto que aún me duelen todas esas cosas y cualquier estúpido movimiento me recuerda por todo lo que he pasado. Todo lo que he pasado por culpa del hombre con el que duermo. Enciendo un cigarrillo, dejando todos los sentimientos invadirme para así desahogarme con lágrimas y silenciosos sollozos, recojo mis piernas hacia mi pecho y enciendo otro cigarrillo.

No sé qué hago aquí. No sé porque me gusta Paulo. No sé porque he sido involucrada en esto. Ni siquiera sé porque debí ir a esa estúpida entrevista, porque no pude escoger a algún estúpido famoso. Posiblemente mi carrera hubiese sido mucho mejor así.

Me arrepiento de las cosas por más que trate de mantenerme positiva, para no volverme loca y tirarme del jodido edificio, porque esa sería la única fácil solución a todo. Pero no, soy Madelaine Arundell y soy fuerte, —o al menos eso trato de convencerme—.

Al mirar a mis manos estoy temblando y el cigarrillo cae sobre el sofá. Rápidamente lo recojo y lo apago, por suerte no ha logrado quemarlo. Me abrazo a mis piernas y recuesto mi cabeza sobre mis rodillas, para seguir llorando. Dios, debo tener mucho tiempo sin llorar tanto.

Los fuertes gritos provenientes de la habitación me hacen reaccionar y levantarme de inmediato. Limpio mis lágrimas con la palma de mi mano y corro para ver qué sucede. Me encuentro con Dragóne moviéndose de un lado a otro en la cama, murmurando cosas incoherentes y su cuerpo cubierto de sudor.

—Paulo.—le llamo, pero no es suficiente. Su respiración está agitada y vuelve a soltar un grito. Maldición.

Rápidamente enciendo la luz y me acerco, sacudiéndole, ya que parece ser la única forma de despertarle. Sus ojos se abren dejándome ver sus iris azules que ahora están opacos. Se sienta en la cama aun respirando con agitación y me mira como si no supiera dónde se encuentra.

—Hey, estoy aquí. —le toco, pero me aparta con brusquedad, tensándose por completo. —Paulo.

Silencio. Pasa sus manos por su rostro y cabello y luego de unos cuantos minutos comienza a respirar normal. Me vuelve a mirar, entendiendo que soy yo, pero no habla aún. ¿Qué habrá soñado? Nunca le he visto así, o al menos ninguna de las noches que hemos dormido juntos, las cuales en realidad no han sido demasiadas. Pero bueno, vivo con él y nunca le he escuchado gritar en las noches.

—¿Estás bien? — cuestiono preocupada. Ni un movimiento para indicarme que lo está, ¿qué coños?

—Violet. —murmura y hago una mueca confundida, ¿de qué habla?

—En realidad es Madelaine, claro, no me molestaría que me llamaras así, lindo nombre, pero definitivamente no el mío.

Su ceño se frunce, posiblemente por la estupidez que he dicho, pero no sabía que decir, parece haber enloquecido, más de lo normal.

—¿Estabas llorando? —dice serio, aún parece tan perdido. Dios, a cualquiera le lastimaría verlo así.

—Nop, Madelaine no estaba llorando. —esbozo una sonrisa y suspira.

—No estoy cambiándote el nombre Mad, sé cómo te llamas. Solo ha sido un sueño.

—Oh. —miro a otro lado para evitar el momento vergonzoso.

—Estabas llorando, ¿por qué? —toma mi mentón con su mano para obligarme a mirarle y muerdo mi labio inferior para evitar llorar de nuevo.

—No, nada. Solo alergia, no he podido dormir.

DRAGÓNE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora