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Jadeo al jalar del cuchillo logrando zafarlo del cráneo del caminante.

Me seco la frente con el antebrazo y cojo una bocanada de aire, recargando mis manos sobre mis rodillas sin ser capaz de recuperar la compostura.

—Mejor continuemos por la veintiocho; está más despejada —oigo lejana la jadeante voz de Madison, sin embargo al elevar la mirada la tengo a un par de metros de mí, con las palmas de las manos apoyadas en el vidrio de la camioneta en que hemos estado viajando hace ya tres días.

Asiento y exhalo con pesar intentando pararme derecho.

—Supongo que ya tenemos lo necesario para una semana más —le digo, llevándome una mano al rostro para quitar los rastros de sudor.

Madisom asiente pasando saliva.

Suspiro y me esmero en esquivar los cuerpos inertes de los caminantes sobre el asfalto hasta llegar a la camioneta, donde me monto en el asiento del piloto, y observo de reojo como Madison se ubica en el de el lado.

—¿Por qué no duermes? —le digo y ella suelta un pequeño suspiro, sin embargo no responde—, ¿no?

—Mhm —murmura y cuando la observo a través del rabillo del ojo puedo ver como esboza una pequeña sonrisa—, no, no lo creo.

Asiento sin tibutear, tanto porque no puedo obligarla a hacer algo y, también,  porque de cierta forma prefiro que se mantenga despierta, pues así me mantengo aun más alerta y mucho menos aburrido.

—¿Por qué no buscamos un lugar en qué pasar la noche? —habla, y puedo sentir como lleva cierta pesadez en su voz, lo que es apreciable al oírla arrastrar las palabras.

—Deben de faltar quizás dos horas para el próximo pueblo asique quizás sí.

—No quiero pasar la noche en el auto.

La observo, mantiene la mirada fija en la ventana a su lado, con el mentón recargado sobre la palma de su mano y las piernas dobladas sobre el asiento lo que deja tirante la tela de sus pantalones en sus muslos y parte de sus pantorrillas.

—Entonces esperemos llegar —le contesto volviendo mi vista al frente, sin embargo Madison no tarda en cubrir la mano que mantengo sobre la palanca de cambio con la suya, obligándome a volver mi vista a ella.

—¿Crees que volvamos a ver al grupo? —la observo de reojo una vez más y parece comprender mi duda porque rápidamente la responde—; Rick, Carl, Daryl, Maggie, Beth, Hershel, Tara y su hermana, o a Abraham y Rosita; aun me pregunto dónde estarán.

—Quiero conservar las esperanzas ¿sabes? Pero es difícil —le digo, y puedo ver como asiente reincorporándose en el asiento, aun así no suelta mi mano.

—¿Qué creés que sea de Lori y el bebé? —me pregunta en un susurro que apenas soy capaz de oír—; sólo han transcurrido dos o tres meses quizás pero, ¿continuarán?¿ella y el grupo?

—¿Vivos quieres decir? —cuestiono y acabo tomando su silencio como un sí, asique hablo—; quizás sí, pero creo —paso saliva y aprieto un momento los dientes—, creo que últimamente todo es cuestión de suerte.

—¿Continuar vivo? —afirmo su pregunta con un simple «ajá» y la observo por el rabillo del ojo; mantiene ésta vez su vista en el camino frente a nosotros y puedo ver que lleva los ánimos casi por los suelos, sin embargo no sé la razón—, creo que suerte, últimamente, sería morir.

Presiono los labios y niego girando a observarla un segundo, Madison mantiene los ojos cerrados y aparenta resignación e incluso, según creo, parece cohibida.

Piso el acelerador y apago el motor del vehículo ganándome la atencion de ella, que se gira a verme.

—¿Qué pasa? —le pregunto reincorporándome en el asiento. Madison cierra sus ojos y niega—, ¿qué?

—Ya no aguanto más Ojitos —la oigo murmurar, pues aun observándola apenas logro ver sus labios moviéndose al decirlo—; por eso quiero hallar un puñetero pueblo y pasar la noche en una puñetera casa; porque ya no aguanto más ésta puñetera vida.

Paso saliva sintiendo como sus palabras resuenan en mis oídos haciendo eco en mi mente.

«Ya no aguanto más ésta puñetera vida»

¿Qué quiere decir exactamente? Me pregunto si será que quiere acabar con ella o si simplemente está aburrida —como solía ocurrirnos a todos de vez en cuando antes— de ella.

Extiendo mi mano hasta lograr acunar su rostro, acariciando con el pulgar de sus formadas cejas hasta sus pómulos, sus labios y su quijada.

—No —le digo y noto como presiona los labios para pasar saliva.

—¿No qué?

—No me digas eso Madison, por favor no me digas que no aguantas más la vida porque me duele.

Sus ojos cogen un fugaz brillo que no logro descifrar, porque Madison no tarda en cerrarlos.

Y por un instante creo que quiere que sea yo quién continúe hablando, sin embargo, transcurridos un par de segundos los abre y el brillo en ellos continúa, solo que ahora se halla cubierto por una fina capa de lágrimas que hacen ver sus ojos cristalizados, y entonces me habla:

—Lo siento Glenn, no quiero hacerte daño, pero de verdad siento como si fuera a explotar —dice y arruga la nariz un poco antes de esbozar una sonrisa que no le llega a los ojos como de costumbre.

—No lo sientas —murmuro y ella asiente un poco, entonces llevo mi mano a su espalda y me acerco a ella para abrazarla, porque sé que lo necesita.

—Es que extraño todo —la oigo decir—, extraño la universidad y extraño el departamento en que vivía; también extraño a mis amigos y a mi hermana, extraño el despertar y saber que estoy segura bajo las cobijas, y extraño el poder sonreír y estar feliz de estar viva sin sentirme culpable porque todos a quiénes quería no lo están. ¿Te había comentado que tenía un gato? Porque también le extraño; extraño hasta cuando se cagaba sobre mi cama y yo estaba súper enfadada y lo buscaba con la intención de retarle, pero le veía durmiendo tan tranquilo sobre el sofá que me daba lástima tan solo tocarlo y todo el enfado desaparecía.

Acaricio su cabello e intento que sus palabras no caven tan profundo en mi mente, pero acaban haciéndolo y acaban haciendo que los ojos me ardan y tenga que intensificar el agarre que ejerzo sobre el cuerpo de Madison para evitar llorar, pero aun así acabo haciéndolo; acabo soltando la impotencia que siento; tragandome los sollozos.

—Detente, por favor no lo hagas.

—¿El qué? —le pregunto y ella se separa de mí lo suficiente como para cogerme el rostro obligándome a observarla.

—No llores por mí.

—No estoy llorando por ti —le digo y Madison sonríe un poco y se inclina hacia mí para besarme.

Cuando se separa de mí continúa lo suficientemente cerca como para ver el potente azul de sus ojos alrededor de su dilatada pupila, y cuando menos me me percato de ello; acabó perdido en las líneas de azul más oscuras que los adornan y en como siento que me absorben. Pero entonces un fuerte golpe en la ventana que se halla a sus espaldas me sorprende, y cuando elevo la mirada la ver de que se trata que me encuentro con un arma apuntando directamente al cráneo de Madison, y puedo leer los labios del hombre cuando habla amenazando con jalar del gatillo.

—Salgan del automóvil o disparo —logro descifrar.

Paso saliva.

Ojitos » Glenn Rhee [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora