#42 Sorprendida (Continuación 2/2)

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Alcancé a ponerme el brasier y me cubrí como pude.

—¿George, qué haces a...— Me calló con un beso apasionado y me acorraló contra el armario; di un pequeño salto al sentir la fría madera contra mi espalda.

No pude resistirme a él, así que me dejé llevar. Nos besábamos con tanto deseo, ansiaba volver a probar esos labios, sentir sus manos recorrerme por todo el cuerpo; cuando estoy con él definitivamente no soy yo.

George puso sus manos en mi trasero y me alzó para así yo rodear su cintura con mis piernas. Comenzó a besarme el cuello mientras presionaba su pelvis contra mi entrepierna; su erección ya se estaba haciendo notar.

—No puedo olvidar lo de la otra noche— Me susurró al oido con la respiración un poco agitada.

—Yo tampoco, y tampoco puedo sacarte de mi cabeza— Tomé su rostro entre mis manos y con mis labios volví a atrapar los suyos, esos suaves labios que él tiene hacen que quiera besarlos hasta más no poder.

Mientras nos devorábamos a besos, George de un giro me recostó en la cama y se posicionó sobre mí. Comencé a desabrochar su camisa mientras seguíamos besándonos, luego de terminar con los botones, él se la quitó y la arrojó lejos. Llevó sus manos hacia mis senos y empezó a masajearlos sobre el brasier; me estremecí y arqueé la espalda al sentir su tacto a través de la fina tela, mis senos estaban más sensibles que nunca, así que con cualquier toque me estremecía de inmediato. Volvió a besarme, yo mordí suavemente su lengua y con mi rodilla rocé lentamente su entrepierna, acto seguido él gruñó y mordió mi labio inferior; estaba tan excitado como yo.

—Me encantas— Me susurró, rozando sus labios con los míos —Ya quiero estar dentro de ti, quiero sentirte como la otra vez.— Separó mis piernas para ponerse entre medio de ellas.

—Yo también— Respiré hondo —Pero aquí no podemos.— Llevé una mano a mi entrepierna y me cubrí con la falda.

—Sólo será un ratito, ¿sí?, por favor— Me suplicaba mientras metía una mano debajo de mi falda. —Nadie se enterará.— Comenzó a besar mi cuello y de repente sentí que clavó sus colmillos en él. Sabía que eso me volvía loca.

—George...— Solté un gemido —No... no podemos, nos podrían escuchar— Inconscientemente cerré mis ojos; ya me tenía en sus redes.

—Shh...— Me silenció poniéndome un dedo sobre los labios, luego se lamió los suyos para volver a besarme apasionadamente.

Estaba dispuesta a hacerlo con él allí mismo, en la misma cama que dormía con Ringo y en la misma casa donde al mismo tiempo se encontraba su novia y mi esposo; era una locura, porque podríamos ser descubiertos en cualquier momento.

George dejó de besarme para mirarme fijamente a los ojos.

—¿Sabes que te amo?— Sus ojos estaban bastante rojos; sólo lo decía porque estaba ebrio.

—¿Qué?— Reí —Tú no me amas.

—¡Claro que sí! Y siempre lo hice.

—Estás ebrio— Lo miraba entretenida; era imposible que me amara.

—Lo sé, pero no miento. Te amo— Me plantó un beso en los labios.

Mi expresión cambió rotundamente; ya estaba empezando a preocuparme.

—¿No me crees?— Sonrió, creo que le divertía mi expresión.

—No.

—¿No te diste cuenta de todas las veces que te dije al oído que te amaba cuando lo hicimos en mi cama esa noche?— Se inclinó para besarme el cuello.

El Libro de Confesiones de la Señora Starr (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora