Libertad

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—¡Sei-chan! Eres un travieso—se rió Mibuchi con tono pervertido.

El pequeño no mordió su manzana debido a lo que dijo su amigo, ¿qué quiso decir?

—Explícate, Reo—ordenó mirándole de forma intensa.

—Ese cuello no estaba lleno de manchas rojas ayer en la mañana—respondió.

Seijuro llevó su mano derecha al cuello masajeándolo dándose cuenta de lo que pasaba. —Es alergia.

Mibuchi, Kotaro, hasta Nebuya soltaron un bufido acompañado con una carcajada, la cual era tan llamativa que los alumnos alrededor no evitaron verlos curiosos.

—A mi no me engañas, yo sé que un tigre intentó devorarte... Oh, un momento... ¿¡Ya lo hizo!?—exclamó asustado de que la inocencia de su retoño se haya esfumado.

Una vena de molestia apareció en la frente del pelirrojo frambuesa, incluso se sonrojó por la pregunta.

Eso... No ha pasado aún.

—Claro que no, ¿qué te pasa?—respondió después de que la vergüenza disminuyó.

—¡Uff! Qué susto me has pegado—el pelinegro se limpió la frente como si miles de gotas de sudor bajaron ahí.

—Espera, Reo, ¿qué te hace pensar que soy el de abajo?—dijo enfadado el emperador.

De nuevo, las risotadas de su equipo de baloncesto se escuchó; a Mayuzumi se le podía ver una diminuta sonrisa.

—¿Qué es tan gracioso? Yo no estoy riendo—molesto dijo con los ojos cerrados, la frente arrugada y los brazos cruzados.

—Escucha, tal vez eres más como una mezcla de uke osoi y sasoi.

La espectral voz de Chihiro se dejó escuchar, el susto no fue mayor pues ya se estaban acostumbrando a lo invisible que es. El punto es que la confusión era tan evidente en los otros cuatro que el peligris  sólo quiso no haber dicho aquello.

—Oh, he olvidado algo en clase... Nos vemos—su voz no expresó nada, no obstante se levantó lentamente de su lugar, y se fue.

—¿Alguien entendió lo que dijo?—susurró Kotaro aún con el ceño fruncido.

—Es tan raro—le siguió Nebuya mientras metía una pequeña porción de arroz con curry en su boca.

Reo se aclaró la garganta un par de veces, es la señal. El moreno y el rubio se levantaron de la mesa para dejar a la madre, y su hijo conversar de ciertas cosas.

Al notar eso, Sei suspiró; Reo y sus disparates exagerados. El pelirrojo sabía lo que a continuación sucedería.

—Sei-chan, sabes perfectamente de lo que tenemos que hablar.

—No le veo lo necesario, Reo. Las cosas pasaran cuando quieran, en el momento y lugar adecuado, ¿entendido?—dijo logrando que la "conversación" no se desviara.

—Sei-chan...

No pudo terminar, pues la mirada (la mirada) de Seijuro le mandó un escalofrío, y entendió que allí se quedaba zanjado el tema.

Luego de ello, ambos fueron a retomar sus matutinas, y  aburridas clases de día miércoles. A Sei se le hizo imposible no pensar que aquel día estaba lleno de sorpresa, no sólo por la vergonzosa pregunta de Reo, el examen sorpresa en historia japonesa, o la extraña llamada de su padre diciéndole que tenía la casa sola para él.

Cuando por fin sus clases finalizaron, y el entrenamiento igual, Kagami lo esperaba en la entrada. Reo le dió un par de codazos molestando a su polluelo; se sonrojó al final de tantas.

—Hey... Pero si es Tai-chan—dijo Mibuchi cantarín cuando ya estaban frente a frente.

—¿Tai-chan...?—preguntaron ambos pelirrojos. Confusión en uno, molestia en otro.

—Como estamos en confianza—dijo Reo haciendo una minuciosa pausa. —Por fa, te encargo a Sei-chan, cuidado y te pasas de la raya; yo voy a saber con sólo ver si anda cojeando o no—advirtió.

—¡Reo!—exclamó Akashi, y en el mismo proceso le dió un golpe en las costillas.

"Esto es incómodo... No sabía que Mibuchi parecía madre detrás de Akashi" se pensaba Kagami con aura liosa.

Ahora que lo recuerda... Tuvo un problema similar con Kuroko en la escuela.

Actualidad. Instituto Seirin, 13:52 hrs.

Taiga se encontraba pacíficamente leyendo sobre Japón y sus guerras (lo cual es increíble, puesto que el bobo ese no era fan de la lectura) pero le tocaba examen, no tenía de otra más que liarse en la lectura. Un tic en su ojo empezó a molestarlo, aparte de que no entendía ni 'j', llevaba sintiendo una molesta mirada turquesa sobre él.

Bajo el libro, y ahí estaban esos grandes ojos. —Kuroko, ¿qué demonios quieres?—preguntó molesto dejando de lado el libro.

—Hay algo diferente en Kagami-kun—comentó aún con esa mirada observadora.

El sudor se propagó en su sien, sintiéndose nervioso. Le era imposible no sentirse privado de su espacio personal. —¿Diferente? Yo no he cambiado en algo—negó el alto volviendo a su molesta lectura.

—Entonces, ¿por qué tu labio parece tener una herida casi restaurada?—dijo burlón, cuyo tono sólo fue notado por su luz.

Kagami se llevó el dorso de su mano a los labios evitando ver a Tetsu. —Me lastimé mientras comía.

—Mentira.

—Claro que no.

—A mi no me engañas. Yo sé que tú y Akashi-kun hicieron cosas pervertidas—acusó divertido, de igual forma, sólo lo notó Taiga.

—No es cierto. Déjame de molestar.

—Kagami-kun, no vayas a romper a Akashi-kun.

—¡Bien! ¡Suficiente! Iré a leer en otro lado—se levantó del escritorio para salir al patio escolar, pero Tetsuya lo seguía con una diminuta sonrisa en los labios.

—No te preocupes, Kagami-kun...—empezó a decir una bola de oraciones que no tenían sentido.

—¡No te escucho! ¡No te escucho!—repetía Taiga una y otra con las manos sobre sus oídos.

El mismo día. Instituto Rakuzan, 17:10 hrs.

—No te preocupes, Reo-san, no le haré nada que él no quiera—prometió Kagami con una sonrisa.

—Me alegro escuchar eso—sonrió Mibuchi.

El atardecer daba una bonita escena alrededor del diez, y cuatro. Caminaba (quien sabe a dónde) tomados de las manos, sin conversar, así estaban bien.

—Oe... Akashi, ¿te puedo abrazar?

—Yo también quiero abrazarte.

Agradecían que las calles de Kyoto no estuvieran tan circuladas. Como si fuera una necesidad, ahí en medio de la acera, se ciñeron mutuamente no queriendo deshacer el abrazo.

Ya en aquella entonces, Kagami se vio la oportunidad de llevar su mano a la mejilla de Seijuro para acariciarla, y por fin lograr atraer los labios del chico a los suyos.

¡Qué molesto era ahora la diferencia de alturas!

Sus narices se acariciaban entre ellas, sus dientes chocaban con torpeza; tanto era la urgencia que no se medían. Sus respiración se volvían más complicadas, Akashi mordió suavemente el labio de Kagami; le encantaba hacer eso. El menor se encontraba de puntillas, y se sostenía de las solapas de Kagami, mientras que este lo tenía bien sujeto de la cintura.

—¿Quieres ir a cenar a mi casa?—susurró sobre sus labios.

—Me encantaría.

No había problema, tenían la residencia sólo para ellos.

Yo sólo estaba de másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora