Capítulo 8

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**Mi habitación estaba débilmente iluminada por la tenue luz nocturna que entraba por la ventana, estaba de pie frente a ella, mirando a la nada, cepillando mi cabellera, como siempre antes de recostarme, sentí su respiración rápida y tibia antes de percibir su cercanía, con un suave gesto de su mano acarició mi mejilla, sujetando mi nuca firmemente para acercarme a su boca; el roce de sus labios era suave, húmedo, perfecto; su lengua describía pequeños círculos invitando a la mía, inexperta, que dulcemente se entrelazó a la suya en un compás excitante que aceleraba poco a poco los latidos de mi corazón.
Su mano libre acariciaba dulcemente mi cabello, y poco a poco comenzó a descender por mi espalda haciendo que todos los vellos de mi cuerpo se erizaran y que una sensación para mí desconocida, parecida a un hormigueo, llegara a mi entrepierna.
Con un rápido movimiento acercó mi cuerpo al suyo, podía sentir sus latidos, tan fuertes como los míos, que anticipaban las caricias venideras, el amor en plenitud; dejé que su aroma me embriagara y comencé a desabotonar su camisa, en el instante mismo en el que él retiraba de mis hombros los tirantes que detenían el ligero camisón que me cubría aquella noche; el calor que provocó el contacto de nuestros torsos desnudos no hizo más que acelerar el frenesí de nuestros besos;  después de un tiempo interminable se detuvo, apartándose unos pasos de mi; me miró con esos ojos azules, del color del mar profundo, tendiéndome la mano, invitándome a seguir, a llegar juntos hasta el final.
Sin dudarlo la tomé, dándole un ligero apretón, firme, tratando que transmitiera mi seguridad, mi deseo de ser suya, por esa noche, por el resto de mis días.
Caminamos lentamente hacia la cama, aún tomados de la mano, admiré por un instante su bello cuerpo, sus rizos libres, él era todo lo que había deseado en está vida, y ahí estábamos, a punto de hacer el amor por primera vez...
Un fuerte brillo me hizo girar instintivamente, era el espejo del tocador que proyectaba la luna llena, dotando de luz el rostro de Tom, y el mío, que era realmente bello, cubierto de diminutas pecas, enmarcado por una hermosa y abundante cabellera roja como el atardecer.
Como en cámara lenta miré mi cuerpo desnudo, sólo cubierto por unas diminutas bragas de encaje, las pecas resaltaban en mis hombros y pecho con aquella luz blanquecina, noté mis senos voluptuosos, firmes, de pequeños pezones rosados, la fina curva de mi cintura, mi vientre plano, las largas piernas...
Me miré a los ojos, sus ojos verde oliva, que derramaban silenciosas lágrimas.**

Una sensación de vacío me despertó una madrugada de verano, él cielo estaba teñido de un pálido azul  marino que indicaba que pronto amanecería, para mi gran sorpresa tenía los ojos húmedos y mi almohada estaba empapada por las gruesas lágrimas que seguramente entre sueños derramé, temblaba a de pies a cabeza, a pesar de la calidez que el clima nos brindaba en esa época del año.
Traté con todas mis fuerzas de recordarlo, forzando mi mente soñolienta a revelarme el contenido angustiante que me había despertado.
Vagamente recuperé algunos detalles y me levanté molesta, decidida a alejar aquello de mi cabeza.
"Agua.
¡Maldita sea! Si no fuera una squib no habría necesidad de bajar a la cocina."
Bajé silenciosamente, disfrutando para mi sorpresa, de la quietud y del silencio que aún había a esas horas.
El grifo estaba justamente debajo del ventanal de la cocina, dotaba de una vista casi  completa al descuidado jardín de grandes árboles que, exceptuando el colorido huerto de flores y verduras, hacía parecer la casa en total abandono.

Cuando me disponía a beber el segundo vaso los escuché.
Cascos de caballo, era sin duda más de uno, y las inconfundibles risas de quién mucho ha bebido.
Eran dos voces de hombre, mi corazón dió un vuelco al reconocer una de ellas, ¡Era Tom!
Sin siquiera pensarlo salí precipitadamente al jardín, tal vez envalentonada por saberlo sin ella, y me quedé detrás del seto sin saber qué hacer al descubrir mi estúpida imprudencia, ¿qué pensaba? ¿qué sólo mirándonos todo estaría dicho, solucionado? ¿qué me subiría en su caballo y me llevaría con él?, me maldije por lo bajo, y trate de confundirme con las ramas, pues estaban cada vez más cerca y si regresaba sobre mis pasos me descubrirían.

"¡Hombre, que monstruosidad! No puedo creer que tu padre no haya hecho derribar esa pocilga, Tom."
"No es nuestra, todo lo que hay al otro lado del valle nos pertenece, pero esta casucha es de un vagabundo llamado Gaunt y sus hijos; dicen que el mayor está loco, no sabes la clase de historias que cuentan de él en el pueblo."
"¡Vaya! Creí que estaba abandonada."
"Eso parece a primera vista, pero si miras detenidamente hay un huerto por allá, lo sé porque Cecilia insiste en venir a comprar las flores del compromiso a la hija del vagabundo.
Hasta el momento le he dado largas, jamás la dejaría pisar un lugar tan tétrico como éste."
"¡Oohhh, el joven Tom está enamorado! Jaja eres lo más cursi en el mundo, ¿quién lo diría del seductor de Little y Grand Hangleton? Jajaja."
"Jajaja así es, el amor me golpeó fuerte, querido amigo, es que ¿acaso no has visto a mi prometida? Es la mujer más hermosa, y no sólo por fu.."
"Tom; quizá me equivoque, pero creo que alguien ha clavado una enorme serpiente en la puerta, ¡será mejor que nos larguemos a toda prisa de aquí!"
"¡Vaya, tienes razón! Te dije que el hijo no está bien de la cabeza."
ARRREE!"

Con gran estrépito los caballos se alejaban, recorriendo en poco tiempo una gran distancia.
Mi alivio fue momentáneo pues un rugido desgarrador cortó el aire, era el grito de Morfin, quién saltaba de un gran árbol y apuntaba su varita a la distancia.
FURNUNCULUS!"
Un destello de luz roja recorrió el sendero hasta dar de lleno en la espalda de Tom, que aulló de dolor, pero continuó a galope, hasta perderse de vista.

Tapé mi cara con mis manos temblorosas, tratando de contener las lágrimas de angustia que comenzaban a amotinarse en mis ojos.
Con un brusco ademán Morfin las apartó, y sujetó mi barbilla con fuerza excesiva, acercándome a su cara, echándome su pestilente aliento me dijo en parsel:
"Sé cuánto te gusta mirar a ese muggle, sé que sales al jardín cuando él pasa, sé que lo espías en el pueblo; ¿Esperabas que ésta noche notara que existes, hermanita ? ¿Te le ibas a ofrecer, asquerosa squib? ¿Acaso no has oído que su prometida es la más hermosa? Y tú, la hija de un vagabundo..."
Con cada siseo su ira iba en aumento, sus ojos temblaban de rabia.
Las lágrimas brotaban silenciosamente de mis ojos, el pánico comenzaba a apoderarse de mí; sabía que era verdad, que mi hermano estaba loco, y más que eso, que era un sanguinario, sabía que todas las historias que contaban sobre él eran ciertas, el ganado muerto, los accidentes fatales, las extrañas enfermedades que aquejaban a algunos muggles en el pueblo, aunque nunca nadie recordaba haberlo visto, yo sabía que había sido él.

¿Qué podía haber hecho yo para detenerle?
Aún si pudiera hacer magia no me habría atrevido a enfrentarle, lo sé, porque soy una cobarde, una egoísta.

Y ahora, Tom estaba pagando las consecuencias por un amor intenso, insolente, que era sólo mío...

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No tengo ni idea de que pensarán de este capítulo...
*se sonroja y ríe tímidamente.

Gracias por continuar con Merope.
Nos seguimos leyendo!

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