ALYSHA—Solo serán algunos meses, Killian —Le dije antes de acercarme abrazarla. —Sólo hasta que el embarazo termine. Luego me iré con mi hijo, y él vendrá a verlo si desea.
Eso espero —pensé.
—Está bien. —me alejé de ella y acaricié su mejilla. — ¿Cuándo iremos de compras para mi sobrino? —hice una mueca pensativa.
—Pronto. —Miré hacia donde se encontraba Jess, nos había dado espacio a ambas para hablar. —Me tengo que ir. —Besé su mejilla. Hice un gesto de despedida con la mano, para luego darme la vuelta y comenzar a caminar a la camioneta. Quería decirle que me llamara, pero a estas alturas ni sé dónde se encuentra mi teléfono.
Abrí la puerta de la camioneta y me senté en el asiento de atrás, mientras Jess se sentaba en el asiento del copiloto y le daba instrucciones al chofer. Apoyé mi cabeza en el cristal de la ventana, y dejé que mis pensamientos vagaran a sus anchas mientras me perdía en el camino. La casa de Damián se encontraba un poco alejada del centro de california y de cualquier vivienda que estuviera en esos lados, y ahora que lo pensaba, era un lugar muy típico de los mafiosos.
Al llegar a casa, Jess me dijo que Damián me esperaba en su despacho. La casa se encontraba un poco patas arriba, personas moviéndose de un lado a otro con objetos de valor y colocándolos en lugares estratégicos.
Al llegar arriba, abrí la puerta del despacho sin tocar para encontrarme a Damián tomando algo sentado en su escritorio.
—Pasa. —Ordenó. Miré dentro de la habitación para luego dar unos pasos vacilante, solo por unos segundos hasta que lo hice firmemente. —Toma asiento, por favor.
—Estoy bien así. —Me detuve frente al escritorio y arrugué la nariz por unos segundos.
—Insisto. —Rodé los ojos e hice lo que me pidió. Subí una de mis piernas en el reposa brazos del asiento. — ¿Cómoda? —Alcé la vista y vi que sus hermosos ojos negros estaban algo brillante. Apuesto lo que sea a que estaban más negros de los que los había visto alguna vez, lo que para mí era imposible, pero ahí estaban, delante de mí. Tragué saliva y aclaré mi garganta.
No muestre cuánto te afecta.
—Sí. —Dije al final, felicitándome mentalmente por no mostrar ninguna debilidad delante de él.
—Bien. —Apartó sus ojos de los míos y me tranquilicé. —Esta noche... —Comenzó a decir. —hay una fiesta. —Sus ojos se posaron en el ordenador que tenía delante de él. —Y debes estar. —Volvió su atención a mí antes de teclear algunas cosas.
—¿No me puedo quedar en la habitación? —Pregunté.
—No. —Me tomó por sorpresa la rapidez con la que dijo su repuesta. Pasó una mano por su pelo largo y sedoso, enterrando sus dedos en él antes de agacharse detrás del escritorio. Al levantarse, deslizó una pequeña caja negra, la cual se detuvo en el borde del extremo donde me encontraba.
—¿Qué es? —Pregunté, tomando la pequeña caja y dándole vueltas.
—Un anillo... —Asentí, y miré sus ojos los cuales me escanearon antes de sonreír. —de bodas.
—Nunca pensé que así me pedirían matrimonio. —Dejé la caja en el escritorio, sin siquiera abrirla. —No.
—¿No?
—No, es la repuesta a tu pregunta mal hecha. —Su sonrisa se extendió más, haciéndolo ver malditamente más hermoso.
—Cada día me sorprendes más —Se acarició la barbilla y dejó de sonreír. —pero te quiero en esa fiesta, a mi lado, para saber que estás segura. Digamos que el mundo de la mafia no es como lo pintan en las películas o los libros. —Hizo una pausa antes de recostarse en el asiento; hice lo mismo, bueno, más de lo que ya estaba. —Pero se respeta a la mujer del otro...
—No soy tu mujer. —Me crucé de brazos, poniéndome a la defensiva.
—Eres inteligente. —Murmuró con sarcasmo antes de hacerse el que se aclaraba la garganta y mirarme fijamente. —No, no eres mi mujer. —Algo, algo había en esa mirada que me dio escalofrió cuando él pronunció las palabras. —Pero eres la madre de MI hijo, por lo tanto, si a ti te pasa algo en esa fiesta, a él o a ella también...
—¡Perro! —Me levanté, dándole un golpe a la mesa. —¿Te importo una mierda, cierto? —Él tomo la misma posición que yo tenía, y su cara estaba a pocos centímetros de la mía. Su expresión era calmada a diferencia de la mía, yo estaba enojada, muy enojada.
—Tú empezaste este juego.
¿Y ahora de qué habla?
—En ningún momento dije que no importabas. —Echó la cabeza hacia atrás y abrió los brazos. —Eres la madre de mi hijo, por supuesto que tú importas. —Lo vi arreglarse el chaleco del traje gris que llevaba puesto. —Tienes que irte a preparar. No salgas de la habitación hasta que yo te busque. —Volvió a sentarse en la silla antes de hacer una seña de que me fuera.
Negué con la cabeza y me di la vuelta para irme de ahí, pero antes de que pudiera dar unos pasos más, su voz resonó en el lugar.
—¿No olvidas algo? —Me di la vuelta, para verlo sostener la caja en sus manos.
Sonreí fríamente y me acerqué a tomar la caja. Al doblar la mitad de mi cuerpo en la mesa, mi escote entró en su campo de visión, haciendo que sus ojos se posaran ahí.
Sonreí, pero esta vez de verdad, y extendí la mano. Cuando pensé que me entregaría la caja, tomó mi mano entre la que él tenía libre y se la llevó a la boca, dejando un beso en la palma, sin despegar sus ojos de los míos. Quise apartar mi mano, pero estaba estancada atrapada por la belleza de sus ojos. Ahogué un gemido cuando su lengua se deslizó por esta, en un movimiento tan erótico y tan...
Alejé mi mano rápidamente y él sonrió, le daba gracia lo que provocaba en mí. Dejó la caja en la mesa y la tomé bruscamente antes de irme de ahí.
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Embarazada de un mafioso
Aksiyon¿A quién se le ocurría salir a perder su virginidad a un club nocturno? Exactamente, a ésta estúpida. Y como todo lo que se hace sin ser consciente de lo que puede traer esa acción en el futuro, todo eso trae su consecuencia, y la mía, lamentablemen...