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Abriendo los ojos con pesadez me reincorporé en el sofá soltando un leve bostezo.

—Me has dado una razón para confiar en ti, pero también una para golpearte.

Girando hacia Madison elevé las cejas extendiendo mi brazo para tallar mis ojos.

No sabía en que momento había caído dormido, sin embargo bien sabía que ella de seguro llevaba al menos una hora sentada sobre el sofá cubriéndose con el edredón mientras leía Moby Dick.

—Al final la ballena blanca destruye el barco y solo se salva Ismael —le digo.

Ella elevó sus cejas apretando los labios y cerró el libro antes de dejarlo sobre la mesita frente al sofá.

—Ahora tengo dos razones para golpearte —me reí.

—¿Y golpearme por qué?

—Debiste haberme dicho si querías dormir tú.

—Pero no quería —le aseguro, pero aún así puedo ver como frunce el ceño, porque no es tonta y obviamente sabe que siquiera yo me creo esas palabras.

Cogiendo mi gorra me levanté del sofá y caminé hacia la cocina, en donde por fin pude liberarme de un abrumador suspiro antes de llevarme las manos al rostro.

—¿Tienes un plan? —me vuelvo sobre mi mismo al oír a Madison, quien pasa por mi lado hasta el grifo de agua, el que para mi sorpresa abre para llenar una botella con el líquido—. Es decir, ¿Tenías uno antes de...? —mueve sus manos en un intento de expresarse y se me hace imposible no reír, sin embargo negué.

—Solo sigo el camino.

Ella asiente, y luego de llevarse la botella a la boca y beber de ella me la extiende.

—Gracias.

—No es necesario que digas eso cada vez que hago algo por ti —me reta.

—Me parece lo correcto —contesto extendiéndole el objeto.

Luego de ello me dedico a mirarla. Retira una goma elástica de su muñeca y mientras camina hacia la sala la utiliza para hacerse una coleta. Y no puedo evitar pensar que de verdad he tenido suerta al toparmela en mi «camino».

—¿Y tú? —le pregunto, ella no se voltea; solo continúa vaciando su mochila sobre la mesita en medio de la sala.

—Solo van un par de semanas desde que esto comenzó, sin embargo he aprendido que no es bueno estar en lugares como éste —me acerco a ella y puedo ver con claridad como se esmera en ordenar los objetos dentro de su mochila—. Una prueba de eso es la pequeña horda que te seguía ayer por la tarde.

—¿Y hay un lugar mejor? 

Ella me observa y asiente. Me apoyé en el sofa en que ella permanecía sentada, y presté atención a cada movimiento que realizó.

—El bosque —me dice—, allá quiero ir; hallar alguna casa algo alejada o algo así. Pero para eso necesitaba abastecerme. Por eso estoy aquí.

—¿Y ya tienes lo suficiente?

Madison se mantiene en silencio unos segundos y luego habla—: Ahora somos dos —dice, y aunque aquello podría sonar mal; ella lo dice con tranquilidad e incluso felicidad.

Y no puedo evitar sonreír.

—¿Y qué esperamos entonces? —le pregunto con gracia. Ella se levanta y se acomoda la mochila en los hombros antes de voltear hacia mí.

—Necesitas una mochila —me dice con las cejas en alto—. No puedes ir en medio del apocalipsis con tan solo una gorra y un cuchillo. Así que comenzaremos por eso —me palmea el hombro y tras coger su rifle camina hacia el sofá que tranca la puerta para comenzar a moverlo.

—Yo lo hago —me apresuro a decirle, y cuando ella asiente con una pequeña sonrisa cojo el sofá y tiro de él hasta que el camino queda libre.

Luego de aquello ambos salimos de la casa y nos esmeramos en continuar revisando las casas restantes durante las próximas —si no me equívoco— dos horas.

Cuando ya íbamos por la sexta casa Madison encontró una mochila color azul y bajando con tranquilidad las escaleras me la enseñó:

—He guardado algo de ropa que quizás te quede —me dijo, y acercándose a mí me pidió la bolsa de género en que estuvimos guardando las provisiones que hallamos—. Creo que ya estamos bien con esto, pero aún así podemos revisar las últimas dos casas que restan.

Asentí ante sus palabras, aunque bien sabía no podía verme ya que estaba a espaldas de mí.

Luego de aquello me extendió la mochila, y acomodándola en mis hombros salí de la casa justo a tiempo para ver como Madison se acercaba a un caminante que al verla le gruñó con intensidad e hizo el amago de abalanzarse a ella, aunque no fue mucho lo que pudo hacer antes que Madison le cogiera el cuello e incrustara su cuchillo en el cráneo de él.

—Vamos.

En la siguiente casa; una amarillenta y sucia casa de una planta no hallamos nada útil más que una caja de cerillos y un cuchillo de caza que Madison me entregó y yo guardé en mi mochila. Y en la última casa; una grande de color azúl, encontramos tres paquetes de galletas que Madison guardó en su mochila.

—Ojitos —me llamó—, ¿Spider Man o Blanca Nieves? —girandome hacia ella la vi con dos botellas de agua, las típicas que las personas llevan a los campamentos solo que con diseños infantiles. Ella elevó las cejas esperando mi respuesta.

—¿Esperas que responda eso? —le pregunté, con gracia.

Se encogió de hombros curvando sus labios en una sonrisa y se rió antes de girar sobre sus talones para llenar ambas botellas con agua del grifo.

—No te sentirás mal si yo me quedo con la de Blanca Nieves ¿verdad? —se burló.

Y fué ahí cuando noté que Madison ya comenzaba a coger mas confianza, que poco a poco se liberaba. Y aquello me alegraba demasiado. Así que quitándole la botella de Spider Man de la mano en que la cogía le sonreí.

—Me gusta más la Cenicienta —le dije. Y juro que no puedo definir con exactitud todo lo que sentí al oírla reír.

—Vamos ojitos, nos esperan varios kilómetros antes de hallar el primer bosque.

Así comenzamos nuestro viaje. Porque Madison tenía razón, nos esperaban varios kilómetros de viaje. Lo que por ende conlleva quizás todo un día de caminata. Pero ya no me preocupaba tanto como antes y es que ya no estoy totalmente solo. Ya no somos solo los caminantes y yo. Ahora somos los caminantes, Madison y yo.

Alejando todos los pensamientos de mi mente apresuré mi paso hasta el primer caminante que se acercaba a nosotros y lanzándome sobre él incrusté mi cuchillo en su cráneo.

—Si le golpeas el ligamento izquierdo; es decir el costado de la rodilla —por el rabillo del ojo observé como acababa con el siguiente caminante—; te ahorrarás el caer sobre ellos pues caerán solos sin mucho esfuerzo —me giré hacia ella, jadeante—. Si son muchos estarías arriesgando más de lo necesario por solo acabar con uno de ellos —se giró hacia mí cuando todos los caminantes estuvieron inertes sobre el suelo.

—¿Como aprendiste eso? —le pregunté cogiendo aire.

—Lo leí en un libro y un día lo probé.

La observé con atención. Ella suspiro antes de volver a caminar, permitiéndome saber que aquello de seguro no era completamente cierto.

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¡Hola! Bueno, me gustaría saber que tal les está pareciendo el fic): así que espero puedan dejar su opinión😊

Gracias por leer💕

Ojitos » Glenn Rhee [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora