—¿Eh?—exclamó Sei abrumado por la inesperada respuesta/confesión.
Con toda la delicadeza que estuvo en sus manos, Kagami tumbó a Akashi sobre el sofá pudiendo posicionarse sobre él e inclinarse para quedar nariz con nariz.
—Bien... Seré breve. Me fascinas—susurró mirándolo fijamente haciendo que el otro quisiese levantarse a saltar, cantar o lo que sea por lo alegre que se sentía.
Taiga se encontraba ansioso. El chico no podía dejar de pensar en sentir esos labios de nuevo, y la decencia propia quiso, que se le ofrecieran por voluntad propia. La boca del cabellos granates tenia un ligero sabor a lo que se le conoce al «nada» pero para Kagami, ése nada era el mismísimo cielo. Le agradaba el aroma de su cuerpo, volvió a llenar sus fosas nasales de Taiga, extasiándolo. Era una mezcla agridulce, entre cerezas y canela. Esta vez, el pelirrojo pidió permiso para entrar en la boca del otro, y con la punta de su lengua, rozó el labio inferior de Akashi, que le permitió el paso sin queja.
Los besos comenzaron a ser profundos, se miraban de vez en cuando el uno al otro sin descanso, tímidos, pero deseosos saboreando su codiciosa saliva del contrario con las respiraciones aceleradas, hasta tornarse besos apasionada donde ambas lenguas se encontraban y abrazaban en una hermosa pieza de baile. Cuando el aire faltaba, se separaban levemente, agitados, pero rozando suavemente sus labios hinchados con temor a demasiada separación, en castos y tiernos besos.
Kagami empezó un viaje de besos desde los labios de Akashi hasta la blanca piel de su clavícula, la manera en que Sei suspiraba a causa de él, hacía que pequeñas sonrisas se dibujaran en su rostro. Pero Taiga quería más, deseaba tocar con sus dedos la cálida piel del menor, así que, con todo el atrevimiento de su parte su traviesa mano se metió por debajo de la camisa de Sei, el cual se sobresalto gimiendo por su parte.
Estaba a punto de arrancarle ese molesto pedazo de tela y comérselo a besos de no haber sido por esa maldita puerta y el sonido que la acompañaba. Kagami se dejó caer desanimado suavemente por sobre de Akashi, cuyo rostro mostraba su frustración mezclada con el enojo. —Voy—exclamó el dueño de los aposentos llegando a la puerta para solamente encontrarse con el seis del equipo naranja.
—Oh... Pero mira quien es, que alegría verte—saludó Kagami con el sarcasmo impregnado en su voz.
Midorima no alegó por lo dicho, ni si quiera escuchó lo que le había dicho. Lo único en que lograba pensar eran en mil y una formas de pedir clemencia, y perdón al chico frente suyo por sus actos inmorales. —Verás... Necesito tu ayuda—exhaló Midorima al fin ajustándose sus anteojos.
Kagami juntó sus cejas extrañado. —¿En que quieres mi ayuda?
—Quiero que me ayudes a no sentirme culpable—en su voz había un deje de total arrepentimiento.
El tigre alzó las cejas con sorpresa, ahora entendía el desasosiego en el comportamiento del peliverde. Que manera tan extraña de pedir perdón, bueno, suponiendo que es alguien tan tsundere como Shintarou se esperaba.
—¿Por qué deberías sentirte culpable?—cuestionó tan sólo un poco divertido, y Midorima se dio cuenta de lo que tramaba; dejó escapar un «tks» no queriendo ver a Kagami a los ojos.
—Como quieras, he venido a pedir perdón por lo que dije.
—Hablas acerca de las pequeñas mentiras que tú, y el resto le hicieron creer a Taiga—afirmó la voz, aquella voz llena de autoridad y presencia. Hasta Kagami se le puso la piel de gallina al nomás escucharlo.
—¡Akashi! ¿¡Qué haces...!?—gritó el uno noventa y seis viendo la sonrisa de satisfacción del pequeño, pues lo que más le gustaba a Akashi después de su tigre, era el miedo o la intimidación que causaba en otros.
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Yo sólo estaba de más
FanficUnirse en equipo es bueno cuando el propósito es bueno. Nunca se imaginó que La Generación Milagrosa, ¡incluso su sombra! Fueran capaces de semejante idea egoísta.