Capítulo 9

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A la mañana de su tercer día dentro de las instalaciones de NOVA, Nadine concluyó que sería testigo de al menos un disturbio diario. Puede que la magnitud variase y no todos fuesen intensos como el del día anterior, pero de todas maneras le recordaban lo precaria que era la paz dentro de ese lugar. El disturbio diario de ese día comenzó temprano en las duchas, mientras Nadine maldecía no tener acondicionador de cabello que le diera un poco de brillo y luchaba para no rasparse con el jabón de lija que les proporcionaban.

Ya había sospechado Nadine que las duchas mixtas eran un problema inminente, y al parecer había estado en lo cierto. Mirando de casualidad hacia la puerta, controlando quienes entraban por simple instinto, Nadine tuvo una primera plana de los tres hombres que ingresaban a las duchas lanzándose miradas de complicidad. Uno de ellos levantó las cejas hacia sus compañeros y, haciéndose el valiente, se acercó por detrás a una joven que tímidamente se duchaba intentando ocultar sus partes íntimas del resto de los espectadores. Antes de que Nadine pudiese llamar su atención para advertirle, el escurridizo hombre aferró con su puño el trasero de la joven ocultando con su cuerpo su perversa acción y disponiéndose a más.

La joven lanzó un grito de indignación y miedo, dándose vuelta y pegándose contra la pared como una lagartija intentando escapar de su atacante. El hombre reía de forma disimulada para no llamar la atención, mirando a sus amigos que intentaban sofocar carcajadas con sus puños alentando al atacante a seguir con su juego.

—¿Qué vas a hacer, preciosa? —dijo el hombre con voz rasposa y resbaladiza.

Para entonces, varias personas habían notado la agresión, pero en un lugar donde prácticamente todo podía llevar a una existencia de torturas, la valentía brillaba por su ausencia. Nadine se odió a si misma por quedarse inmóvil en su ducha sin hacer nada para defender a la joven, pero la verdad es que tenía miedo. Es cierto que nunca había hecho mucho por defender a personas desconocidas, pero en este lugar se sentía un poco más responsable por aquellos que la acompañaban en esta horrible y obligada experiencia que era el proyecto NOVA.

Al notar que nadie venía a enderezar su actitud, el asqueroso hombre tomó confianza y se acercó con lujuria a la joven que temblaba, intentando cubrirse con su toalla entre llantos. Solo un hombre se animó a interponerse entre el atacante y la mujer, tomando al primero del antebrazo y retorciéndolo hasta hacerle gemir de dolor.

—Eres una larva, de esas que se arrastran sobre las cosas podridas... —acusó el defensor imponiendo un poco más de fuerza en el aferre que tenía sobre el atacante, haciéndolo caer de rodillas en las mojadas baldosas del suelo del baño.

Era un hombre moreno, fornido y de músculos definidos que eclipsaba con su presencia a la rata que tenía a sus pies. Los amigos del atacante no lo defendieron, simplemente quedaron en silencio, inmóviles como las cobardes sabandijas que eran. La mujer seguía llorando, aunque ahora parecía estar más tranquila, detrás del fornido hombre al que miraba como si fuese un superhéroe.

El moreno soltó a la sanguijuela solo cuando varios guardias aparecieron por la puerta del baño con sus armas en alto; únicamente ahí pareció darse cuenta que su valentía le traería problemas de los feos.

—¡Este hombre me atacó sin razón alguna! ¡Casi me quiebra el brazo! —acusó el atacante desde el suelo señalando al defensor con su dedo índice y escupiendo levemente al hablar.

—¡NO! ¡NO! ¡Este señor me ha defendido ante un ataque contra mi pudor! —defendió la joven intentando ponerse delante de su superhéroe como si pudiese tapar aquella mole de músculos.

El defensor la volvió a poner a su espalda con delicadeza sin decir una palabra, apretando la mandíbula con firmeza y haciendo de sus manos puños. No se defendió ni acusó, pero su mentón estaba levantado con la actitud de alguien con la conciencia limpia de haber hecho lo correcto, aunque fuera castigado por ello. En su frente brillaba una fina capa de sudor, el único atisbo del terror que sentía.

Los guardias los ignoraron como de costumbre y sin dar previo aviso, dispararon sus armas de tranquilizantes contra el hombre que se encontraba en el piso todavía acusando al moreno. Al desplomarse su cuerpo con un sonoro golpe, los guardias no perdieron un segundo y entre dos de ellos lo arrastraron fuera del baño y, seguramente, fuera del proyecto NOVA.

El moreno se permitió entonces volver a respirar, jadeando del alivio sin poder disimularlo, temblando un poco y mirando hacia la puerta con desconfianza como esperando que su buena suerte se acabara al instante. La joven lanzó un grito de alivio y se abalanzó sobre el moreno mascullando palabras de agradecimiento. Los amigos del atacante se retiraron apresurados antes de que alguien recordase que estaban ahí.

Nadine se encontró pensando en los "parámetros" que había mencionado la Dra. Loven; esas características que buscaban en los integrantes del proyecto NOVA y la penalización de quienes no estuvieran a la altura. Se preguntó cuál era la fina línea que separaba una agresión de una legítima defensa y si valía la pena arriesgarse a probarla. Sea como fuera, el moreno se había ganado el respeto de todos en aquel baño, incluyendo el de Nadine, y una nueva fanática agradecida.

Luego de vestirse de forma apresurada, Nadine se encaminó hacia la cafetería, no sin antes darle una palmada en el hombro al nuevo héroe de las instalaciones a modo de felicitación, quién seguía estupefacto en su lugar respirando fuerte.

Cécile, Kaoru y Signe se encontraban en pleno desayuno cuando se unió a ellos, pero todavía no vislumbraba a Brian por ninguno de sus usuales rincones aislados. Interrumpiendo sin educación la conversación que mantenían, Nadine procedió a contarles lo que acababa de ocurrir en las duchas.

—Ese debe ser Temba, un caballero por definición —dijo Signe cuando Nadine hubo terminado, luego señaló la puerta por la que entraban los novatos y agregó—. Fue el primero en ayudarme cuando entré por esa puerta intentando no desmayarme del miedo.

—Ya sé de quién hablan, la mitad de las chicas aquí están enamoradas de él... Y no las culpo, está para comérselo de a poquito y saborearlo —agregó Cécile ronroneando como un gato.

Kaoru parecía querer tele-transportarse a otro continente, pero se tenía que contentar con ignorarlas pretendiendo no entenderlas.

—¿Cómo saben que es él? Hay cientos de hombres que calzan con su descripción —preguntó Nadine divertida.

—Mi Temba es único, puedo reconocerlo en cualquier historia. No me insultes diciendo lo contrario —insistió Cécile desafiando a que Nadine la contradijese y señalándola con la cuchara.

—Es verdad que es un joven muy apuesto —agregó Signe divertida.

—Signe, no tienes 70 años y Temba no es un niño. ¡Deja de actuar como una anciana! —acusó Cécile — Puedes decirlo, "Temba está que arde". Vamos, sabes que te mueres de ganas...

—Mi regla de oro es que si tengo la edad para ser su madre entonces lo trato como un hijo... Pero sí que es apuesto... — contestó Signe resignándose con un suspiro soñador.

—¿Lo han visto en la ducha? Tiene unos pectorales y abdominales firmes como una tabla, y su p... —comenzó a decir Nadine enfatizando las palabras con sus manos.

— Nadine, tengo tu Tablet —interrumpió una voz detrás de ella.

¡Mierda!, pensó Nadine frunciendo su rostro y queriendo que la tierra la tragase en ese mismo instante. Signe y Cécile estallaron en sonoras carcajadas doblándose por la cintura sin lograr contenerse quedándose sin aire al unísono.

—Brian, yo te amo. ¡Gracias! Fin. Otro tema, ahora — agradeció Kaoru con exageradas reverencias.

Lentamente, Nadine se volteó con renuencia. Al observar al chico lo encontró escondiendo sus deslumbrantes ojos grises detrás de una cortina de cabello, pero su rostro estaba inmutable como si no hubiese entendido de lo que hablaban las tres mujeres. Bien podrían haber estado conversando sobre la vida de las langostas, al parecer.

Sin saber si sentirse agradecida o insultada por su desinterés, Nadine lo siguió hasta una mesa vacía donde Brian podría explicarle lo que había descubierto.

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