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Jadeando me volví sobre mi mismo, descubriendo como el número de «muertos» a mis espaldas se había duplicado. No sabría especificar con exactitud cuanto tiempo llevaba corriendo, sin embargo si podía decir que lo suficiente para que el pecho me ardiera y el corazón me subiera a la garganta junto a la poca comida que había consumido en los últimos días.

Apreté los dientes presionando el cuchillo en mi mano y me detuve observando con desesperación a mi alrededor, jadeando con rabia al notar como me había metido en lo que de seguro me conllevaría a morir. Golpeé con rabia el sucio ventanal de lo que en su momento fue una pequeño supermercado y me giré sobre mis talones para enfrentarme a la realidad, aunque antes de lograrlo el cuerpo más cercano a mi cayó con un certero disparo en el cráneo. Buscando al intérprete de aquello inspeccioné el lugar con la mirada, guiándome por los disparos que resonaban uno tras otro. Frunciendo el ceño me llevé la mano sobre los ojos para poder ver, a través del sol, como una chica de cabellos castaños sobre el tejado de uno de los edificios del pueblo disparaba con un rifle a los —desde ese momento— muertos.
Recuperando el aliento me mantuve de pie, observándola, deseando que dijera algo. Porque si soy sincero me ha dejado sin palabras.

—¿Estás bien, Ojitos? —cuestiona luego de reincorporarse sobre el tejado.

—Mi nombre es Glenn —aviso. En mi voz aún se percibe el cansancio.

La chica elevó las cejas y se encogió de hombros antes de comenzar a caminar. Frunciendo el ceño al perderle de vista me encaminé hacia el edificio en su búsqueda, donde al dar la vuelta alrededor de él la hallé saltando desde una escalera de al menos un metro y medio de altura.

—¿Se te ha perdido algo? —interroga acomodándose una gastada mochila en los hombros—. Si vienes a agradecer solo vete, no es necesario.

Sin embargo hago caso omiso, y dando un paso en frente me acomodé la gorra y me encogí de hombros mientras hablaba:

—Gracias.

La castaña elevó una de sus cejas y asintió antes de girar sobre sus talones y comenzar a caminar en la dirección contraria a mí. Y no pude evitarlo. Quizás tan solo era la curiosidad que sentía al verle o quizás era la soledad que sentía desde el primer día de este jodido apocalipsis. Sin embargo la seguí, sin saber que aquello traería consigo todo aquello que jamás había sentido.

—Oye oye —cuando menos lo noté posicionó su mano en mi pecho—, para el carro; ¿Qué haces? —interrogó con las cejas elevadas arreglándose el cabello que a causa del viento revoloteaba sobre su rostro.

Pasando saliva intenté encontrar las palabras adecuadas para contestarle, sin embargo antes de lograrlo ella volvió a hablar:

—Está todo en orden Ojitos. Solo ha sido una pequeña ayuda, no tienes porqué venir conmigo.

—Mi nombre es Glenn —repetí, porque francamente no sabía que más decirle.

—Sí, ya lo sé —espeta con cierto toque de frustración pero igualmente ironía en su voz—. Ahora dime, ¿qué quieres?

Y aunque intenté hallar algo que decirle simplemente opté por una corta oración;

—Dos son mejor que uno —contesté, sin más, de seguro pareciendo un idiota.

La castaña desvió la mirada curvando sus labios en una sonrisa y negó mientras se encogía de hombros. Y por un momento creí que aceptaría, pero no.

—No gracias, no quiero compañía.

Separado los labios la seguí una vez más sin saber exactamente el porqué. Y aunque se detuvo unos metros más adelante yo no lo hice hasta que la vi, girándose, con el mismo rifle con que me había salvado apuntándome directamente al cráneo.

—Disculpamenoquería... —comencé a balbucear tan rápido que a penas lograba entender mis propias palabras.

—Te lo diré una vez —sentenció, interrumpiéndome, aún con el arma en alto—, si intentas algo —abrí la boca para hablar, sin embargo ella continuó—; lo que sea, te mataré.

Y no necesité meditarlo, porque por alguna razón decidí seguirla y porque si me negaba sería un cobarde y no volvería a verla jamás. Así que, con un asentimiento elevé mi mano para estrecharla con la de ella en un gesto demasiado estúpido que obviamente no aceptó, y bajando su arma elevó las cejas antes de hablar:

—Mi nombre es Madison.

E inevitablemente le sonreí, y aunque no recibí una respuesta en concreto me mantuve alegre, porque había encontrado una compañera de supervivencia, y aquello últimamente era lo mejor que se podía conseguir.

Durante los siguientes minutos me mantuve en silencio caminando a su lado hasta que por fin, al prestar atención a nuestro entorno me percaté; debido a un ensordecedor trueno, que la lluvia no tardaría en caer.

—Entremos a alguna de las casas —habló llamando mi atención—, no están en tan mal estado y aún no las he revisado todas; quizás encontremos algo.

Desviando mi vista al cielo hallándolo con un increíble mal aspecto asentí.

—Puedes opinar, no hay problema con eso.

—Confío en ti —le dije, porque era cierto.

—Apenas me conoces Ojitos.

Observándola hice el amago de quejarme debido a que nuevamente utilizó aquél sobrenombre, sin embargo no tuve tiempo de hacerlo ya que seguido de un estruendoso trueno la lluvia comenzó a caer.

—No hay tiempo —soltó cuando ambos comenzamos a trotar acercándonos a las casas—, vamos a la de allí; la he revisado durante la mañana y está en buen estado.

Y nuevamente confié en ella, así que acelerando el ritmo de mis zancadas la alcancé, y sacudiéndome bajo el pórtico de la casa, en un intento de deshacerme del agua sobre mí suspiré, sintiendo como Madison largaba una risa.

—Pareces un perro haciendo eso.

La observé con atención; sus ojos brillaban, aunque quizás solo era mi perspectiva, sin embargo parecía feliz, y aquello me gustaba.

Ojitos » Glenn Rhee [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora