Murasakibara Atsushi

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"Esta semana ha pasado muy lenta" pensó Kagami bebiendo de su café. Ha estado levantado ya hace ocho horas, ya que el pobre pelirrojo no pudo pegar un ojo en toda la noche, pues el tema de Seijuro le está carcomiendo por dentro.

Suspiró y vio la hora "Once de la mañana, ya es momento" se dijo. Levantó sus platos y cepilló los dientes antes de salir, la noche anterior Himuro había aceptado a hablar con él; según el pelinegro, Kagami se escuchaba bastante mal.

Caminó hasta llegar al parque más cercano, era una suerte que Himuro se encontrase en Tokio toda la semana, sino él (Kagami) ya se hubiera cortado las venas de tanto estrés.

"Debería abrir un centro de confesiones... ¡Bienvenidos al Confesionario de Taiga! donde enamorarse de la misma persona es cool y totalmente normal, si claro" pensó con sarcasmo.

Los ánimos de Taiga disminuyeron un cuarenta y cinco por ciento al visualizar a Atsushi junto a su brother, ¿es qué no hay día en que deba soportar la pésima presencia de un milagro?

—Tatsuya... ¿Qué hace Murasakibara aquí?—preguntó amablemente a su hermano.

—Moo... Kaga-chin, no te molestes—pidió con voz aburrida mientras degustaba de sus deliciosos dulces. El pelirrojo no hizo más que verlo mal.

—Taiga, ayer llamaste preocupado, y ahora también lo estoy—habló Tatsuya.

—... No es por ser mala onda pero, Murasakibara, necesito hablar a solas con mi Tatsuya, ¿podrías... irte un rato? Y luego si quieres te invito a comer dulces—dijo convenciendo al peli morado.

—Mmm... Tu propuesta suena deliciosa Kaga-chin, me voy a sentar por ahí—dejó a los hermanos y se sentó al fondo bajo un árbol a comer.

—Tatsuya, han estado pasando cosas raras toda ésta semana—respondió.

El pelinegro confundido se puso a pensar qué tan rara era la vida de su querido Kagami, es decir, llevarse bien con alguien de poca presencia, tener una entrenadora sicópata, ser muy muy malo en clases, ¿eso de por si no es raro?

"El burro hablando de orejas" pensó Himuro al final, pues él convivía con un gigante de dos metros con actitud infantil el cual, alimentaba las veinticuatro horas del día con dulces.

—¿A qué te refieres?—preguntó.

—Hablo de Kuroko, Aomine y Kise.

—¿Qué hay de raro de ellos? ¡Son más raros que tú, Alex y yo juntos! Kuroko parece alma en pena, Aomine es un vago que le gusta Mei-chan y Kise parece perro.

—... Sí, tienes razón, pero ése no es el punto, ¿Murasakibara no te ha dicho... algo raro...?—preguntó.

—Eh... No. Sólo parece que algo le molesta; La Generación Milagrosa es extraña—finalizó con un Kagami asintiendo a su afirmación. Ya que en los últimos periodos del día, Atsushi parecía cargar una molestia en sus hombros.

—Nee... Muro-chin, tengo hambre—apareció el chico viendo de reojo al pelirrojo.

Himuro suspiró sabiendo lo que venía—. Dame un momento.

Kagami y Murasakibara se vieron por un momento; el pelirrojo se sentó en una banca cercana y así, Atsushi copió su actuar.

"¿Qué diablos tiene?" pensó Kagami con un tic en su ceja.

—Kaga-chin... ¿Qué tiene tu ceja?—pregunta acercándose para verlo de frente.

El peli morado curioso tocó la ceja de Kagami, sonrió y empezó a molestarlo. Exactamente como la primera vez que se conocieron.

—¿¡Qué te pasa!? Deja de molestarme—gritó dándole un golpe a la mano del gigante.

—Tus cejas son bastante divertidas...—dijo haciendo sentir incómodo al otro.

Kagami suspiró. Está cansado, sentía sueño y tantas ganas de no estar con Atsushi. El pelimorado lo notó decaído y de mal humor; curioso y preocupado quiso saber qué problemas embargaban el subconsciente del uno noventa.

El silencio volvió y más incómodo. Murasakibara estaba muriendo de curiosidad.

—Kaga-chin... ¿Tienes problemas? Te ves muy triste—admitió viendo de reojo al tigre.

"¿Así de mal me veo? Bueno... Todo éste asunto me tiene bastante cansado" pensó.

—No. Debe ser tu imaginación, Murasakibara.

—Uhm... ¿Problemas en el amor?—preguntó ignorando la respuesta anterior.

"¿Qué?"

—¿Por qué insistes?—cansado ya.

—Debo prevenir, Kaga-chin... ¿Quieres un dulce?—ofrece.

Kagami frunce el ceño enojado; ante a él, una envoltura plateada y roja se posaba ante sus ojos (dulce de cereza) Murasakibara movió repetidamente el dulce, y, de mala gana Kagami lo tomó.

"Un momento... ¿Prevenir...? ¿¡Qué tendría que prevenir en mi contra!?"

—Oye...

—Debo cuidar de que nadie toque a mi Aka-chin.

Taiga se levantó de la banca viendo al cielo y suspiró. Su estomago se revolvió en cuestión de segundos.

—¡Oh por el amor de Dios! ¿¡Qué le pasa a ésta gente!?—gritó desesperado dejando a un pelimorado con cara confundida.

Después de todo, eso fue una confesión, ¿cierto?

Yo sólo estaba de másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora