Estaban en Grimmauld Place. En el momento en que llegaron, Lily escuchó voces procedentes de la cocina y sonido de pisadas que corrían hacia ellos. Sintió como alguien la abrazada, otra persona la besaba y unas manos le tocaban el pelo pero no era capaz de ver quienes hacían todo eso. Solo pensaba en una cosa. Más bien en una persona. Niall Malfoy. ¿Cómo miraría ahora al “amor de su vida”? No podría aguantarle la mirada después de lo que le había hecho. Se sentía engañada. Había estado dos meses enviándose cartas con él y él estaba con Rose, como ella sospechaba desde el primer día en el Hogwarts Express. Para colmo, no tenía varita...
- Lily – Alguien la llamaba. La niña levantó la cabeza y vio a su padre que la miraba preocupado. – Lily, cariño, ¿qué te pasa?
- Papá, no te enfades, pero… - “¿Cómo le digo a mi padre que no tengo varita?”
- ¿Sí?
- Es que… Cuando me secuestraron… Me quitaron la varita… Y no la he recuperado… (NOTA AUTOR: leer despacio, con nerviosismo)
- Tranquila, pequeña, lo importante es que tú estés bien. Lo estás, ¿verdad? – Harry, mientras hablaba, se había ido agachando hasta quedar a la altura de su hija.
- Sí, papi. Estoy muy bien. – Lily abrazó a su padre y continuó hablando – Ahora mucho mejor, porque todos estáis bien.
- Tranquila. Pero una pregunta. ¿Cómo supiste que yo estaría en la Mansión Malfoy?
- Bueno, no lo sabía. Pero cuando no os vi en el despacho de la Directora, después de que me salvara Kreacher, hablé con Phineas y después con Albus Dumbledore y Severus Snape. Severus me dijo que me parezco a la abuela físicamente y que si era igual como persona tendría el valor suficiente para ir a por vosotros aunque no tuviera varita.
- Eres una auténtica Gryffindor, mi pequeña. – Harry volvió a abrazar a su hija, mucho más fuerte que antes. – Ahora, volvamos a Hogwarts. Tenéis clase dentro de cuatro horas.
- ¡Papá! Pero ¡no tengo varita!
- Cierto… Bueno, mañana iré a Ollivander’s y te enviaré una igual a la tuya que era…
- Madera de caoba, 40 cm de longitud con núcleo de fibra de Corazón de Dragón. Poderosa, excelente para todo tipo de hechizos difíciles y especialidad en Transformaciones. – Recitó Lily de un tirón.
- Emmm… Muy… Bien… El Señor Ollivander’s la recordará seguramente mejor que tú misma aunque, en este momento, estoy dudando… - Harry comenzó a reír y al cabo de unos segundos todos reían. - Muy bien, niños, tenéis que volver a Hogwarts. Voy a conectar nuestra chimenea con la del despacho de la Directora. Recordad ir directamente a vuestros dormitorios, y no os separéis, vais dos a cada Sala Común. – Harry sacó su varita, hizo un movimiento con el brazo y la chimenea se iluminó momentáneamente. – Coged un puñado de Polvos Flu cada uno y ya sabéis qué tenéis que hacer.
Lily decidió ser la primera, quería librarse de la imagen de Niall de su mente porque haría algo imprudente delante de sus padres, y no quería tener que dar explicaciones. Abrazó a su padre y dio un beso a su madre, prometió escribir con cualquier novedad y cogió un puñado de Polvos Flu. Entró en la chimenea y gritó “¡Hogwarts!”. Vio pasar chimenea tras chimenea y de pronto, la velocidad disminuyó. Estiró los brazos y se frenó antes de chocar con el suelo. Salió de la chimenea y vio a la Directora.
- Lily… ¡Qué alegría que estés bien! – Minerva se levantó del escritorio, ya llevaba el camisón, y abrazó a la niña.
- Gracias, Profesora. Yo también me alegro. El problema que no tengo varita.
- No te preocupes, notificaré a tus profesores del día de mañana para que conozcan tu situación hasta que te envíen una nueva. – En ese momento la chimenea se iluminó y apareció la única persona a la que Lily no quería ver, mucho menos tener que esperar con él hasta que llegaran sus hermanos. Niall salió de la chimenea y la directora se quedó con la boca abierta. - ¿Podrían explicarme cómo es que usted viene de casa de los Potter, Señor Malfoy?
- Ayudé a Lily para rescatar a sus padres. Aunque nunca estuvieron en peligro.
- Sí, es cierto, Profesora. Hable con ésos retratos. – Lily señaló los cuadros de Dumbledore, Snape y Phineas.
- Muy bien, Señorita Potter. – La profesora se dio la vuelta y se volvió a sentar tras su escritorio. Zayn y Louis tardaron poco más de 3 minutos. Entonces se pudieron marchar a sus respectivas salas comunes. Cuando Louis y Lily estaban a medio camino de la Torre de Gryffindor, el chico ya no aguantó más y tuvo que preguntar a Lily lo que su padre le había prohibido hacer.
- Lily, ¿Por qué llevaste a Malfoy contigo a casa de su abuelo? – Lily miró a su hermano, y por primera vez, no supo qué contestarle, decidió decirle la verdad, aunque no exactamente, ya que era la única persona que la animaba a continuar, aún después de haberle visto besar a Rose.
- Albus Dumbledore me dijo que él era el único que podía ayudarme. No tenía varita, vosotros no estabais y él es el único que sabe dónde vive su abuelo.
- Buena respuesta. Pero quiero saber algo más. – Louis sujetó a Lily e hizo que la mirara. – Lily, no estás enamorada de él… - Lily no contestó - ¿Verdad que no?
- No. Él sale con Rose. – Se deshizo de los brazos de su hermano y siguió caminando. No quería que Louis la mirara a los ojos. Ella sabía que su hermano vería en sus ojos que le había mentido. Se conocían demasiado bien. De todas formas, tampoco quería decirle que el amor de su vida le había roto el corazón.