DAMIÁN
—¿Entiendes por qué no puedes venir así aquí?-Habló, mientras miraba a su amigo Sam tirado en el suelo con sus brazos en la espalda. —¿Sabes por qué no te han matado aún? —volvió a preguntar, y otra vez no obtuvo respuesta por parte de Sam. Damián llevó sus dedos al puente de su nariz y apretó, negó varias veces con la cabeza y suspiró.—Llévenlo dentro. —Ordenó, antes de dar vuelta y empezar a caminar.
Al ver los ojos de su amigo supo inmediatamente que él no estaba bien y mucho menos sobrio, si es que así se le podía decir a una persona drogada. Sus ojos habían delatado lo que Sam había consumido: Cocaína.
Esto se está saliendo de control. —Pensó.
Antes, simplemente la usaba para ayudar la presión del trabajo, pero ya no tenía ninguna excusa y como su mejor amigo, sabía que tenía que ponerle un alto antes de que las cosas fueran a mayores o la prensa se enterará, y arruinará la carrera de su amigo.
Miró como sus hombres lo dejaban en la cama de la habitación de huésped, detuvo a uno de sus hombres que pasaba por su lado y le ordenó que buscara a Mandy. Luego de unos minutos, la joven pelirroja entró en la habitación e hizo una mueca, -la cual no pasó por desapercibida para su jefe-, al ver el personaje tirado de espalda en la cama.
Damián entendía a la perfección a la mujer, Sam era una de esas personas que a la hora de bañarlos eran insoportables y se comportaban de un modo bastante infantil.
—Si te hace sentir mejor, puedes usar el agua fría. No tengas compasión. —Se sorprendió que aún como se encontraba irritado por la escena de Sam, encontró el espacio para bromear.
Ella pasó por delante de él mientras seguía a la hombres que agarraban a Sam de ambos brazos cuando ella le hizo un gesto, murmurando acerca de que si no fuera por su hija no tendría que estar trabajando, y tampoco tendría que bañar a Sam. Damián se encogió de hombros, despreocupado, antes de sacar su teléfono del bolsillo delantero de su pantalón de vestir y textear a su hermano.
Damián: ¿Cómo vas?
Jess: ¿Sabes que come como una embarazada?
Frunció el ceño al leer el texto que su hermano le había mandado, era algo lógico.
Damián: Alysha está embarazada, se supone que debe comer por dos. —La repuesta de Jess no se hizo esperar.
Jess: No hablaba de ella. Su amiga es la que come como embarazada.
Será idiota... —Pensó.
Un grito proveniente del baño hizo que bloqueara el teléfono y se pusiera en guardia... Sam estaba dando lucha de nuevo.
***
Dos horas después.
Damián cerró la puerta de su despacho mientras pensaba cuántas veces Sam había interrumpido en su casa de una manera bastante preocupante y hasta el tope de cocaína.
Tres. Tres era el número de veces que él había hecho lo mismo.
La primera vez entró en su casa, disparando hacia el cielo con el regalo de navidad que él le había comprado: una glot 48, para su defensa personal. No para que interrumpiera en su casa cuando le viniera en gana.
La segunda vez, Sam había estrellado su auto contra el portón de la entrada de la casa de Damián, por milagro saliendo totalmente ileso del pequeño accidente.
Y la última vez, que se trataba de ahora, entró a la casa como si fuera el dueño de esta mientras portaba el arma en su cintura.
La seguridad de Damián era muy estricta, y tenían la orden de disparar y luego preguntar a cualquiera que entrara con un arma a su casa sin avisar.
Damián se sentó detrás de su escritorio mientras estudiaba a Sam, que estaba sentado en el mueble de cuero negro con la mirada perdida.
—A partir de ahora, no más cocaína. —Damián habló primero, rompiendo el silencio que se había formado entre ambos. Los ojos de Sam se posaron en él, mirándolo con incredulidad mientras se preguntaba si Damián hablaba en serio. —Hablo en serio. —Habló, como si pudiera leer el pensamiento de su amigo. —Ya no más...
—No eres nadie para impedirlo. —Sam se había levantado del asiento, interrumpiendo lo que Damián estaba hablando. Éste último apretó la mandíbula mientras dejaba que las palabras de su amigo se sentaran en su cabeza.
Damián tuvo que recordarse un par de veces que no era Sam el que hablaba. Podría que aún estuviera sintiendo los efectos de la droga que había consumido, muy leve, pero aún estaba en su organismo.
—Tu amigo, eso es lo que me creo. Además... —Hizo una pausa. —¿Por qué vienes aquí si no soy nada?
—Lo siento. —dijo Sam, rápidamente, mientras empezaba a caminar de una lado a otro en la habitación. —Está bien, ¡Está bien, maldita sea! ¿Eso quieres? ¡Eso haré!
No tenía que decir que había aceptado, Damián sabía perfectamente que él había aceptado sus condiciones de ¨No más cocaína¨, pero si algo le preocupaba era la repentina aceptación. Sabía que Sam era de los que daba lucha para cualquier cosa, Sam Collins podría ser todo lo que quiera, pero ¿dócil? Esa no era palabra que iba acorde con su amigo. Conociéndolo perfectamente, se atrevió a preguntar:
—¿Qué ocurre? —Observó como Sam seguía moviéndose de un lado a otro.
—Es ella. —Dijo, sin pensarlo. Ya no le importaba nada, no después de todo lo que le estaba pasando. —Esa mujer me está volviendo loco, y voy a tenerla.
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Embarazada de un mafioso
Akční¿A quién se le ocurría salir a perder su virginidad a un club nocturno? Exactamente, a ésta estúpida. Y como todo lo que se hace sin ser consciente de lo que puede traer esa acción en el futuro, todo eso trae su consecuencia, y la mía, lamentablemen...