Capítulo 4

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ALYSHA

Abrí mis ojos con pereza. Me sentía cómoda, lo que estaba debajo de mí era cómodo. Me esforcé para recordar cómo había llegado a mi cama y saber qué había hecho para que fuera tan cómoda y suave.

Mis ojos registraron mi habitación y la luz del sol entraba tenue por la ventana. Miré a mi alrededor y mi habitación estaba algo ordenada, me senté en la cama con cuidado y decidí que había un problema... ésta no es mi habitación.

Alcé las sábanas que me cubrían y tenía un pijama puesto, eso no me dejaba tranquila, pero tampoco me ponía nerviosa; estaba vestida, lo cual era importante. Me levanté de la cama y decidí que debía explorar la habitación, necesitaba saber qué me había pasado.

Antes de que pudiera dar un paso más adelante, la puerta se abrió, dejando entrar al tipo rubio que es amigo de Damián, o lo que sea que sean. Él cerró la puerta detrás de él y sus ojos no perdieron el tiempo de escanearme. Entonces todo llegó a mi mente: la película, la charla incómoda, una imagen de Damián diciendo algo, y finalmente oscuridad.

—Tú... —Dije, mientras lo señalaba y caminaba hacia atrás.

—Yo... —Dijo, suavemente, como si estuviera hablando con una retrasada.

—¿Qué diablos hago aquí? —Pregunté, mientras me sentaba en la cama. Recordar me había hecho tambalearme un poco.

—En primer lugar, en esta casa no se dicen malas palabras... —Bufé ¿quién le iba a creer eso?

—Eso no te lo crees ni tú mismo. Ahora, dime, ¿qué hago aquí? —Él iba a hablar, pero no le dí tiempo. —Quiero irme. —No me importaba qué hacia aquí, tenía muy en claro que no lo iba a averiguar. —¿Sabes qué?, no me digas nada ¡Yo me voy!

—Tú no vas para ningún lado.

Ya me estaba cayendo mal el chico. Negué con la cabeza y puse ambas manos en mi cintura.

—¿Quién me lo va a impedir?

Intenté tomar una postura algo intimidante, pero, vamos ¿a quién intimidaba? El chico es mucho más alto que yo, y su sonrisa burlona en sus labios me decía que él lo sabía y en este momento lo tenía bastante claro.

—No eres intimidante, así que no lo intentes, eso te hace ver más... —Meneó su mano,  buscando una palabra. —¿Adorable?

—Adorable es lo que menos soy. —Bajé mis brazos, dispuesta a atacarlo. Tenía que buscar un plan para salir de aquí, no me iba a quedar de brazos cruzados. Tenía que ir a la universidad, no había visto la hora, pero a juzgar por el sol, Killian debe estar llegando a mi departamento en mi búsqueda, y no me gustaría ver a una Killian enfadada. La última vez que la vi, no fue nada agradable.

—¿Puedo desayunar? No he comido desde anoche. —Dije, sabiendo que era bastante verdad, estar embarazada era una buena excusa. —Ya sabes, eso de comer por dos.

Él asintió algo dudoso mientras abría la puerta de la habitación. Yo caminé despacio para que él viera que no era una amenaza. Al salir, imaginé que me cargaron hasta el segundo piso, porque una escalera apareció ante mi vista, era en forma de caracol y estaba divida en dos, nosotros teníamos que bajar por la derecha.

Silbé ante la lujosidad de la casa, cuadros y cosas, que supongo eran bastante caras, fueron apareciendo mientras bajamos las escaleras. Entonces decidí que era el momento perfecto, pues el estúpido rubio no me tenía agarrada.

Muy grave error.

Comencé a correr escaleras abajo antes de escuchar los pasos acelerados del rubio. Vi la puerta al frente y nunca había estado más agradecida en mi vida que ahora al ver entrar a un hombre, quien se quedó algo confuso cuando pasé por su lado corriendo.

—¡Libertad! —Grité, mientras corría por lo que supongo es el patio delantero, ya que estaba cubierto de pasto.

Los gritos del rubio alertaron a los demás hombres que se me encontraban en el frente y me dieron ganas de devolverme y estrangularlo, pero sería en otra ocasión. Mientras, seguí corriendo intentando evadir a los hombres que estaban dispuestos a atraparme, pero tenía una ventaja: yo era más pequeña que ellos.

Mis pasos y mis esperanzas fueron desapareciendo cuando miré el portón de la casa. El muy maldito estaba cerrado con llave.

—¡Maldita sea! —Grité, mientras me dejaba caer al suelo. Al fin y al cabo, me iban a atrapar. Mis últimas esperanzas de escapar se vieron detenidas por un maldito portón cerrado con llave.

Seguía escuchando pasos agitados detrás de mí, pero ya no me importaba nada, las lágrimas empezaron a salir y me imaginé lo ridícula que debía verme.

Unos brazos se envolvieron alrededor de mi cintura, levantándome.

—Bajen todos sus armas, ¡AHORA! —Me estremecí ante la voz de Damián. No me había dado cuenta que todo el mundo tenía sus armas apuntándome.

¿Cómo, si estabas corriendo por tu vida?

Buen punto.

Miré al maldito rubio, quien me miraba con algo de diversión. Al maldito le divertía que estaba atrapada. Damián empezó a moverse y me dieron ganas de morderlo, pero me contuve. Estaba atrapada de todas maneras, gústeme o no me guste.

—No puedes salir así como así. —Dijo, mientras entraba a la casa.

—Quiero irme. —Dije, sintiendo la piel caliente de su pecho desnudo.

¡Diablos, eso no es bueno!

Me sorprendí cuando vi que se dirigió a la dirección contraria de las escaleras de caracol. Me dediqué a mirar la casa, era algo así como la casa de ensueño de toda persona. Los muebles eran modernos, los colores opacos. La noche que había venido no me había fijado en nada de esto.

¿Cómo, si estabas distraída en otra cosa?

Otro buen punto.

Volví a la realidad cuando Damián se sentó en la mesa de comedor, dejándome en su regazo. Sus brazos se apretaron alrededor de mi cintura, como si estuviera preparado por si yo iba a huir.

—¡Quiero irme! ¡Me secuestraste, imbécil! —Comencé a moverme como loca, no dispuesta a no dar pelea por salir de aquí.

—Estate quieta, Alysha. —Su voz algo ronca, y sentí algo debajo de mí, algo duro y grande. ¡Lo que me faltaba!

Al parecer, a Damián le excitaba la idea de tenerme atrapada entre sus brazos.

Dejé de moverme, y pude escuchar una risita detrás de mí, se estaba riendo. Su risa se detuvo lentamente y volvió a entrar el maldito rubio de nuevo al comedor.

—¿Y ahora qué? No pienso escapar. —Por ahora, agregué en mi mente.

—Tranquila, sólo vengo a desayunar. —Dijo, encogiéndose de hombros y sentándose en una de las sillas.

—Alysha, te presento a Jess. Mi hermano.

¡¿QUÉ?!

Embarazada de un mafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora