#27 La Venganza De Paul

165 18 32
                                    

Tres días después, a las 7:00 pm, recibí la llamada de Paul. Ringo esa tarde me había dicho que saldría con unos viejos amigos que se estaban quedando en la ciudad, y que aprovecharía para reunirse con ellos. ¡Vaya mentira!.

—¡Vente volando, Brenda, porque se supone que llegarán en unos pocos minutos!— Me decía Paul a través del teléfono, exagerando.

—Pero, ¿cómo?, si Ringo aún ni sale de casa— Susurraba para que Ringo no me escuchara.

—No lo sé, ¡pero ven ya!— Me colgó el muy... McCartney.

Le dije a Ringo que iba a hacer unas compras, él me quiso llevar, diciéndome que no le importaba llegar tarde a la reunión con sus amigos, pero le insistí que no se preocupara porque podía ir sola.

—¿Estás segura?— Volvió a preguntarme.

—Ringo, por cuarta vez, que sí— Agarré mi cartera y me dispuse a salir.

—¿Y no me darás un beso antes de salir?— Arqueó una ceja.

—Está bien...— Solté un suspiro pesado y me devolví hacia él para darle un corto y frío beso, apenas tocando sus labios.

—¡Oye!, eso ni siquiera fue un beso...— Protestó, haciendo un puchero.

—Voy tarde, a la noche si quieres te doy otro— Me volví hacia la puerta dándole la espalda.

—Ah, Brenda, no me esperes despierta porque quizá llegue muy tarde— Dijo de lo más tranquilo. Apreté los ojos y la mandíbula con fuerza al escuchar esas palabras, sólo le hice una seña con la mano y salí.

Llegué a ese tal hotel, me costó un mundo encontrar a Paul, ya que éste venía camuflado.

—¡Al fin te encuentro!, no me avisaste que vendrías así— Posé las manos en mi cintura.

—Lo siento— Río —Ya, ven, acompañame a pedirle la llave de la habitación al recepcionista.— Luego nos dirigimos hacia la gran recepción. —Hola, disculpe, veníamos a pedirle la llave de la habitación 615, por favor— Paul se notaba algo nervioso al igual que yo.

—¿Sí?, enseguida— El señor volteó a sacar la llave de un estante y se la entregó a Paul. —Aquí está señor, y son quinientas libras—

—¡¿Quinientas libras?! ¡Pero eso es demasiado!— Exclamó Paul.

—Entonces no hay llave— Le quitó la llave.

—No, no, está bien— Paul, de mala gana sacó su chequera y firmó por las quinientas libras. —Y que esto quede entre usted y yo—

—No se preocupe, señor McCartney, que yo soy una tumba— Dijo el señor mientras guardaba el cheque en el bolsillo de su camisa. Paul asintió.

—¡Ah!, casi lo olvidaba, ¿podría avisarnos cuando ellos lleguen, por favor?— Volteó hacia él nuevamente.

—Por supuesto, yo los llamaré a la habitación.— Asintió con gusto.

—Muchas gracias.— Le agradeció, y luego volteó hacia mí —¡Vamos, Brenda, rápido!— Me tomó de la mano y nos fuimos corriendo al ascensor.

Al llegar al piso, buscamos la habitación y entramos.

—Wow, pero que cama más acogedora— Corrí hacia ella y me lancé.

—Tienes razón— Paul se recostó a mi lado —Augh, detesto ponerme esto— Se quejó mientras se quitaba el bigote falso. —¡Brenda, se me ocurrió una idea!— Se apoyó en su brazo izquierdo y me miró.

—Paul, tú y tus ideas... ¿Ahora qué tenemos de nuevo en esa cabecita tuya?— Dije burlona y reí.

—¡Ja, ja, ja!, no, es en serio, se me ocurrió que podríamos escondernos bajo la cama a esperarlos y luego sorprenderlos— Dijo entusiasmado.

El Libro de Confesiones de la Señora Starr (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora