Capítulo 48

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El sol comenzó a ocultarse con el paso de las semanas, llevándose consigo la calidez del aire y los colores del bosque. Los colonos no mencionaban el tema directamente, había un acuerdo tácito entre ellos de no hablar sobre la cuenta regresiva para la noche. De esta manera, evitaban sumirse en un pánico colectivo al refugiarse en el silencio y aparentar que el peligro no existía. Mantenían la esperanza de que, si no hablaban de ello, quizás el peligro desaparecería por arte de magia.

Sin embargo, por más de que no se tocara el tema, el campamento bullía con preparativos para la noche. La enorme estructura que Brian y su equipo habían armado fue desmontada con celeridad, sus materiales usados ahora en la construcción de un enorme perímetro protector a lo largo de las cavernas. Nadine no pudo evitar sentir un poco de nostalgia al ver como el lugar en donde Brian y ella habían sido honestos consigo mismos, era destruido sin ningún tipo de corazón. Por más que así se sintiera, su cerebro le recordaba que era mejor, en los días por venir, tener un cerco protector antes que un recuerdo sentimental, por lo que nada dijo al respecto.

Los efectos de la toxina duraron una semana entera luego de que su causa se confirmó. Varios de los colonos no sanaron, y nuevamente una pira comunal se iluminó en los alrededores de la nave que se habían transformado en cementerio. O, mejor dicho, incinerador. Esa fue la última vez que Nadine vio a los integrantes del grupo de Frederick, quienes habían formado un nuevo campamento dentro de la nave. Sabía que había comunicación entre ambos líderes, intercambio de bienes y acuerdos, puesto que varias veces lo escuchó murmurar desde el séquito de Signe, pero en lo personal, no los había vuelto a ver. Tampoco le interesaba. Varios de los colonos turnaban su tiempo entre los dos campamentos, aunque se estaba trabajando en regularizar quién vivía en dónde para poder planificar los alimentos y trabajos.

Quienes sobrevivieron el envenenamiento, comenzaron a trabajar apenas si pudieron levantarse. Kaoru y Austin formaban parte de ellos, ahora con una relación de amistad estrecha. Nadine suponía que había cierto tipo de intimidades, como vomitar y hacerse encima, que una vez compartidas eran causantes de una relación de confianza a largo plazo o un alejamiento permanente. En su caso, se habían vuelto inseparables por mas disparejas que fueran sus personalidades.

El pescado que provocaba la toxina se eliminó de la dieta diaria, y fue sustituido por todo lo que pudieran encontrar. Algunos voluntarios incluso se ofrecieron a probar plantas y frutos nuevos, poniéndose a la merced de peligrosas sorpresas, con tal de que el campamento pudiera no solo alimentarse sino generar un stock para la noche; algo que no era fácil cuando todo aquello que comían parecía esfumarse con cada semana que pasaba.

Los peces mutantes, con su toxina, fueron los primeros en anunciarse. Luego desaparecieron las flores que tan colorido hacían al bosque, y con ellas se fue el aroma dulzón al que tanto se había acostumbrado Nadine, dejando únicamente el olor a humedad de las hojas muertas. Los pequeños animales se esfumaron en cuanto el sol comenzó a acercarse a las copas de los árboles y la vegetación se transformó de frutos y hojas a enormes espinas. Animales cada vez más fieros aparecieron entre los árboles, obligando a los cazadores a mejorar sus habilidades y armas a riesgo de herirse seriamente con cada una de sus expediciones. El miedo que Nadine había sentido cuando entró por primera vez en el bosque, volvió a atacarla con creces y se encontró mirando de reojo los árboles sintiendo que la observaban.

El acuerdo tácito de no hablar sobre la noche comenzó a abarcar entonces a los efectos del crepúsculo. Cuando un explorador volvía con los brazos y el rostro lleno de arañazos por las espinas o la garra de un nuevo depredador, los doctores simplemente lo atendían y el resto de los colonos miraba para un costado. Cuando Temba dio la orden de comenzar a secar la carne a fuego lento, y prohibió luego comerla, nadie protestó a pesar del hambre que sentían. Cuando los sonidos del bosque comenzaron a cambiar, volviendo a generar nuevas y renovadas pesadillas, nadie dijo una palabra.

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