Capítulo 20

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Si la primera semana había sido un suplicio, los meses que siguieron al apagón fueron el peor tormento que Nadine había vivido jamás. Al menos antes tenía tres personas con las cuales conversar, tres y medio si se contaba a Brian. Ahora estaba sola, hundiéndose una y otra vez en su propia culpa, sin poder hablarlo con nadie. Ciento cincuenta y tres personas murieron durante su inmaduro intento de escape, ciento cincuenta y tres almas que Nadine llevaría por siempre como pesas en su espalda.

El anuncio había llegado al siguiente día, a través de las pantallas gigantes durante la hora de desayuno. Un hombre desconocido de aspecto severo y parecido a un bulldog dio un sermón durante media hora sobre la importancia de la disciplina, especialmente en personas que estaban encargadas de colonizar un nuevo mundo.

—Este es un ejemplo perfecto para que aprendan a no perder el control y el raciocinio cuando un individuo amenaza con destruir la paz que con tanto esfuerzo se ha logrado —retó el hombre recalcando con asco la palabra "individuo"—. El culpable de este lamentable hecho ha sido abatido, y les sugiero que tomen esta fatídica experiencia para no repetirla en el futuro.

Ante la mención de un culpable, Nadine sintió la penetradora mirada de Cécile un par de mesas a su espalda. Ariel era otro secreto que no había confiado a ella, otra mancha más en su historial de amiga. Por un momento tuvo miedo que Cécile le lanzara su cuchara afilada por la espalda, por lo que decidió moverse de mesa.

Aquella fatídica primera mañana, un LED tintineante anunció un nuevo mensaje en su Tablet y por un momento Nadine pensó en Ariel; en los mensajes que no volvería a recibir. La ausencia de ellos le recordaba al hombre que había sacrificado su vida en un intento de salvarla y de redimir su pasado. Esa mañana, el mensaje era una difusión en masa indicando que los horarios serían los normales a partir de ese día y se esperaba que todos volvieran a la rutina. Con pesadumbre Nadine se levantó, tiró su bandeja de comida por la abertura y se dirigió hacia el consultorio de la Dra. Loven, al mismo tiempo que varios doctores ingresaban llamando a aquellos que estuvieran heridos desde la noche anterior, a ser revisados.

El tono de voz de la doctora Loven, apenas unos decibelios más agudo de lo normal, fue el primer indicio de que estaba intentando disimular su nerviosismo. El segundo fue la pequeña mueca que hacía al morderse por dentro de la boca la mejilla, en esfuerzo de controlar alguna actitud o comentario. Nadine, por su parte, ignoró la tensión entre ambas.

—Físicamente pareces no tener secuelas de ayer de noche, has sido afortunada considerando que Zapolinski te tomó como rehén —comentó la doctora con forzada naturalidad.

—Mi brazo duele —recalcó Nadine.

—Varios magullones y distención muscular pero nada que requiera más que analgésicos —explicó la doctora—. Tu amigo Kaoru nos preocupa un poco más, estuvimos monitoreándolo durante la noche. No parece ser nada grave, pero hoy lo revisaremos a fondo por las dudas.

Nadine no aclaró que Kaoru ya no la consideraba amiga; no era de la incumbencia de la doctora.

—¿Quieres hablar sobre lo que ocurrió ayer? —preguntó la doctora cuando terminaron su evaluación física y pasaron a la psicológica.

—No, no quiero recordar los cuerpos y la sangre —respondió Nadine rogando en silencio para que no la obligaran a mentir.

¿Qué iba a decirles? No podía explicar lo que sentía sin mentir o delatarse ante la doctora. Por más que anhelaba hablar con alguien en confidencia de lo que había sucedido, no era esperable que el secreto médico fuera a respetarse dentro del proyecto NOVA. Para su sorpresa, la Dra. Loven pareció aliviada de no tener que hablar de la noche anterior y, por primera vez, Nadine se preguntó qué realmente cruzaba por la cabeza de la doctora y si era tan fría como se dejaba ver.

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