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Durante todo el camino el sol me quemó la nuca y solo bajó su intensidad cuando la noche comenzó a caer.

—Deberían quedar tan solo unos minutos para llegar a la carretera —me dijo—, pero ya está oscureciendo así que tendremos que pasar la noche allí.

—Ajá.

—¿Estás bien? —girando hacia ella elevé las cejas—, ¿He dicho algo que te moleste? Porque si lo hice no tuve la...

—Es que —la interrumpí—, ¿Y qué si el bosque no es seguro?

Madison volvió su mirada al frente y negó.

—Esa es una posibilidad —contestó.

—¿Y hay más?

—La vida está hecha de posibilidades Ojitos. Es decir, yo podría haber sido una vagabunda y tu podrías haber sido un... No sé, un gran empresario, pero aún así yo podría haber sido más feliz, o tal vez no —volví mi vista a frente—. Como en algún momento estuvo la posibilidad de que la tierra se partiera por un cataclismo y la raza humana desapareciera, pero no; en cambio solo ha comenzado un apocalipsis zombie y la raza humana aún persiste.

—Si no hubiera llegado éste apocalipsis no te hubiera conocido —le dije.

—O tal vez sí. Son posibilidades; así también está la posibilidad de que tu continúes desconfiando de ti mismo o que comience a creerte capaz de hacer las cosas.

—Como también estaba la posibilidad de que tú hubieras sido la persona más callada de lo que queda de mundo, pero no, en su caso eres una simpática parlanchina.

—Como está la posibilidad de que eso me haya molestado; pero no, porque es cierto —me dice señalándome con el dedo índice y sus labios curvados en una sonrisa.

—Mira —le llamo cuando a lo lejos con la vaga luz del sol entregando sus últimos rayos logro divisar la carretera en la que cientos de autos permanecen varados.

Caminando algunos metros más nos detuvimos en la carretera, notando como al otro lado de esta el bosque nos esperaba.

—Busquemos algun auto no tan pequeño para pasar la noche —me dice adelantándose hacia los vehículos.

—Tienes mucho por donde elegir.

Señalé el lugar con cierta gracia, sin embargo en el momento en que se giró hacia mi el sonido de un disparo me hizo reaccionar al mismo tiempo que Madison caía sobre el asfalto soltando un gemido. Corriendo hacia ella me agache a su altura, notando como la bala —que aún no sabía de donde había salido— había dado en su muslo izquierdo.

Los gemidos de dolor de Madison me hacían sentir de lo peor, y el no saber que hacer me hacía sentir exageradamente inútil. Madison jadeo respirando agitadamente mientras llevaba sus dedos a la herida en su pierna.

—Glenn —gimió.

Jadeando abrí rápidamente la mochila que llevaba sobre los hombros y retiré una de las camisas que ella había guardado para mí; y cortando una de las mangas de ésta con mi cuchillo me apresuré a anudarla un par de centímetros sobre la herida en su muslo. 

—Estarás bien, estarás bien, estarás bien —repetí, aunque aquellas palabras eran en una mayor parte de aliento para mí, porque quería creer que ella estaría bien, sin embargo con mi poca experiencia no sabía si podría ser cierto. 

Cuando mi oído se agudizó y logré oír a tiempo como el sonido de las pisadas se intensificaba cogí el rifle de Madison y me giré hacia aquellas personas, que a pesar de apenas lograr ver debido a la falta de luz, pude notar con claridad sus rostros de preocupación.

—¿Está bien? —interrogó uno de los hombres.

—Hay que llevarla con Hershel —habló uno de ellos segundos más tardes al llegar.

—Mira, no hay tiempo de explicarte todo ahora pero si quieres que sobreviva deberás confiar en nosotros —dijo el primero. Pero a pesar de sentir como Madison apretaba mi antebrazo no bajé el arma.

—Ustedes le dispararon ¿por qué debería confiar? —exclamé, aunque francamente no sabía si estaba en lo correcto.

—Glenn —oí como me llamaba, y fue ahí cuando me giré hacia ella.

Me observaba con los ojos entrecerrados y asentía. Y fue ahí como pude comprender a lo que se refería. Debía confiar en mí y aunque no estaba totalmente seguro debía también confiar en ellos.

Así que acomodado la correa del rifle sobre mi espada pasé con cuidado uno de mis brazos por su nuca y el otro bajo sus rodillas para así levantarme con ella entre mis brazos.

—Vamos, nosotros te ayudaremos.

Quería encararlos porque mantenía el pensamiento de que fueron ellos quienes le dispararon a Madison, y aquello no cambió hasta que, al llegar a una camioneta a unos cuantos metros más allá un hombre con el cabello rapado y una escopeta entre sus manos fruncía el ceño al vernos acercarnos.

Cuando me subí a la camioneta y uno de los hombres cerró la puerta la preocupación me invadió, puesto que la sangre en la pierna de Madison continuaba brotando y ella a duras penas se mantenía consciente.

—Lo siento amigo, creí que eran caminantes.

Me sorprendí a oírlos llamar a los muertos con el mismo nombre que Madison utiliza, sin embargo no le presté mucha atención pues bien sabía que mentía.

Observé por la ventana la mayor parte del viaje, vigilando de vez en cuando a la castaña en mis brazos, quién había cogido mi mano y la apretaba al mismo tiempo que soltaba algún gemido.

Cuando el vehículo se detuvo a los adentros de una granja y me bajé del mismo; el primer hombre que se nos acercó en la carretera comenzó a caminar con prisa hacia una casa en medio de la granja.

—¿Están bien?¿Quién es ella? —observando de reojo como un anciano sobre una autocaravana interrogaba aquello poco a poco varias personas comenzaron a aparecer.

—Hershel —el hombre llamó al anciano que acababa de salir de la casa—, necesita tú ayuda; Shane le disparó.

El anciano no tardó en reaccionar y dándole algunas indicaciones a algunas mujeres que salieron de la casa junto a él me guió hacia una habitación donde me pidió acomodara a Madison sobre la cama. Así que despojándola de su mochila la deposité sobre la cama con cuidado.

—¿Estará bien?

—Esperemos que sí muchacho —me dice antes de pedirle a una de las mujeres que me sacara de la habitacion.

—Tranquilo —me dice la rubia, que de seguro no sobrepasa los veinte años—, ella estará bien.

Regulando mi respiración asentí y di un paso atrás al verla entrar nuevamente a la habitación. Pero no me tranquilice con sus palabras; al contrario; con el ceño fruncido abandoné la casa hasta hallar a «Shane» y sin siquiera pensarlo le planté un golpe en seco en la mandíbula. Porque se lo merecía.

Ojitos » Glenn Rhee [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora