TREINTA Y NUEVE

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Madelaine

Los meses de rehabilitación resultan cuatro después de todo. En el tiempo que me encuentro en la clínica, logro conocerme a misma, aclarar mi mente, y por encima de todo superar los malos incidentes. Absolutamente todos. Ya no soy la Maddie de antes, ni tampoco la de después, ahora soy una nueva Madelaine, una mucho mejor la cual sabe exactamente cómo manejar su vida.

Dragóne ha venido, al principio cada semana, pero luego del primer mes, aquello se convirtió en dos semanas, y luego simplemente vino una vez en el tercer mes, prometiéndome que volvería antes de que saliera. Hoy. Dos semanas antes de salir de la clínica. Quería aclarar su mente de igual forma.

Y aquí estoy yo, en el jardín frente al hermoso lago, esperando por su visita. Me siento relajada, a pesar de que tengo un mes sin verle, sé que lo necesitaba, y pienso que yo también. Y lo único por lo cual no he cambiado opinión es él, estoy enamorada de Paulo Dragóne.

Cierro mis ojos tomando una respiración, escuchando los pasos, y en segundos el perfume de hombre que tanto adoro, invade mis fosas nasales. No habla, solo mira al frente, dándome la oportunidad de detallarle.

Su barba está extremadamente cuidada y su cabello está más corto, haciendo más visible su tatuaje. Lleva un suéter de color gris y una chaqueta de cuero negra por la cual sobresale el gorro de este. Sus piernas están flexionadas y sus brazos están posados cómodamente sobre sus rodillas. Por primera vez en tanto tiempo luce descansado y tranquilo.

Y después de unos cuantos segundos en silencio, decide mirarme, y no hace nada más que esbozar una sonrisa, la cual le devuelvo.

—¿Como te sientes, Mad? —su tono de voz es tan suave, que siento que es otra persona con la que hablo.

—No creo poder superar lo bien que te sientes tú, ¿eh? —bromeo y ríe ligeramente.

—Lamento no haber venido, necesitaba este tiempo para aclarar las cosas.

—Lo sé. —encojo los hombros y el aprieta los labios antes de rodearme con sus brazos, permitiéndome posar mi cabeza sobre su pecho. —Nos han hecho bien a ambos estos meses.

Sus labios se posan sobre mi cabeza y sin poder evitarlo, lágrimas comienzan a recorrer mis mejillas, porque se a donde va esto. Desgraciadamente, lo supe desde el momento que he empezado a mejorarme.

—Eres lo mejor que me pasó y me pasara en mi vida, Mad. —dice y levanto mi cabeza para mirarle con los ojos aguados, el sonríe levemente antes de limpiar mis lagrimas con su dedo pulgar. —Y te amo, como nunca antes había amado a alguien.

—Pero... —sonrío intentando contener mi llanto y noto en sus ojos lo difícil que le es hacer esto.

—Que no este presente en tu vida, no significa que no me importas. Jamás me importará una persona, más que tú.

—No quiero. —aprieto mis labios en un intento de no sollozar de nuevo y el no hace nada más que abrazarme.

—Estar separados todo este tiempo nos ha hecho darnos cuenta que es mejor no estar juntos, Mad. Nuestra relación no involucra peleas normales, y nos hacemos daño mutuamente, lo sabes.

—Si, estoy consciente de que esto debe terminar, solo que el momento ha llegado muy rápido.

—Quiero que tengas una vida normal, y por más que me duela, debo ser realista, no te puedo ofrecer aquello. Luego de cinco años, me volverán a buscar y no quiero que estés involucrada, en lo absoluto. Te amo ahora y lo haré por el resto de mi vida, aunque no estemos juntos.

—Debes arreglar tu vida Paulo, juntos o no, debes salir de esto.

—Estos meses es lo que he hecho, lo puedes notar. Pero de alguna forma siempre nos lastimaremos el uno a otro, Mad. Y no puedo permitir verte herida de nuevo. Quiero que encuentres a alguien que te ofrezca el cielo.

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