- ¡Enervate! – Alguien gritó y Lily despertó poco a poco. Le dolía el pecho por el conjuro y la cabeza por el golpe al desmayarse. Vio una sombra. Todo estaba oscuro.
- ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? – Buscó su varita en la túnica y no la encontró. - ¿Dónde está mi varita? – El encapuchado sólo reía. - ¡IDIOTA! ¡DIME DE UNA VEZ DÓNDE ESTOY O TE JURO QUE…!
- ¿O qué? Vamos pequeña Potter, dime que me vas a hacer. Sin una varita y con lo pequeña que eres… - Volvió a reir y se marchó, dejando a Lily encerrada en un cuarto oscuro. Escuchó pasos provenientes del techo, por lo que dedujo que estaba en un sótano.
“¿Cuánto tiempo habré estado inconsciente?” Se sentó en el suelo apoyando la espalda en la pared y empezó a maldecir a todo lo que se le ocurría. Si su madre la estuviera escuchando, seguramente la encerraría en su habitación durante meses. “Genial, estoy encerrada, no sé qué hacer para escapar y encima tengo hambre. Un día fabuloso el de hoy…” Y empezó a llorar. No sabía por qué lo hacía. No lloraba nunca pero en ese momento, sentirse sola, con la posibilidad de no volver a ver a su familia… Era una sensación muy triste…
Estuvo así durante lo que a ella le parecieron siglos, pero sabía que sólo habrían pasado un par de horas. Entonces alguien abrió la puerta. Un hombre. Lily lo reconoció en seguida. Lo había visto en numerosos carteles de se busca. Era el abuelo de Niall. Lucius Malfoy. Aquel hombre al que su mujer y su único hijo habían dejado solo después de que Voldemort fuera derrotado.
- ¿Usted? ¿Usted ha ordenado que me secuestren? – Lily se levantó e intentó parecer segura.
- No, yo sólo quería que te trajeran a mí para que tu padre venga a rescatarte. Me daba igual que fueras tú o cualquiera de tus hermanos, incluso me servía tu madre. Pero traerte a ti me resulta más fácil para mis planes. Acompáñame.
Lily siguió a ese hombre por las escaleras y llegaron hasta un espacioso salón. Lily no había visto jamás una sala como esa. La antigua Mansión Malfoy seguía teniendo la gloria de antaño. Lily recordó la cita que había tenido ese día con Niall, una cita que estaba muy lejana ya para ella.
- Muy bien, Señorita Potter…
- Lily, Señor Malfoy.
- Muy bien, Lily. Sólo queremos que tu padre venga hasta aquí. No queremos hacerte daño. Sólo queremos a tu padre.
- No voy a hacer que él venga a ustedes. Sé que le harán daño.
- No, querida, no tenemos esa intención. ¿Verdad que no? – Había unas 12 figuras encapuchadas situadas alrededor de Lucius y Lily. Todos negaron aunque sonaban risas bajo las máscaras.
- ¡Es mentira! – Lily corrió de nuevo dirección al sótano. Prefería estar encerrada que ayudarles a que su padre llegara hasta ellos. La dejaron correr y la volvieron a encerrar. Lucius había ido tras ella despacio.
- Sé que pronto podré sacarte la información necesaria para que tu padre llegue a nosotros. Pasarás la noche aquí. Tienes una bandeja con agua y comida. Recuerda que no queremos hacerte daño. – Y se marchó.
Lily cogió un poco de pan y estofado.
- ¡Qué asco! ¡Esto no se parece en nada a lo que hace Kreacher o mamá!
¡Plin! Apareció un elfo con una sartén en la mano.
- ¿Ha llamado, la ama Lily?
- ¡KREACHER! – Lily gritó y de pronto calló. Susurrando rápido a su elfo doméstico. – Kreacher, tienes que sacarme de aquí. ¿Podrás?
- Claro, señorita. ¿A dónde vamos? – Lily empezaba a escuchar a alguien bajando las escaleras.
- A casa, Kreacher, a casa. ¡Y rápido! – Kreacher agarró a la pequeña de la mano y se desapareció.
Al momento, llegaron a Gimmauld Place. Lily suspiró aliviada. Abrazó a Kreacher muy fuerte.
- ¡Gracias, gracias, gracias! ¡Me has salvado la vida, Kreacher! – Lily lo soltó y empezó a pegar saltos de alegría por la cocina de su casa. Pero, de repente, recordó algo. - ¡Oh, no! ¡Mi varita! ¡La tienen ellos!
- Ama Lily. ¿Quiere algo? ¿Un poco de pudding, quizás?
- No, Kreacher… ¡Quiero ver a papá y mamá! ¿Puedes llevarme a Hogwarts? ¿Al despacho de la directora?
- Por supuesto. – Volvieron a darse la mano y Lily notó de nuevo cómo si un gancho tirara de su estómago. Una sensación poco agradable.
Aparecieron en el despacho. No había nadie. “¿Cómo es posible? ¿Ni la directora?” Lily fue hasta el cuadro de Phineas Nigellus, con el que hablaba en ocasiones en su casa.
- ¡Phineas, despierta! – El hombrecillo tembló y miró a Lily.
- ¡Lily! ¡No puedo creer que estés bien! Tus padres y hermanos, y la directora dejaron el colegio hace horas para ir en tu búsqueda.
- ¡Oh, no! Phineas, tienes que impedirlo. O yo. O alguien. Les van a hacer daño. El culpable es Lucius Malfoy. ¡Por favor, haz algo!
- ¿Lucius? ¿Malfoy? ¿En serio?
- Sí, sí, me tenía secuestrada en su Mansión. Pero no hay tiempo. Si papá va a su casa, él le hará daño, estoy segura.
- Muy bien. Voy a ir Grimmauld Place…
- No, yo vengo de allí y no hay nadie. Tiene que haber otra manera…
- Lilian, tienes que ir tú. – Lily no había escuchado esa voz nunca, pero le resultaba familiar. Buscó quién había hablado y lo vio. Un cuadro pequeño situado junto al cuadro enorme de Severus Snape. Albus Dumbledore. – Lilian, tienes que salvar a tu familia.
- Pero, Profesor, no tengo ni mi varita. Me la quitaron.
- No te he dicho que tengas que ir sola. Sabes la respuesta, pequeña. – Lily pensó sobre las palabras del Profesor y obtuvo la respuesta. La sabía desde que despertó en la Mansión. Había pensado en él todo el tiempo. Niall Malfoy.