Instantáneamente me pongo rígido y la preocupación en los ojos de Madison me hace sentirme desesperado.
Frunzo los labios y me limito a elevar ambas manos, intentando evitar el actuar del hombre. No obstante a éste no parece interesarle mi actuar, porque en un instante abre la puerta del vehículo y coje a Madison del brazo.
—¡Eh! —le grito, removiendome tan rápido como puedo para pasar por sobre el asiento del copiloto e ir en el auxilio de Madison, quien ahora se hallaba amordazada por el hombre—, Dejala.
El hombre, que quizás debe de tener unos cuarenta años eleva sus pobladas cejas y sonríe, apretando con más fuerza a Madison contra él.
—Puedes irte ahora, chino, es lo que necesito —dice, e instintivamente mi vista viaja a Madison, que me observa con los ojos bien abiertos y la mandíbula apretada, sacudiendo su cabeza.
Comienzo a caminar hasta él, sin embargo me detengo tras el primer paso al ver como el hombre carga el arma que presiona sobre la sien de Madison.
Cogo aire e intento pensar en una solución para el problema, en una solución que nos salve a ambos o al menos a Madison.
Asique elevo mis manos a la altura de los hombros y me encojo de hombros.
—Tendrás que matarme entonces.
—No, Glenn, no —la voz de Madison me llama, pero la ignoro y me esmero en mantenerme concentrado en el hombre que, tras observar hacia sus lados unos segundos, asiente y empuja a Madison sobre el asfalto para caminar hacia mí, sorprendentemente, sin apuntarme con el arma.
—Asique el chino es valiente —habla. Aprieto los puños—; todo por la chica —añade.
Entonces eleva su arma, pero soy mas rápido, y como si mi vida dependiera de ello —aunque ciertamente si lo depende— me abalanzo sobre él, por el torso, logrando lanzarlo al suelo, y que su arma caiga algunos metros mas allá. Sin embargo solo logro darle un golpe en la mandíbula antes de que me golpeé él, logrando alejarme. Jadeo, e intento esquivar los puñetazos que me lanza, aunque acierta en algunos antes de que logre coger el cuchillo que guardo en mi cinturón. No obstante, antes de lograr incrustarselo en el cuello sus movimientos se detienen conforme el ensordecedor sonido del cañón de un arma acaba con el silencio. El cuerpo del hombre cae sobre mí y su sangre me salpica el rostro, entonces me lo quito de encima y cojo una bocanada de aire, sintiendo como la satisfacción me invade.
Madison camina hacia mi a pasos agigantados y se me lanza encima, abrazándome por el cuello. Le correspondo el abrazo con furza, sintiendo como el corazón me golpea con fuerza el pecho.
—Joder —le oigo decir—, ¿de dónde salió ese capullo? —continúa diciendo, y cuando estoy apunto de responderle una voz ajena nos interrumpe.
—Acaban de matar a uno de mis mejores hombres —dice, y cuando me giro en la dirección de la voz me encuentro con cinco hombres que nos apuntan con sus armas, mientras que él del medio; un hombre de tez blanca, cabello oscuro y unos fríos ojos celestes; es quien nos habla—, un equipo perfecto —continúa diciendo—. Podría matarlos ¿saben? No me costaría nada.
Paso saliva y cojo la mano de Madison, presionándola con fuerza.
—Sí, eso estaría bien —habla nuevamente—, dos idiotas menos en el mundo —abro la boca para decir algo, pero él rápidamente me interrumpe—; tranquilo chino; no lo haré, no por ahora. Pero —alza el mentón y espeta, con bastante decisión—: tendrán que acompañarme.
—¿Por qué? —Madison le pregunta, y aunque no sea algo usual, puedo sentir cierto pudor en su voz.
—Porque soy el Gobernador chica, y yo doy las órdenes.
Suelto un gruñido, negándome a soltar la mano de Madison, siquiera cuando dos de sus hombres se nos acercan. Y, con el nerviosismo a flor de piel intento crear un plan, algo que nos libre de esto. Sin embargo una voz en mi cabeza me exige que no haga ninguna tontería porque sabe —y creo que en el fondo yo también— que si lo hago moriré.
Uno de los hombres me obliga a levantarme y a soltar la mano de Madison, algo que logran tras un no muy largo forcejeo, para después despojarme de todas las armas en mi poder.
—¿Qué es lo que quieres? —exigo saber al hombre; al tal Gobernador; con ge mayúscula—, ¿qué quieres de nosotros?
Él me observa y frunce el ceño, sin embargo aunque le veo apretar el arma que lleva en su mano y elevarla unos centímetro en mi dirección no me inmuto, a lo que él reacciona sonriendo.
—Ya lo sabrás.
Cuando me da la espalda para continuar caminando hacia el camión a algunos metros vuelvo mi vista a Madison y la hallo mirándome también. Sus ojos azules me analizan, y sus cejas curvadas junto a sus labios entreabiertos me enseñan lo confundida que se encuentra, y lo expuesta que se siente. Aprieto los labios y sacudo la cabeza, despacio, para que nadie más lo note.
«Nada pasará»
Ella separa aun más sus labios y asiente, entonces cierra sus ojos un instante y antes de que el hombre que me obliga a caminar me ponga una mano en la nuca para obligarme a agachar la cabeza y poder entrar al camión logro ver, como los labios de Madison se mueven, modulando un tranquilo «Te amo.»
Y no tiene idea de cuanto yo a ella, porque está claro que las palabras no lo exponen todo. Sin embargo las acciones sí, y quizás todo lo que nos espera sirva de algo. Espero que al menos para eso.
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Ojitos » Glenn Rhee [Terminada]
Fiksi PenggemarHay un momento, cuando creemos que todo ha acabado en que la vida da un giro inesperado y de repente todo vuelve a su posición original. Sin embargo, aunque al comienzo no nos percatemos de ello; nada es igual que antes. | Portada por; @littlebrothe...