Capítulo 15

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Pasamos casi un mes encerrados, haciendo el amor por toda la casa, preparando el café, leyéndonos poemas de los viejos libros que llevó con él, bailando descalzos en el jardín las melodías que salían de la vieja radio del salón y acurrucándonos en el techo de la casona para mirar las estrellas al anochecer, yo recostada en su hombro, acariciando su pecho y él aspirando el perfume de mi cabello, susurrándome al oído palabras dulces, que aún puedo escuchar si cierro los ojos.
"Mer, eres lo más importante para mí, sin ti, mi corazón seguramente se detendría, mira, ¿sientes como palpita por ti?"

Nunca cuestionó el paso del tiempo o el por qué nunca escaseaban las velas o la comida, tampoco le extrañó el que nadie se acercara, o reconociera el auto, y para mí fue muy cómodo así; hasta que un día, mientras recogía algunos tomates del jardín para el almuerzo, una lechuza parda con un rollo de pergamino en el pico me devolvió abruptamente a la realidad.
"... pasarán por ti a mediodía, mocosa, porque ya les expliqué que no eres más que una squib y no puedes aparecerte y ellos insisten en que firmes como responsable, ¡tremenda mierda!, así que tráeme ropa limpia y algo de comida decente.
Espero que no hayas sido lo bastante estúpida como para vender el guardapelo y ¡Más te vale no haber tocado mis cosas o lo pagaras caro, maldita inútil!..."

No me sorprendió ver llegar una segunda lechuza gris, de mirada imponente, con el emblema dorado del Ministerio en el pecho y un sobre morado de aspecto oficial en el pico.
Con las manos temblorosas lo abrí, no necesitaba leer el texto completo, solo me importaba saber cuánto tiempo tenía, y cuando mis ojos encontraron la fecha ahogué un grito de pavor.
¡Mi padre quedaría libre y en menos de una semana!

Con un rápido movimiento de mi varita, que llevaba escondida en el mandil siempre que podía, les prendí fuego y las mire arder en silencio, pensando en lo que diría mi padre si se enterara de que vivía con un muggle, y no cualquiera, el muggle por el cual su amado hijo se encontraba preso en Azkaban.

Me levante presurosa, arrojando los guantes llenos de lodo antes de entrar corriendo a la casa y gritando el nombre de Tom por todas las habitaciones. Al no verlo mi angustia crecía, ¿qué pensaría él al saber que mi padre volvería?, su amor por mí no lo cegaba de ver a mi padre y a mi hermano por lo que eran, un par de locos peligrosos.

Presuroso salió de la ducha, apenas envolviéndose en una toalla a rayas verdes y grises que pertenecía a mi hermano.
"¡Mer, Mer!, ¿qué pasa cariño, estás bien? ¿Estás herida?"

Al verlo, mi miedo a perderlo todo se agudizó y comencé a balbucear entre lágrimas que mi papá volvería de su viaje y que nunca estaría de acuerdo con lo nuestro, que estaba loco y que sería capaz de causarnos daño, que nada de lo que él pudiera hacer o decir lo haría cambiar de opinión y que lo mataría solo de saber que habíamos estado durmiendo bajo el mismo techo.
Copiosas lágrimas caían sobre mis mejillas y los sollozos me impedía continuar hablando, quería hacerle entender lo grave de la situación, quería tomarlo de la mano para aparecernos en otro sitio, lejos de la casa, lejos del pueblo, pero sabía que era imposible porque tendría que explicarle que era una bruja y probablemente no me creería, peor aún, podría temerme y no podría soportar que me mirara con esa mezcla de miedo, asco y desprecio, tal como miraba a Morfin...

"Tranquila, Mer, nunca dejaré que te hagan daño, además yo también he pensado que es momento de irnos del pueblo, lo mejor sería empezar en otro lado, donde nadie nos conozca, ¿no crees?, estaremos bien, cariño, mientras estemos juntos todo estará bien...."

Me llevó cargando a la habitación y con ternura me recostó entre sus brazos, acariciaba mi cabello y besaba mis ojos empapados por las lágrimas.
"Por favor, Mer, no llores más, me parte el corazón verte así...Tranquila, Mer, te aseguro que todo saldrá bien, seremos muy felices, porque te amo, como a nadie, como nunca...No concibo mi vida sin ti, sin tus besos, tus sonrisas, tu calor, por favor no me dejes nunca, nunca..."
*****

Decidimos irnos a Londres ya que Tom aseguraba que tenía varios amigos que estarían dispuestos a ayudarnos y darle trabajo en algún despacho de abogados, nunca me pareció una buena idea ya que sabía que Cecilia y su familia vivían ahí pero Tom insistía en que Londres era enorme y estaríamos lejos de ellos, y que además ya era hora de que la gente supiera de lo nuestro y de lo felices que éramos juntos.

El plan era simple y perfecto, vender el auto para pagar algunos años de alquiler en algún lindo, aunque no muy grande apartamento, preferentemente cercano a su nuevo empleo, y buscar un pequeño local en el cual yo podría ofrecer "las flores más hermosas de Londres".

Hicimos el equipaje sin mucha ceremonia, pues él se había llevado una sola maleta cuando dejo la casa de sus padres y más de la mitad de mis pertenencias no tenían ningún valor o estaban demasiado desgastadas como para que valiera la pena llevarlas conmigo.
Aun así, y con ayuda de la magia, logré que todas las pertenencias de mi madre cupieran en la maleta: sus libros, sus diarios de herbologia con las recetas que ella misma había creado, sus música, sus vestidos.
No podía dejar atrás lo que me pertenecía, y sentía que era una manera de escupirle a la cara a mi padre la vedad que tanto quiso ocultarme, y el hecho de que nunca más sería su esclava.
"¡Soy una bruja, desgraciado, tan buena como mi madre, y ni tú ni tus insultos podrán  nunca más lastimarme o impedirme ser feliz!"

No puedo decir que me entristeció dejar atrás mi vieja casa, pero tienen que entender que es lo único que conocía, así que si pudiera describir el sentimiento de dejarla atrás sería nostalgia, por la casa en sí, no por las experiencias que viví en ella.

Mi último recuerdo en la casa de los Gaunt es que sonaba el claxon del auto a sus afueras, era Tom llamándome con impaciencia para comenzar nuestra vida lejos de Little Hangleton, y lo último que hice antes de cerrar la puerta fue apuntar mi varita a la casa, murmurando un hechizo que haría que al entrar mi padre, mi voz resonara por toda la casa, en cada habitación, diciéndole lo que había hecho, omitiendo todo sobre la Amortentia, pero restregándole en la cara que sería feliz al lado de Tom Ryddle.

Esa fue mi venganza y sé que hasta el último de sus alientos me odio y me maldijo...
*****

El camino a Londres pasó sin contratiempos, y aunque le insistí encarecidamente a Tom que subiera el capote del auto para salir desapercibidos del pueblo -que por desgracia había que cruzar para llegar al camino central-, él decidió que nuestra partida de Little Hangleton no podía ser por las sombras y que, como último gesto hacia los habitantes, les daríamos un pretexto para hablar, para reunirse en la plaza y susurrar por las esquinas que el hijo de los Ryddle se había enamorado y huido con nada más y nada menos que Merope Gaunt; estábamos seguros de que el cotilleo duraría mucho más que cualquier otro y que incluso en los años venideros se hablaría del amor que había juntado al agua y el aceite.

Así que cruzamos el pueblo, yo sujetando mi sombrero de paja adornado con gardenias, con el cabello suelto que ondeaba bajo el sol primaveral, él manejando con un brazo recargado en la ventana y con su mano libre acercando mi mano a sus labios, llenándola de besos, aún recuerdo su risa jovial al notar las expresiones de incredulidad de todos aquellos que reconocieron el auto y a sus pasajeros....
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Hey! Ya un tiempo sin leernos, espero que les guste la actualización.
Saludos! :)

MEROPE GAUNTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora