ALYSHA—Al fin llegas.
Le sonreí a Damián desde la bañera, luego de haber estado separada de él durante dos días. Me devolvió la sonrisa moviéndose con estilo y gracia hasta quedar agachado enfrente de mí.
—¿Cómo estás? —susurró, sus labios peligrosamente cerca de los míos.
—Excelente.
Sin importar que vistiera un traje, una de sus manos fue dentro del agua para acariciar mi panza.
—¿Cómo han estado ellos? ¿Ha habido algún problema? —Negué con la cabeza y lo miré embelesada, a veces simplemente no podía creer que lo tenía a él junto a mí. Una sonrisa apareció en sus labios mientras seguía acariciando mi panza.
—No veo el momento en que nazcan. —dijo antes de sacar la mano del agua y volverse hacia mí.
—Quiero verte emocionado para cuando lleguen los cambios de pañales. —bromeé. Y al juzgar por cómo su rostro se contrajo en dolor antes de volver a ocultarlo, aseguré que no le había gustado mi broma. —¿Pasa algo? —pregunté tratando de averiguar el porqué de esa expresión.
—Para nada. —dijo rápidamente, antes de salir del baño.
Luego de unos segundos como no escuche la puerta de la habitación ser cerrada supuse que aún estaba en la habitación. Me quedé ahí durante un rato mientras pensaba distraídamente en Damián. Hasta ahora no había habido ningún atentado para que estuviera preocupado, pero sí debía agregar que había estado un poco raro desde que habíamos tenido una conversación, y no cualquier conversación, estábamos hablando de "salir de la mafia", esa no era cualquier conversación, y mucho menos era un juego, pero había algo que no me quedaba claro y me preocupaba a la misma vez. ¿A qué precio sería esa salida? ¿Cuánto costaría?
Había tratado de informarme con algunas personas y hasta con la esposa del mentor de Damián, pero nada de lo que me había dicho me había convencido y mucho menos aclarado mi duda de cuánto nos iba a costar esto. Para mí sólo había una salida y esa, lamentablemente, era la muerte.
***
—Al llegar no me has besado. —murmuré mientras me colocaba la sudadera negra extra grande que había comprado, y luego unos pantalones de chándal gris. Él vestía casi la misma ropa, pero todo de negro, haciéndolo ver exquisito.
Tranquila, hormonas.
—Lo siento, he estado distraído. —sonrió de lado antes de acercarse y poner sus manos en mi rostro para besarme. Me agarré a sus bíceps alejando un poco el cabello que caía sobre ellos mientras sentía sus labios moverse contra los míos suavemente. Suspiré al saber cuánto había anhelado ese contacto. Cuando terminó el beso su frente descansó contra la mía. —Te amo. —susurró. —Te amo más que todo en el mundo. —sonreí ante su declaración.
—Yo también te amo. —Lo sentí suspirar suavemente. Sus manos bajaron hasta ahuecar mi vientre, su mirada bajó hasta ella. Solo por joder dije: —Y a ellos, ¿los ama? —él alzó la mirada sorprendido por la pregunta, y ante mi sonrisa, sonrió, para luego volver la mirada hacia mi vientre.
—Me han hecho un hombre nuevo, tú y ellos. Nunca sabrás lo bueno que ha sido su llegada a mi vida, porque a ese paso me doy cuenta que tal vez podría haber acabado con mi vida.
Casi quise llorar por sus palabras.
—Para ser un mafioso, eres muy bueno con las palabras.
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Embarazada de un mafioso
Aksi¿A quién se le ocurría salir a perder su virginidad a un club nocturno? Exactamente, a ésta estúpida. Y como todo lo que se hace sin ser consciente de lo que puede traer esa acción en el futuro, todo eso trae su consecuencia, y la mía, lamentablemen...