Continuación: #12 Recordando La Primera Vez "Parte Final"

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Luego de un rato tomó de mi menton y me indicó que me pusiera de pie, me volteó hacia la pared, agarró mis caderas y yo arqueé mi espalda, se acomodó detrás mío y comenzó a rozar la cabeza de su miembro con mi feminidad, poco a poco empezó a introducirlo hasta penetrarme completamente, yo solté un gemido.

Se sentía maravilloso, jamás lo había hecho en la ducha y que mejor que la primera vez fuera con él. Ringo giró mi rostro para atrapar mis labios con los suyos, nos comíamos a besos; yo mordía suavemente su lengua, luego él mis labios y así sucesivamente mientras me embestía cada vez más rapido y más duro. Yo jadeaba como loca, trataba de reprimir los gemidos ya que no quería que los chicos me escucharan pero me era casi imposible. ¡Dios, si todo era tan perfecto!, el agua corriendo por nuestros cuerpos, el placer que me daba con cada embestida, sus manos expertas acariciando mis senos y mi clítoris, ¡Estaba en el cielo! Y lo mejor de todo era que esta vez estaba cien por ciento conciente.

—Demonios, nos escucharán— Dije jadeante soltando una risa.

—Esa era la idea, ¿no?— Dijo riendo con la respiración agitada y entonces me dio una palmada en el trasero.

No pude evitar soltar un gemido bastante fuerte, creo que estaba vez si nos habían escuchado.

—Wow, ahora sabes lo que me gusta— Lo miré mientras me mordía el labio.

—Por supuesto, ¿Y tú sabes lo que me gusta a mí?— Salió de mí y me volteó quedando cara a cara con él.

—Mmmh... No lo sé, ¿Qué te gusta a ti?— Sonreí traviesamente.

—Tú... me gustas tú.— Tomó mi rostro entre sus manos y me besó.

Al escuchar esas palabras salir de sus labios sentí que me derretiría, ¡Este hombre ya me tenía completamente loca por él!.

En eso escuchamos que Paul gritaba al otro lado de la puerta.

—¡Vamos, campeón!—

—¡Ringo, sabemos que tienes una anaconda pero no seas tan duro con Brenda! Hasta los vecinos de la otra calle escuchan sus gritos— Gritó John entre risas.

Yo al escuchar eso me cubrí la cara riendo avergonzada, Ringo tambien reía.

—¡Ya largense que aun no terminamos con lo nuestro!— Les gritó Ringo riendo.

—¡Déjenme ayudarlos!— Dijo John mientras giraba la manilla de la puerta. —Bueno, solamente a ti, Brenda. Que Ringo se las arregle solo— Se echó a reír.

—¡Ya verás cuando salga de aquí, John!— Exclamó Ringo aún divertido por las estupideces que decía John.

—Uy que miedo me das, Ringo. ¡Brenda, yo soy mucho mejor que él, no te arrepentirás! ¡Déjame entrar!— Gritaba mientras agitaba la manilla.

Tuve una idea y decidí decirle algo a John.

—¡Oye, John!—

—Dime, amor mío—

—¡Dicen que los presumidos son los peores así que no creo que seas mejor que Ringo!— Todos estallamos en carcajadas menos John.

—Eso lo dices porque aún no me has probado.—

La expresión de Ringo cambió de inmediato, ya no le parecía gracioso.

—¡Ya basta, John! ¡Te las verás conmigo después!— Exclamó Ringo molesto.

—Ringo, no hagas caso a las estupideces que dice. Ya, vamos, John— Dijo Paul pacíficamente.

Nos giramos y nos quedamos viendo, sonreíamos porque la interrupción de los chicos nos había cortado las ganas así que comenzamos a enjabonarnos el uno al otro, jugabamos con la espuma, parecíamos niños.

Después de terminar de ducharnos, Ringo me envolvió en una toalla y me besó en la frente para luego dedicarme una mirada dulce. Ese gesto tan tierno de parte de él hizo que me dieran ganas de llorar; ni mi madre ni nadie había hecho eso conmigo antes, mis padres nunca fueron muy afectivos a lo que yo por esa razón salía con varios chicos, buscando el amor que siempre me había hecho falta y que jamás terminaba encontrando hasta que lo conocí a él.

Nos dirigimos a su habitación, me puse a recolectar toda mi ropa que se encontraba dispersa por la habitación, me dio algo de vergüenza pero bueno, esas son unas las cosas que uno debe de afrontar gracias a los efectos que produce el alcohol. Nos vestimos y mientras yo terminaba de abrochar mi blusa, Ringo se sentó en el borde de la cama contemplándome de una manera especial, luego dio un suspiro.

—¿Tienes novio?— Dijo apoyado hacia atrás sobre sus brazos muy relajado.

—¿Disculpa, cómo?— Lo miré sorprendida, debo decir que su pregunta me tomó por sorpresa.

—Que si tienes novio... Por lo que creo sí debes tener, ya que eres muy bella como para estar soltera— Me miraba con unos ojos que no podía descifrar, esa mirada no era igual a las veces que ya me había mirado, ¿Podría decir que me miraba con cierto afecto pero con un toque de tristeza?, no lo sabía.

—Yo... bueno, no realmente.— Respondí un poco insegura. Hace dos semanas que estaba saliendo con ese tal Mark, pero no era nada serio, por lo visto ya se había olvidado de mí al dejarme esperando 2 horas en aquél café.

—¿Cómo es eso?... Sabía que tenía razón— Volteó la mirada hacia otro lado tensando la mandíbula.

—No, no tengo novio, hace años que no tengo— Era cierto, desde que tenía 17 años que no tenía uno, nada más que sólo aventuras. —Dije que no realmente porque bueno, ayer quede de juntarme con un tipo al que llevo conociendo por dos semana pero el muy imbécil me dejó 2 horas esperando y nunca apareció. No somos nada así que no tengo novio.— Concluí.

—Que idiota, ¡Cómo pudo hacerte eso!—

—Si no me hubiera dejado plantada no nos habríamos conocido— Le dije con una sonrisa.

—Es cierto— Me devolvió la sonrisa, se puso de pie y se acercó a mí. —Entonces, ¿Me darías tu número?— Me preguntó mientras me tomaba de las manos.

—Por supuesto.— Le sonreí ampliamente y le di mi número.

—Gracias— Me dio un pequeño beso en los labios.

—¡Ya, Ringo vámonos que se nos hace tarde!— Paul apareció de repente abriendo de golpe la puerta de la habitación.

—¿Se te olvidaron los modales, Paul?—

—Oh, lo siento. Pero se nos hace tarde, Brian ya debe estar furioso.—

—Está bien— Hizo una mueca.

Salimos de la habitación y los cuatro nos dirigimos hacia la puerta principal para salir de la casa.

—Bueno, es hora de despedirnos. Fue un placer haberte conocido y espero que nos volvamos a ver pronto, Brenda.—

—Lo mismo digo yo— Nos dimos un último abrazo y me subí a al taxi. —¡Adiós!— Me despedí de los tres por la ventana y le lancé un beso con la mano a Ringo.

Ringo hizo lo mismo al igual que John, él lo notó y le dio un fuerte codazo en las costillas haciendo que John se agachara sobándose del dolor, yo comencé a reír. Luego el taxi se puso en marcha y rápidamente se fue alejando, dejando atrás a los chicos.

Recuerdo que al llegar a casa mis padres estaban furiosos, me estuvieron cuestionando por 1 hora, y por supuesto que les mentí en todo, no iba a contarles que me había ido a acostar con un hombre que apenas conocí en un bar y menos de que ese hombre se trataba de Ringo Starr, probablemente si les hubiera dicho eso no me habrían creído.

A la noche de ese día recibí una llamada de Ringo, por suerte contesté yo ya que estuve atenta todo el día al teléfono, no quería que mis padres o mi hermana contestaran. Estuvimos conversando por un largo rato hasta que al final me invitó a cenar, quedamos para la noche siguiente a las 8:00 PM.

Y allí estuvimos los dos, teniendo la primera cita de muchas más.

El Libro de Confesiones de la Señora Starr (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora