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Se me hizo inevitable no observarla cuando se quitó la mochila y prosiguió a retirarse la campera. Ella tenía razón, apenas la conocía y ese no era el problema; el problema era que apenas conociéndola no quería alejarme de su lado.

—¿Tienes hambre? Creo que aún me sobra una lata de comida.

Negando me quité la gorra y la lancé sobre el sofá antes de comenzar a mover el mismo para trancar la puerta.

—¿Crees que deje de llover pronto? —interrogué frotándome el rostro con las manos.

—No lo sé, quería estudiar gestión hotelera no meteorología —la observé, incrédulo.

Madison elevó las cejas y se rio antes de sentarse en uno de los sofás individuales en medio de la sala.

—No hablarás, ¿verdad? —Negué—. ¿Por qué? —cuestionó pasandose los dedos por el cabello húmedo que le caía junto al rostro en ondas.

—Jamás he sido bueno hablando.

—No te creo —me dijo, sorprendiéndome.

Y tenía razón, le estaba mintiendo, porque no sabía que decirle, quizás por miedo a sus respuestas o simplemente porque no sabía que hablar con una persona como ella. 

—Glenn —me llamó, y por primera vez ambos nos observamos a los ojos—, no soy un caminante; no te morderé.

—¿Caminante?

—Ah —se reincorporó en su asiento—, sí, cuando todo comenzó un reportero de la television los llamó así y me pareció un buen nombre.

—Caminante —repetí.

Ella asintió apretando los labios y recargó su espalda en el sofá, mientras que yo sin dejar de observarla me dejé caer sobre el sofá a mis espaldas.

—¿Cúal es tu historia? —le pregunté.

—Pues no hay mucho que saber la verdad, me he pasado la mayor parte del tiempo recorriendo pueblos y ciudades en busca de provisiones.

—¿Y la otra parte?

—Comprendes que hay personas malas ¿no es así? —podía percibir la incomodidad en su voz al hablar y aquello fue lo que me llevó a comprender todo.

Me reincorporé algo apenado y bajé la mirada con el ceño levemente fruncido.

—¿Por eso no querías compañía? —le pregunté, aunque al decirlo se oyó como una afirmación.

Al subir la mirada la vi asentir y seguido de ello soltó un suspiro.

—Yo no quiero hacerte daño Madison, jamás lo haría.

—Aún así se me es difícil confiar en las personas Ojitos. De hecho no sé porqué te estoy contando esto.

Observando como se levantaba y caminaba hacia la cocina me mantuve inerte sobre el sofá, queriendo saber como trasmitirle confianza; como ahuyentar todo el miedo que de seguro siente al conocer a alguien nuevo.

Tampoco quería entrometerme demasiado, sin embargo quería saber de ella, saber de ella para ayudarla, ya que como le había dicho anteriormente no quería hacerle daño.

—Ten —su voz me hizo elevar la mirada, me extendía una lata de comida junto a una cuchara.

—¿Has comido tú?

—Comí por la mañana, no tengo hambre —se excusó, y aunque sus palabras fueron distantes supe no mentía.

Luego de varios minutos, cuando el líquido dentro de la lata comenzó a escasear noté algo, y es que comprendí, al verla observando las fotos que colgaban en la pared, que estaba realmente afectada por algo que estaba seguro no sería fácil descubrir y por alguna razón me asustaba saber. Así que, alejando aquellos pensamientos de mi cabeza me reincorporé en el sofá y escuché con atención durante algunos minutos el sonido que las gotas causaban al caer sobre el tejado de la casa.

—¿Como llegaste aquí? —le pregunté, porque me causaba lástima verla tan callada e inexpresiva.

Me sentí bastante estúpido al no obtener respuesta en los interminables segundos que transcurrieron antes de que Madison suspirara, como preparándose para lo que diría.

—Esta no es cualquier casa —confesó—. Venía en busca de mi hermana menor.

Pasando saliva me reproché internamente por haber abierto la boca.

—No la hallé —respondió a aquella pregunta que no fuí capaz de realizar—, no a ella.

—También tenía una hermana —le dije, esperando que notara que comprendía su sentir.

Ella me observó con los labios apretados y luego de algunos segundos en que permaneció con la mirada perdida habló:

—O te subes al carro o el carro te atropella.

Al comienzo no fuí capaz de comprender a que se refería al decir aquello, no hasta que la vi cerrando los ojos con fuerza; ahí lo comprendí.

—¿Tú la...?

—O te subes al carro o el carro te atropella —repitió—. Con mis padres no lo logré, solo huí...

—Pero ahora no tuviste opción —concluí, aunque no estaba seguro hasta que la vi asentir.

Y nos mantuvimos en silencio, un silencio que a diferencia del anterior solo era llenado por nuestras respiraciones al ya haber cesado la lluvia.

Cuando la habitación comenzó a oscurecerse al comenzar a caer la noche me levanté de mi lugar y caminé hacia la cocina, donde hallé un par de velas y con un mechero que guardaba en mi pantalón las encendí.

Al volver a la sala Madison yacía en la misma posición, y no se movió hasta que la luz de las velas alumbró vagamente la habitación. Camine a tientas hasta las ventanas y cerré las cortinas para luego hablarle no muy alto —debido a que logré ver algunos muertos deambulando por la calle y ya sabía bastante bien que se guían por el sonido— pero lo suficiente para que me escuchara.

—Supongo que pasáremos la noche aquí —ella asintió acomodandose en el sofá—. Puedes dormir si quieres.

—Aún no confío en ti —me dijo, pero aún así minutos mas tarde su respiración comenzó a oirse más pausada y cayó dormida.

La observé durante unos minutos antes de coger uno de los platos en que había posicionado las velas y subir a la planta alta de la casa.

Entré a la primera habitación, de donde cogí el edredón que cubría la cama y lo llevé conmigo hasta la sala para acomodarlo sobre el cuerpo de Madison.

Y pasé el resto de la noche tumbado boca arriba sobre el sofá que trancaba la puerta, pensando en todo y al mismo tiempo en nada. Preguntándome que hacía en medio del apocalipsis en un lugar que desconocía con una chica que apenas conocía y por qué aún así me sentía a gusto con ello.

No fuí capaz de hallar una respuesta.

Ojitos » Glenn Rhee [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora