ALYSHAUn grito proveniente de la televisión provocó que me despertara. Al mirar la pantalla casi me estuve cayendo hacia atrás con todo y sofá. La cosa más horrorosa del mundo se encontraba en la pantalla: un muñeco con dos cabezas y colmillos, como si fuera alguna especie de vampiro.
Unos toques en la puerta hicieron que diera un brinquito en el sofá. Apenas tuve tiempo de evitar que un grito saliera de mi boca, y el miedo empezó extenderse por todo mi cuerpo.
¿Qué hace una persona cuando algo así empieza a pasarle? Había visto películas de terror antes, y no me pasaba ninguna situación similar.
—Sé que estás ahí, Alysha Almost. —Una voz algo grave y vagamente familiar habló desde el otro lado de la puerta.
Tomé mi celular de la mesita, el cual marcaba que eran las dos de la mañana.
¡¿Qué diablos?!
Rápidamente la idea de llamar a la policía apareció en mi mente.
—¿Quién eres? —Serás burra, ¡Ya saben que estás aquí!
—Abre la puerta, Alysha.
Me levanté del sofá con algo de positivismo y valentía. Miré a través de la mirilla de la puerta, el alivio recorrió mi cuerpo, pero fruncí el ceño inmediatamente. Abrí la puerta y luego crucé mis brazos.
—¿Qué diablos haces aquí? ¡Son las dos de la mañana!
—Cállate.
Un Damián algo nervioso entró en mi apartamento seguido de algunos hombres, los cuales entraron junto a él, cada uno ubicándose detrás de éste. La sala se veía pequeña con todas estas personas dentro.
—¿Embarazada?
Me dí la vuelta para mirar a Damián. Su hermoso rostro lleno de algunas pequeñas cicatrices, esas que me atraían por completo hacia su persona. Reprimí un gemido por cuánto deseaba su piel de nuevo, y que estuviera desnuda para poder tocar cada centímetro de su piel. Me quedé mirando su pelo negro que llegaba hasta la mitad de su espalda amarrado en un trenza hacia atrás que se perdía por las curva de sus hombros.
—¿Cómo me encontraste? —Pregunté, saliendo del embobamiento.
—No me has respondiendo la pregunta que te hice ¿Estás embarazada? —Su tono de voz era algo demandante, sus ojos negros me miraban con algo que no podía identificar, pero lo que sí sé es que son preciosos.
¡Alysha, concéntrate! ¡Deja los halagos para después!
—Sí, ahora contéstame ¿Cómo me encontraste? —Él dejó escapar un suspiro.
—Me lo pusiste demasiado fácil poniendo tu número en el papel que mandaste.
Debía ser sincera, nunca pensé que el rubio le iba a entregar la carta, pero era algo que agradezco el que se la haya dado, porque sinceramente no sabría qué hacer de aquí en adelante. No sabía ni qué iba a hacer hasta con mi propia vida, ahora para pensar en la de mi hijo también.
—Entonces... —Aclaré mi garganta, mi voz había salido algo chillona. —¿Te harás cargo? —Me sentía algo incómoda con todas estas personas mirando, pendientes a la conversación mientras estaban callados.
—¿Cómo sabes que ese bebé es mío? —Aquí venía la pregunta del millón, muy fácil de contestar por cierto.
Sonreí, algo que hacía cada vez que me encontraba nerviosa.
—Perdí mi virginidad contigo. —Dije, sin reparar en la vergüenza que me iba a dar. Diablos, eso fue incómodo de admitir delante de tantas personas. —¿Podemos hablar en privado? Es que me siento algo incómoda. —Sentí mis mejillas arder furiosamente, indicando lo obvio.
Él me miró por unos largos segundos, los cuales sentí como si fueran minutos. Llevé mis manos a mi espalda, retorciendo mis dedos nerviosamente. Al final él asintió y miró a los hombres en la habitación, los cuales salieron sin ninguna palabra de parte de Damián.
Los hombres salieron sin hacer el menor ruido, entre ellos ví al rubio, éste que me dedicó una mirada algo confusa antes de salir del apartamento y cerrar la puerta detrás de él.
Volví a mirar a Damián, enfocando toda mi atención en él. Sus manos se movieron hasta quedar dentro de sus bolsillos.
—¿Cómo que perdiste tu virginidad conmigo? No recuerdo muy bien eso.
Algo dentro de mi tenía la esperanza de que me recordara, pero ese maldito sentimiento se fue al inodoro al escuchar sus palabras. ¿Pero, qué esperaba? los mafiosos nunca tienen su pene dentro de una sola vagina.
La vida es una perra.
—Tampoco recuerdas haberme dicho que eres un mafioso. –Sonreí de lado. Su rostro no mostró sorpresa o algo por el estilo.
—Eso lo recuerdo perfectamente. —Dijo, mientras daba un paso hacia adelante con mucha seguridad.
—Perfecto. —Dije mientras tomaba asiento en el sofá individual de mi pequeña sala. —Esa noche fui al club, a buscar a alguien para perder mi virginidad... —Empecé a decir mientras sentía mis mejillas arder de nuevo, pero no iba a dejar que mi vergüenza me prohibiera hablar claramente. —Entonces, apareciste tú. Y, bueno, hicimos lo que íbamos hacer. Yo estaba borracha, pero al despertar, recordé todo. —Él no dijo nada luego de algunos minutos que pasamos en total silencio, así que decidí volver a hablar.—No es necesario que te hagas cargo del niño si no quieres, puedo hacerlo por mí misma. —Damián se cruzó de brazos antes de hablar.
—¿Estudias? —Esperaba otra pregunta, pero bueno.
—Sí, último año en arquitectura. —Respondí jugando con el doblillo de mi camiseta
—¿Trabajas?
—No, pero podría buscar un trabajo. —Me encogí de hombros, recordando la oferta de trabajo de mi hermano para cuando termine la universidad.
—Entonces ¿Cómo piensas mantener al bebé si no trabajas? —Él miro alrededor del apartamento. —¿Piensas tenerlo aquí?
—¿Qué tiene de malo mi apartamento? —Fruncí el ceño.
—No está ubicado en un lugar seguro.
Oh, no, aquí no. Muy bonito y todo el hombre, pero hasta aquí. ¿Piensa que no me doy cuenta cómo se está burlando de mí? ¿Qué tal si no se cree que es su hijo y sólo está molestándome porque no tiene otra cosa que hacer a las dos de la mañana?
—¿Sabes qué? —Me levanté del asiento. —Tienes razón, mi hijo no es tuyo, así que puedes irte.
La puerta volvió abrirse y el chico rubio entró en el departamento. Miré a Damián, quien me sonrió antes de volver a hablar.
—Claro que no, muñeca. Eso no lo decides tú. —Dijo, para luego chasquear la lengua.
Detecté un movimiento por el rabillo del ojo, pero fue demasiado tarde.
Pataleé y traté de gritar cuando sentí algo suave colocado en mi nariz. Aguanté la respiración cuanto pude, pero me hacía falta aire luego de un rato.
Sabiendo a lo que me ha abstenía, respiré, para luego caer en la maldita oscuridad.
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Embarazada de un mafioso
Aksi¿A quién se le ocurría salir a perder su virginidad a un club nocturno? Exactamente, a ésta estúpida. Y como todo lo que se hace sin ser consciente de lo que puede traer esa acción en el futuro, todo eso trae su consecuencia, y la mía, lamentablemen...