Capítulo 29

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Los exploradores volvieron más rápido de lo que todos pensaban, con sonrisas de triunfo y miradas de admiración. Temba y sus hombres tuvieron que controlar a la masa de gente que quería escuchar novedades sobre lo que los deparaba más allá de los límites del rudimentario campamento tras la nave humeante. Nuevamente, Nadine agradeció en silencio el consejo de Sergei. Si no hubiesen conseguido a Temba y sus elegidos para mantener el orden, el caos hubiera reinado y pronto hubieran vuelto a la época de las cavernas. No estaban mucho mejor, en realidad. Pero al menos había cierta organización en la colonia.

El grupo de exploradores se dividió en dos, un par dirigiéndose hacia Signe que los esperaba con ansias y el resto hacia la multitud. Nadine dudó por unos segundos, pero finalmente decidió quedarse entre la aglomeración de personas. Su interés por escuchar novedades de lo que les deparaba NOVA era más fuerte que las ganas de ayudar a Signe con la organización de la colonia. Además, Brian no podía moverse demasiado para prevenir que su herida volviera a sangrar. Uno de los médicos le había extirpado el pedazo de metal, pero a falta de hilo para suturar la herida, mucho cuidado debía tenerse con ella. En este momento, Nadine presionaba un trozo de bata que le habían proporcionado sobre el hombro sangrante de Brian.

—¡Hemos encontrado agua! En un riachuelo a unos kilómetros de aquí —anunció uno de los exploradores, Nadine no recordaba su nombre. Sin cabellos todos parecían iguales.

El hombre se había parado sobre una roca y hablaba con vos firme para que todos lo escucharan.

—¡¿Cómo sabemos que no está contaminada?! —preguntó una mujer entre la multitud.

—Parecía pura. No tenía olor extraño y Armando, a mi lado —continuó el hombre señalando a uno de sus acompañantes con orgullo—, se ofreció a probarla.

—Sabe a agua y dado que sigo aquí sin sentirme mal creo que podemos asumir el riesgo —explicó Armando desde un punto oculto detrás de la masa de personas.

Signe apareció entonces sobre la roca, ayudada por el explorador para encontrar balance.

—Un grupo más grande se está dirigiendo hacia el arroyo con seis de las cápsulas para traernos agua. Dos de ellas serán destinadas a los heridos, el resto para el consumo. No es mucha, pero deberá bastar hasta mañana. De ninguna manera la usen para limpieza personal, la prioridad en este momento es hidratación —ordenó Signe sin que su voz flaqueara.

Varios murmullos sonaron en la multitud, pero nadie discrepó.

—Mientras esperamos, necesitamos hacer un sondeo de cuántas personas han sobrevivido el aterrizaje y en qué estado se encuentran. Por favor, manténganse en sus lugares mientras un grupo comienza a contar. ¡Es imperativo que no se muevan! —continuó la mujer haciendo un ademán para que un grupo de personas comenzara a dividirse por el campamento rudimentario—. Hagamos silencio durante unos minutos para que los contadores no se desconcentren. Recuerden que no tenemos nada para apuntar los números.

El proceso demoró varios minutos, quizás más de una hora; Nadine no tenía forma de determinarlo. El grupo de contadores estaba sorprendentemente organizado. Cada uno había sido asignado un sector del campamento y por cada diez personas que contaban agregaban una piedra o escombro dos bolsas hecha precariamente con trozos de bata. Una indicaba que la decena estaba herida de forma grave, la otra que poseía heridas leves o ninguna. Las personas recibían un doloroso pellizco cuando eran incluidos dentro del sondeo, para evitar confusiones.

Varias veces tuvieron que solicitar silencio o quietud, pero luego de lo que pareció una eternidad Signe indicó que el proceso había terminado. Dos mil ochocientas cincuenta y tres personas se encontraban sanas, mil quinientas ochenta y siete estaban heridas de gravedad. Nadie comentó, pero todos sabían que esas personas seguramente no sobrevivieran los próximos días. Prácticamente todos los colonos pertenecían a la misma instalación de Nadine, dado que el sector de la nave que les había sido asignado era el que había permanecido casi entero luego del aterrizaje. Eso significaba que aproximadamente cincuenta mil personas habían perecido en el macabro experimento NOVA. El silencio de los colonos se extendió varios minutos mientras asimilaban lo cerca que habían estado de no despertar jamás.

—¿Qué hay más allá? —preguntó una mujer rompiendo con el impuesto silencio, señalando hacia lo que parecía ser el límite de un bosque.

El explorador que se había dirigido a la multitud volvió a subir a la piedra, reemplazando a Signe quien aprovechó la ocasión para volver a murmurar con su selecto grupo de personas. ¿Cuándo habían organizado todo esto sin que Nadine lo supiera?

—No hemos tenido la oportunidad de explorar a fondo, nuestra prioridad era encontrar agua, pero lo que pudimos observar es familiar... pero diferente —explicó cautelosamente el hombre—. Hay flores, árboles, pequeños insectos, todo lo que podríamos esperar de un bosque. Pero nada es igual a la Tierra. Los colores son más intensos y los tonos diferentes, el olor es dulce y el aire más espeso. Lo que puedo decirles es que no hay lagos de sulfuro o criaturas verdes con tentáculos, al menos por ahora.

Varias personas suspiraron de alivio, pero Nadine pensó que estaban lejos de estar a salvo. La prueba estaba en el sector cerca de la nave que todos intentaban evitar con la mirada. Un rincón alejado unos metros del campamento, donde aquellos que no sobrevivían las graves heridas eran transportados en silencio. La pila de cuerpos crecía con las horas y tendrían que encontrarle una solución a la brevedad antes de que empezara a afectar aún más las mentes sensibles de los nuevos colonos. O peor aún, que desatara una plaga.

—Antes de que pregunten, los siguientes pasos serán encontrar comida y algo para mantener el fuego. Podemos encenderlo usando las llamas de la nave si todavía no se apagaron, pero en este momento no tenemos cómo conservarlo prendido. Encontrar un refugio también está dentro de los planes. Tenemos un gran trabajo por delante, voluntarios que quieran ayudar serán bienvenidos; necesitamos toda la ayuda que podamos —agregó la intensa voz de Signe desde abajo de la piedra.

Las llamas dentro de la nave habían quedado contenidas sin necesidad de que intervinieran, eso al menos les dio un respiro. El humo continuaba invadiendo el aire y la falta de brisa hacía que quedara estancado en el campamento. Tendrían que irse pronto de allí si no querían empezar a sofocarse con los químicos quemados. Nadine suspiró. Signe se encargaría de todo seguramente.

Pasaron horas, o lo que se sintió como tal, hasta que finalmente el segundo grupo de exploradores se distinguió en el horizonte, cargando las pesadas cápsulas repletas de agua. El campamento rugió en un aplauso colectivo y se preparó ansioso para saciar la ahora insoportable sed; el pequeño caos controlado rápidamente por Temba y sus hombres.

—Vayamos acercándonos a la fila para tomar agua —dijo Nadine a Brian investigando nuevamente la herida del chico para determinar si seguía sangrando.

Lo hacía en menor grado, pero era evidente que necesitaba puntos. A Nadine le vino un escalofrío al pensar en la infección que podría traer y otras complicaciones que de seguro se le escapaban. La medicina no era su fuerte y el sentimiento de impotencia que sentía era enorme. Se le ocurrió cauterizar la herida usando un metal y las llamas de la nave, pero no tenía idea si eso ayudaría. Tendría que preguntarle a uno de los médicos.

Con un pequeño empujón, Nadine le indicó a Brian que se irguiera. Sin embargo, el chico se mantuvo inmóvil. Desde hacía rato Brian miraba el cielo con una mueca en el rostro, cubriendo sus ojos del sol con una de las manos. Nadine lo había tomado como curiosidad ante un nuevo planeta, pero ahora que prestaba atención notaba la creciente inquietud del chico. No estaba en un trance como lo había estado dentro de la nave, simplemente parecía concentrado... y preocupado.

—¿Brian? ¿Cuál es el problema? —preguntó imitando la posición del chico con la esperanza de distinguir algo en el cielo y entender su actitud.

—El sol —indicó Brian como si eso explicara todo.

—Tendrás que ser más explícito que eso, recuerda que no todos tenemos tu cerebro. No veo nada raro.

—T-T-Tendría que haber cambiado de posición a medida que el planeta rota. Nadine, el sol no se mueve.

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