Desgracia Imperial

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—Akashi-kun, que sorpresa verte por aquí—comentó Kuroko entrando sin ninguna invitación del dueño.

"¿Dónde queda el respeto? En mis tiempos las cosas eran diferentes" pensó Kagami cerrando su puerta para dirigirse a la cocina.

—Debe ser normal para ti, porque vienes casi a diario, ¿no?—preguntó con sorna, la cual Kuroko ignoró sanamente.

"Esto se está poniendo raro, ¿qué rayos les pasa?" Taiga se dió cuenta que la forma en que se miraban y hablaban no era tan amena como antes. Bebió un trago de aquel frío café y suspirando sus talones se dirigieron al salón principal.

"Necesito ayuda"

—Así es, Akashi-kun. Es divertido pasar el tiempo con Kagami-kun—respondió con su mismo tono neutro, pero en el fondo todo era diferente.

El pelirrojo con súper saltos carraspeo para lograr llamar la atención de los individuos, y como si fueran imanes, inmediatamente sus miradas (heterocromía y celeste) le miraban fijamente.

—¿Nos vamos?—preguntó Taiga ignorando la tensión e incomodidad del momento.

Kuroko y Akashi asintieron; Kagami abrió la puerta y dejó pasar primero a los otros dos en gesto de caballerosidad. Caminaron alrededor de quince minutos sin decir alguna palabra. Sobre todo Kagami, quien aún confundido pensaba en el extraño actuar de Seijuro.

—Ey, al fin llegan—dijo Daiki al verlos cerca. Akashi les sonrió, y como chico bien educado y de buena familia los fue a saludar.

—Kagami-kun—le llamó el peliceleste al ver a Akashi alejarse. El tigre se giró a verlo.

—¿Ya te has dado cuenta?—preguntó.

"¿Cuenta de qué?"

—Habla claro, Kuroko.

—Todos están sonriendo... Digo, Murasakibara-kun, Midorima-kun, Aomine-kun sonríen de forma natural—dijo con los ojos levemente entre cerrados.

Kagami examinó a sus compañeros, y en efecto. Todos sonreían alegremente, ¿por qué? Kagami se hacía la idea del porqué, era por cierto emperador.

Esas sonrisas no son sólo por ver a la persona que te gusta, sino porque tu corazón ya se ha decidido a exponer tus sentimientos a ésa persona tan especial.

"No puede ser... ¿Qué ganan con confesarse frente a todos? Un momento... Que bastardos. Quieren asegurarse de que Akashi sea sólo de su propiedad. Se la juegan bien" pensó el pelirrojo.

— Kuroko, tú no te escapas—comentó su luz en un suspiro.

—¿De qué hablas? Yo no tengo nada—dijo. Kagami sonrió, le revolvió los cabellos a su sombra y contento exclamó:

—Deberías ver tu cara, pareces idiota, no... Lo eres—empezó a reír.

—Kagami-kun...—pronunció sonrojado.

Al ser la risa de Kagami algo escandalosa, llamó de inmediato la atención de los otros, los cuales hablaban amenos. El ver la escena, no dudo en intervenir.

— ¿Jugamos?—preguntó Akashi sosteniendo una pelota.

Aomine frunció el ceño. — Somos siete—comentó.

—No se preocupen... Kagami-kun y yo tomaremos turnos para jugar—dijo Kuroko sentándose en una banca cercana, cediendo la primera parte a su luz.

—Uhm... ¡Bien! ¡Yo quiero formar equipo con Akashicchi!—gritó Kise aferrándose al brazo del león.

—¡No! Yo quiero formar equipo con Akashi—hablaron a la vez Midorima y Aomine.

—Moo... Aka-chin juguemos juntos—le pidió Murasakibara.

"¡Claro! Dejen a Kagami solo, malditos egoístas, después uno les está ayudando" pensó Taiga con cara de amargura viendo tal escenita.

—Chicos, todos jugaremos juntos. No se preocupen—tranquilizó el emperador.

—¡Bien! Elige un equipo—le apresuró Aomine desesperado.

—No me hables así, Daiki. Si tanto quieres jugar esta bien. Te elijo a ti y a Taiga—fue su última palabra.

"¿Yo qué? ¿Qué hice?" pensó Kagami desorientado.

Mura, Midorima y Kise se molestaron por un momento. No preocupándose tanto decidieron aceptar la petición de su león.

^†^†^†^

Mientras más pasaban los minutos, Kagami se sentía cada vez peor. Aomine se le acercaba de vez en cuando a decirle que lo ayudase con Akashi, y aún... Los otros tres le miraban como queriendo decir "Dame tu lugar y déjame jugar con él", es imposible para Kagami, y Kuroko sabía que algo andaba mal con su luz, aunque no entendía por qué, el presentimiento se alojaba en su ser.

"¡Ay no puede ser!" gritó el pelirrojo mentalmente cansado.

Ya era la vigésima cuarta vez que Akashi lo marcaba, habían cambiado equipo, y precisamente ahora Akashi es su "rival" el más chico no paraba de detenerle cuanto quisiera.

—¡Tiempo! Kuroko, ven y juega—dijo Kagami yéndose al lado de su sombra para descansar de tanto alboroto.

—Como quieras, Kagami-kun—contestó servicial.

De nuevo, una nueva partida de básquet se dio a lugar, pero ésta vez sin la luz de Kagami. El pelirrojo se colocó sus audífonos y al lado de su música, se hizo receptor del partido.

Aomine vio a Kagami, se extrañó. Todos se extrañaron, es decir... Kagami Taiga es impulsivo y su pasión se desborda al momento de poner sus sentimientos al básquet, sin embargo, ¿por qué decidió parar de jugar? ¿por qué no quiso seguir en su deporte? ¿es acaso que se cansó demasiado rápido? Sólo Dios sabe.

Para él, ése partido era como ver una película muda en blanco y negro... Ése partido "amistoso" no tenía colores y mucho menos un sonido que le indicara alegría. Taiga se sentía sin vida, y por ende, se quería largar de ahí a dormir o desahogarse al Maji y atascarse con hamburguesas de doble queso.

De repente, sus ojos carmesí vieron como el balón se detuvo y la Generación de los Milagros empezó a discutir. Kagami asustado no quiso ni quitarse los audífonos, no quería escuchar.

Murasakibara estaba con el rostro bastante molesto, a punto de entrarle a golpes al moreno del grupo. Kise estaba hablando "de malas" a Kuroko y el peliverde les estaba gritando a todos que se calmaran. El único calmado de ahí, el que le miraba a él. Es Akashi.

Con cuidado y sin llamar tanto la atención, decidió deshacerse de la opresión musical para escuchar a sus amigos.

"¿Qué están? Bola de estúpidos, ¿qué creen que están haciendo?" se dijo el uno noventa tratando de irse.

—¡No! ¡No! Yo le pedí primero—gritó Kise.

—¿¡Ah!? ¿De qué hablas idiota? Claramente yo le dije primero—devolvió Aomine.

—Aka-chin debe elegir—reclamó Murasakibara.

—Akashi-kun, por favor acaba con ésto—le pidió Kuroko.

—Akashi, elige bien—advirtió Midorima.

—Ya tengo mi elección, desde hace bastante. Estoy halagado—habló el emperador sonriendo.

"Vamos Kagami, ya casi sales. Sólo unos cuántos pasos más, y te irás a comer y dormir" se alentaba mientras se escapaba de los milagros. Que irónico.

—Si me disculpan, me iré con Taiga.

—¿¡A quién!?—gritaron todos.

—Ya se los dije; es Kagami quien me gusta.

Iluso, los ojos carmesí de Kagami se dirigieron a la parte del cine mudo, donde la desgracia imperial arrasó con todos, incluyendo con el pobre que estaba de más.

Yo sólo estaba de másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora