Empezaron a llegar todos los alumnos de primer curso y algún despistado de segundo que rápidamente abandonaba el aula. Hugo y Priscila llegaron a la vez y se sentaron en los asientos que Lily había reservado.
- Lily, ¿estás bien? Llevas toda la mañana distraída. – Priscila estaba preocupada por su nueva amiga, incluso pensaba que podría ser rara.
- No, estoy bien. – Bajó el tono de su voz y le preguntó a su amiga - ¿Y tú? Te pillé esta mañana entrando por el retrato de la Señora Gorda cuando bajé a desayunar. Eres sonámbula, ¿verdad?
- Sí, pero no se lo digas a nadie, por favor. – Priscila le rogó a su amiga que no lo hiciera. Ya era difícil ser la nueva, que no sabía nada de magia y además era sonámbula. Sería el fin para ella.
- Tranquila, no lo haré pero ten cuidado, podría verte cualquiera. Escribiré a mi madrina. Ella también es sonámbula y me contó que durante su cuarto año había aprendido a hacerle un hechizo a las cortinas de su cama para que no pudiera levantarse por las noches. Le diré que me diga cuál es ese hechizo y así no tendrás que preocuparte nunca más.
- Gracias Lily. Eres una gran amiga.
Lily estuvo contestando a las cartas durante toda la clase de Historia de la magia. En una ocasión, el profesor Binns la llamó “Señorita Evans” cuando ella le preguntó por el nombre de uno de los primeros magos conocidos. Lily iba a replicarle al profesor pero recordó que Rose también había sido llamada “Señorita Granger” así que decidió mantenerse en silencio. No sabía quién era esa tal Evans. “Al menos a Rose la confundió con su madre, pero a mí no me ha llamado Weasley.”
Se acabó la primera clase y Hugo, Priscila y Lily se marcharon hacia los invernaderos para su clase de Herbología con el “tío” Neville. Bueno, Profesor Longbottom. No era su tío pero lo conocían desde que… bah, desde siempre. Aún no habían hablado con ningún otro estudiante de primer año, pero tampoco les importaba demasiado. En Herbología compartían la clase con los Slytherin. Lily recordaba al chico que el Sombrero Seleccionador apenas había rozado su cabeza. Era moreno, de piel negra y con los ojos oscuros y brillantes. Era desconcertante mirarle. Parecía tan seguro de sí mismo. Lo increíble fue saber que era hijo de muggles. “Sólo los “Sangre Limpia” van a Slytherin. O “Mestiza”, como poco. Pero él se llama Alex Butler, y por lo visto es huérfano y ha estado en un orfanato muggle” les oyeron decir a una chica Ravenclaw durante la clase de Historia. Priscila y Hugo compartían la misma opinión que la chica pero Lily sabía que había algo más en ese chico y estaba segura que lo averiguaría, con o sin ayuda.
Pasaron los meses y llegó la noche de Halloween. Esa noche los de último curso, habían preparado hechizos en las salas comunes que hacían que las estatuas y los bustos de piedra se movieran y hablaran, contando historias antiguas sobre magos y brujas que hicieron cosas increíbles durante su vida. Lily iba sola por un pasillo del castillo. Había dejado a Hugo y Priscila en el Gran Comedor esperando en las grandes puertas al Gran Banquete pero ella no quería estar entre todos los estudiantes esperando a que abrieran las puertas. Decidió pasear hasta que llegara la hora del Banquete y oír esas historias de los grandes magos. Dejó de caminar al escuchar algo que le heló la piel. Una figura de un trol que estaba situado en la puerta de la Sala de Profesores había pronunciado un nombre. Un nombre que Lily jamás se hubiera imaginado oír en ese momento: Harry Potter.