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Me reincorporo rápidamente esperando volver a oír aquellas palabras, sin embargo pasados los minutos estas jamás volvieron; dándome a entender que no había sido más que mi imaginación, o al menos eso me permití creer hasta que volví a oír su voz.

—¡Glenn!

La oscuridad me impedía ver más allá de un par de metros, sin embargo a quizás unos veinte u treinta era capaz de ver el débil haz de luz que se formaba alrededor de una linterna.

Llevando mis manos a la correa que me aseguraba al árbol la arranqué tan rápido como puedo y me dediqué a bajar del árbol.

—Glenn —habló una vez más más, la última antes de que la luz me diera en el rostro obligándome a llevarme una mano sobre los ojos.

Aun así no daba por sentado si era completamente real. No era capaz de saber si su rostro manchado de sangre y su ropa exageradamente sucia o si sus labios carnosos y sus potentes ojos azules eran realmente verdaderos y no arte de mi imaginación, ¿cómo no cuestionarlo si incluso así me continuaba pareciendo perfecta?

—Hola —le dije, porque si bien no estaba del todo seguro, tampoco sabia como reaccionar.

Y por la vaga luz proveniente de la linterna que lograba iluminarle el rostro logré ver como sus labios se curvaban en una sonrisa antes de sentir como se abalanzaba sobre mí. Llevé mis brazos sobre su espalda y la atraje a mí, permitiéndome inhalar el aroma que su piel le propagaba; huele a casa.

Cuando se separó de mí le sonrío, sin embargo acabo suprimiendo el gesto al ver como lleva los ojos inyectados en sangre y las lágrimas le han dejado un notable camino de ellas sobre las mejillas.

—¿Qué ha pasado? —le pregunto y ella sacude la cabeza un poco encogiéndose de hombros.

No le digo nada, solo me limito a cogerle la mano y guiarla hasta el árbol en el que yacía hace algunos minutos, porque si bien quizás no era el lugar mas cómodo de lo que queda de mundo; era lo suficiente como para poder charlar con tranquilidad y tener una buena vista del amanecer. Y, solo cuando logramos acomodarnos en alguna rama lo suficientemente cómoda ella habló:

—Creo que ahora si estamos solos ¿entiendes? —la observo con las cejas en alto y los labios fruncidos. ¿A qué se refiere exactamente? Y es que ya estábamos solos hace dos minutos—. Solos de verdad —agregó.  

—No comprendo Madison.

La oigo suspirar y aunque no puedo verla estoy seguro de que arrugo la nariz; siempre lo hace cuando está frustrada por algo que debe dar a conocer... Algo que sabe que no le gustará a quién la oye.

—Es..., es algo malo Ojitos; algo muy malo —enarco mis cejas y conforme pasan los segundos ella guarda silencio 

—Madison —le llamo, y con cautela entre la oscuridad busco su mano—, ¿qué ocurre?

—No hay cura Glenn; ya no más.

Frunzo el ceño y me reincorporo sobre el duro tronco bajo nosotros, intentando no parecer más incómodo de lo que en verdad estoy; ¿qué ya no hay cura?¿o será qué jamás la hubo?

—Eugene —pausa un segundo y puedo sentir sus dedos acariciando mi mano—, él murió, dijo que no lo soportaba más porque él... Mintió, no sé porqué ni tampoco lo sabremos, porque luego —sacude su cabeza y puedo ver, vagamente, como separa los labios para coger aire—, se suicidó.

La observo, plasmado, sin poder comprender como aquello puede ser realmente cierto, y es que no es que no confíe en ella, sino, al contrario; creo cada palabra que dice lo suficiente como para recrear un debate mental intentando hallar la razón de por qué alguien podría hacer algo así; cómo alguien podría inventar algo tan grande e importante como la supuesta cura del virus que nos atormenta, amenazando con acabar con toda la raza humana sobre la faz de la tierra.

—Me alegra que estés aquí Madison —le digo, porque si bien no sé como reaccionar es lo que realmente siento. 

Ella presiona mi mano y puedo oírla coger aire, pero aun así acaba dejando escapar un sollozo. La vaga luz de la luna me permite ver como sus ojos azules brillan bajo sus pestañas, solo que estos se encuentran cubiertos de lágrimas. Presiono los labios y, a ciegas, guiándome por el tacto me acerco a ella lo suficiente como para poder envolverla en un abrazo, y cuando ella recarga su rostro sobre mi hombro le hablo; porque sé que si bien no es el mejor momento ya no lo aguanto más, y aunque me duela incluso pensarlo sé que quizás no hayan muchas más oportunidades para hacerlo:

—Te amo Madison —susurro contra su cabello—, no sabes cuán preocupado estaba por ti. Creí que te había perdido.

Conforme los segundos pasan no puedo evitar pensar que he metido la pata al precipitarme a decirle aquello, sin embargo ella vuelve a hablar.

—No me perderás Ojitos; te lo prometo —sus manos me presionan la espalda, y puedo sentir, cuando eleva el rostro para mirarme, como su aliento choca contra mi mentón—. También te amo.

Acaricio su espalda y me permito respirar su aroma, disfrutando del momento, queriendo, aunque no sea el mejor, que jamás acabe. Poder quedarnos aquí unos minutos más; poder permanecer juntos disfrutando de la compañía del otro.





A la mañana siguiente comenzamos una vez más el viaje, solo que esta vez no hacia Washington, ésta vez de regreso a Atlanta, porque si bien nos movilizamos por toda Georgia durante las últimas semanas se podría decir que nos sentimos más a gusto en ella. O al menos Madison, porque por mi parte no tengo problema con ello, y es que desde pequeño acostumbraba a viajar de un lugar a otro con frecuencia hasta que acabamos quedándonos en Atlanta cuando yo tenía, quizás, unos diez años.

—Quizás deberíamos coger un vehículo, a excepción de que queramos ir por el bosque, ¿qué dices?

Me vuelvo hacia ella, y puedo ver como analiza el lugar con la mirada. Me mantengo mirándola; lleva el cabello acomodado en una trenza que le coge el cabello desde la patilla izquierda terminando en la derecha, lo que ciertamente no sé cómo hizo, porque al despertar —aun estando ambos sobre el árbol— ya la llevaba. 

—Bueno, no hay prisa, pero estaría bien ir a por un vehículo así quizás hallemos un pueblo o algo parecido y podamos coger provisiones.

Ella asiente y me dedica una sonrisa antes de volver su vista al frente, y por alguna razón creo que está más alegre que de costumbre.

Aunque ahora que lo pienso también yo.

Ojitos » Glenn Rhee [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora