Capítulo 25

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ALYSHA

Odiaba haber tenido que dejar la isla. Sentía que algo extraño estaba pasando, y todo eso lo empecé a sentir desde que Sam había llegado a la casa. Simplemente había algo en todo eso que no encajaba, y tampoco ayudaba el que me dijera que tenia una sorpresa para mí.

Apreté más la mano de Damián mientras caminábamos hacia las camionetas, con Sam enfrente de nosotros.

Damián estaba guapísimo con sus vaqueros negros rasgados solo un poco en las rodillas, camiseta del mismo color, y zapatillas deportivas blancas. Se veía magníficamente de su edad real, y los tatuajes le daban ese toque de chico malo. El poder y el peligro emanaban totalmente de él, y eso de alguna forma me atraía y me hacia desearlo mucho.

Me mordí el labio. Sí, las hormonas estaban haciendo los suyo.

Llegamos a las camionetas, Skylar estaba esperando enfrente de una. La abracé rápidamente, prometiendo llamarla antes de volver con Damián a nuestra propia camioneta. Jess estaba ahí, esperando por nosotros. Abrazó a su hermano antes de hacer lo mismo conmigo.

—Es bueno verte de nuevo, embarazada.Golpeé su hombro y me separe de él.

—Estúpido. —Me acerqué a Damián y tomé su mano para lograr entrar en la camioneta. Él tomó asiento a mi lado y Jess en el asiento del copiloto, rápidamente empezamos a movernos.

—¿Cómo les fue por allá? ¿Follaron mucho? Porque yo sí lo hice. —El golpe por parte de Damián no se hizo esperar. Negué con la cabeza en dirección de Jess.

—Sigues siendo un idiota. —me sonrió.

—¿Que esperabas, nena? Una semana no es suficiente para cambiar.

Sonreí y me apoyé contra Damián con un suspiro. Una de sus manos llegó a mi cabello, acariciándome dulcemente, y podría decir que fue inconsciente ya que cuando lo miré estaba mirando hacia adelante, la mirada perdida en alguna parte. Verlo así sólo hizo aumentar mis sospechas.

Miré a través de la ventana, tratando de repetirme a mi misma que solo estaba algo paranoica y tratando de distraerme, pero por más que lo intentara no recordaba este camino de vuelta a casa.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué estamos yendo al otro extremo? — le pregunté a Damián, dándome cuenta de que me había estado mirando.

—Esta es la sorpresa. — sonrió con esa boca tan maravillosa y pecaminosa, esa que tantas veces la había tenido entre mis muslos...

—¿Qué hiciste? —Se inclinó y besó mi frente. Respiré su olor tan familiar. Él siempre olía maravilloso, a colonia y jabón.

—Deja que lleguemos y te mostraré.

***


—¡Damián! —grité cuando dio un duro chupón a mi clítoris. Me agarré a su cabello, tratando de mantenerlo pegado a mí, donde lo necesitaba. Di un respingo y luego dejé escapar un gemido cuando sentí su lengua tratando de entrar en mí y empezar a follarme.

Oh, buen Dios. Taaaan bueno.

La sorpresa no era más que una casa nueva para nosotros. Damián había dicho algo de una nueva dirección y otra cosas ahí a las que no presté atención.

—Nena, necesito entrar. —dijo, sacándome de mi pequeños pensamientos y besando el interior de mi muslo, moviéndose un poco hasta chupar de nuevo mi clítoris.

—¡Joder! —grité cuando lo succionó. Yo también lo necesitaba dentro. —Damián...

—En camino, nena.

Pocos segundos después estaba parado entre mis piernas, su pene empujando en un movimiento rápido haciéndome perder la respiración por un segundo para luego soltar un gemido de pura satisfacción. Es tan bueno, el placer de sentirlo estirándome de golpe.

Empezó a moverse duro y rápido, enterrando su rostro en mi cuello lo mejor que pudo sin apoyarse en mí. Sus labios me hicieron cosquilla allí, para luego llegar hasta los míos. Tomé parte de su pelo en mi mano, tirando hacia atrás para poder mirarlo. Estaba tan cerca.

Una de sus manos llegó hasta mis pechos, su mirada posándose ahí, y lo vi lamiendo sus labios.

—¿Cuándo vas a tener leche? —preguntó, algo urgente, sus ojos todavía en mis pechos. —Quiero probarla. —dijo, sin esperar mi respuesta. Una sonrisa lobuna tomó lugar en su rostro. —Apuesto a que si me prendo a tu pezón tendré leche.

—Imposible. —dije en un jadeo, sentía mi coño apretarse alrededor de él. Su sonrisa se hizo más grande, él sabia lo que sus palabras sucias hacían en mí.

—Sólo espera a verlo, nena. — traté de reírme, pero se movió, haciendo que mi risa se convirtiera en un gemido. —Maldición, cuanto te amo. ¿Estás cerca? —Asentí. —Vamos, nena, córrete en mi. Necesito sentirte apretando.

Resoplé, el placer era demasiado intenso.

Entonces lo sentí, la presión construyéndose en mí, para luego estallar.

No sé cuánto tiempo pasó. Pudo haber sido minutos, como segundos. Sólo sé que cuando volví, Damián estaba a mi alrededor, dejando besitos dulces en todo mi rostro.

Levanté una de mis manos y acaricié un lado de su rostro, amando la sensación de las pequeñas cicatrices debajo de mis dedos. Dejó de moverse y se inclinó hacia el calor de mi palma, sus ojos se cerraron, disfrutando de mi toque, y por más que trataba de no darle vueltas al asunto, sentía que algo estaba pasando.

Incapaz de mantenerme en la ignorancia, la pregunta por la que más anhelaba una repuesta salió de mis labios.

—¿Qué está pasando, Damián? —Abrió los ojos de golpe. Hermosos ojos de color negro me miraban de una manera la cual no podía describir, y luego sonrió.

—No está pasando nada. —Sus manos fueron a mi panza, acariciándola. Era hermoso ver cómo su mano tatuada trazaba círculos imaginarios en mi. Entonces me miró. —Dime que me amas.

—Estás cambiando el tema. —Silencio. —Bien, si no quieres hablar de eso...

—Son sólo cosas del trabajo, nada de qué preocuparte.

—Bien.

No dije nada más. Estaba muy enojada, y él pareció sentirlo, porque me abrazo como si no me quisiera dejar ir.

Sentí mi cuerpo involuntariamente acomodarse contra él, mientra una de sus manos se las arreglaba para seguir acariciando mi panza.

Maldito cuerpo traidor.

Embarazada de un mafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora