Capítulo 10

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DAMIÁN

Damián miró hacia donde se había ido Alysha, la confusión en su rostro lo hizo sentirse de una manera que no comprendía, pero últimamente todo lo que pasaba en su vida eran cosas que no comprendía; como por ejemplo, lo que estaba sintiendo por esa chica. Era tan grande que no se había dado cuenta de lo que había dicho, o mejor, de lo que él le había pedido.

—Señor, —uno de sus hombres de seguridad apareció delante de él. —ha llegado esto. —el joven de menos de veintitrés años de edad alzó un sobre en el aire.

—¿Quién lo ha mandado? —preguntó mientras lo tomaba en sus manos, examinando el paquete.

—Cristiano.

Al salir el nombre de la boca del muchacho, los pelos de la nuca de Damián se erizaron. Cuando se trataba de Cristiano no era para nada bueno. Su amigo sólo lo contactaba cuando las cosas en su imperio de la mafia iban mal, una noticia, o tal vez algún chisme nuevo, como solía llamarle Damián para incomodar a su amigo.

Damián asintió al muchacho antes de darse la vuelta y caminar lo más rápido posible hacia su despacho, donde usualmente trabajaba las cosas de este tipo de caso. Al sentarse en la silla detrás de su escritorio, tomó una navaja del cajón derecho del escritorio para abrir el paquete sin ninguna delicadeza. Vació el contenido en la mesa y una memoria USB, junto a un papel doblado, apareció delante de sus ojos.

Tomó la memoria USB y la conectó a su computador, dejando que la computadora haga su trabajo de canalizar. Tomó la hoja y la desdobló para leer el contenido, pero una imagen de un hombre de color moreno apareció enfrente de sus ojos.

Esta es la mierda, Damián, necesito que mates a este hombre. En la memoria USB está toda la información que necesitas. No preguntes, solo hazme el favor.
-C.

Eran las únicas palabras que decía el papel que tenía en sus manos, y suponía que al que tenía que matar era al hombre de la foto. ¿De qué diablos iba cristiano esta vez?

Para ver si entendía la locura que se le había metido a su amigo, abrió la carpeta de la memoria USB que mostraba la computadora. Archivos e imágenes empezaron a abrirse una a una, y lo que los ojos de Damián estaban viendo eran cosas que no podía creer.

La madre de su amigo estaba muerta.

***

La puerta del despacho se abrió dejando entrar a un Jess totalmente agotado. Desde que su hermano lo había llamado, él había corrido desde el otro lado de la casa, hasta el despacho.

—Espero que esto sea importante. —habló tomando una pausa para tomar el poco de aire que le faltaba, luego tomó asiento en una de las sillas frente al escritorio.

—Es la madre de Cristiano.

—¿Y?

—Está muerta.

Silencio por un momento.

—Oh. —Fue lo único que salió de los labios de Jess luego de un momento de incómodo silencio. —¿Y qué quieres que hagamos?

Damián deslizó la foto por la superficie de la mesa antes de dejar la imagen frente a Jess, quien tomó el papel de fotografía en sus manos y miró a Damián antes de volver a concentrase en ella.

—Cristiano quiere su cabeza. —Damián le dedicó una sonrisa a su hermano, era algo helada bastante fría, cosa a la que Jess estaba acostumbrada. —Ese será su regalo de cumpleaños por adelantado.

—¿Dónde debemos ir?

—Este hombre está en Rusia. —Hizo una pausa para buscar un archivo de la memoria USB. —Según lo que dice aquí, es un jefe de un grupo de personas, no hablo de ese grupo de personas de esas que van a la iglesia y oran, te hablo de un grupo de personas de narcotráfico. También es dueño de varias empresas. —Jess negó con la cabeza.

—¿Qué tan famosa es esa empresa?

Damián se encogió de hombros.

—Lo suficiente como para levantar sospechas.

—Estás loco.

—Puede ser. —Damián se levantó de la silla y apagó la computadora, para luego tomar la memoria USB y llevarla a la caja fuerte de su despacho. —Pero él mató a Jocelyn, Jess, y esto no se va aquedar así. No debe quedarse así.

—¿Y después? —Jess se levantó de la silla para confrontarlo.

—Nadie tiene que darse cuenta de quienes lo mataron, Jess. —Damián miró a su hermano con una expresión burlona. —Al menos que tú nos delates, hermano. ¿Harás eso?

—Sabelotodo. —Damián se dio la vuelta y terminó de colocar la clave de la caja fuerte. —¿A qué hora partimos?

—Mañana, esta tarde tengo cosas que hacer y no puedo posponerla. —Dijo mientras pensaba en que hoy era el primer chequeo de su bebé en camino.

—Bien.

—Reserva habitaciones en un hotel, prepara el jet y... —Él hizo un gesto con la mano. —Ya sabes qué hacer, Jess. —Damián tomó asiento en la silla, de nuevo. —Ahora piérdete.

Jess salió del despacho sin decir ninguna palabra.

Damián dejó caer su cabeza hacia atrás mientras pensaba en todo lo que estaba pasando en su maldita vida. Le había pedido matrimonio a Alysha sin saber, sin pensarlo, simplemente le había puesto la cartas sobre la mesa y ella las había rechazado.

—Diablos... —Murmuró antes de levantarse y servirse una copa de Whisky. Cuando la había tomado, volvió a la misma posición en la que se encontraba antes.

Sus sentimientos le estaban golpeando fuerte, y lo más extraño era que él no entendía porqué le estaba pasando esto. Sólo había estado con esa mujer una noche, sólo una noche bastó para que él estuviera detrás de ella como un maldito perro faldero, haciéndole pensar que ella le había embrujado.

Negó a ese pensamiento, miró su reloj y se puso de pies. Dentro de algunas horas vendría el doctor y revisaría a Alysha. Le daba un poco de tiempo para leer.

Damián había decidido que todo lo respecto al embarazo se hiciera aquí, tanto que habían creado una pequeña sala con todo lo que el doctor necesitaría para llevar a cabo el procedimiento del embarazo. Damián quería que todo se manejara con orden y precisión ¿Y qué mejor que tener un mini hospital en su casa?

Damián se acercó a un librero y tomó un libro rojo de tamaño grande para luego volver a regresar a su asiento. Dejó el vaso con Whisky en la mesa y se dedicó a leer el gran libro que tenía en manos con el título El cuidado del bebé, de la Dra. Frances Williams. Él mismo había elegido minuciosamente una cantidad de libros con respecto al cuidado de bebés.

Para algunos no era un secreto que él y Jess nunca tuvieron una figura paterna que les guiara o les regalara el amor que un padre le daba a sus hijos. Ellos habían crecido únicamente con el amor de su madre.

Había elegido los libros porque no pensaba recibir al bebé sin saber nada acerca de sus cuidados o de lo que necesitaban. De vez en cuando, en los últimos días, cuando pensaba frecuentemente en tener esa pequeña criatura en sus manos, se preguntaba:

¿Cómo lo cargaría? ¿Y si lo asfixiaba porque lo mecía de un lado a otro con más fuerza de la debida?

Él verdaderamente quería saberlo todo y poder darle lo mejor a su hijo.

Así que no pasó mucho tiempo antes de que se hundiera en el mundo de las letras.

Embarazada de un mafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora